¿DÓNDE ESTAMOS NOSOTROS?
La Primera lectura de la Misa (1) relata la curación de Naamán de Siria. El Señor se sirvió de este milagro para atraerlo a la fe, un regalo mayor que la salud.
Y el Evangelio de la Misa (2), San Lucas nos cuenta una anécdota muy parecida: un samaritano que, tampoco pertenecía al pueblo de Israel, y que encuentra la fe después de su curación, como premio a su agradecimiento.
Los compañeros del Samaritano, que también fueron curados, aunque en la desgracia, se acordaron de pedir a Jesús; luego se olvidaron.
Y Jesús esperaba a todos: ¿No son diez los que han quedado limpios? Y los otros nueve, ¿dónde están?, preguntó.
¡Cuántas veces Jesús habrá preguntado por nosotros, después de darnos alguna cosa!
Y es que con frecuencia tenemos mejor memoria para nuestras carencias que para lo que hemos recibido.
Puede ser que vivamos pendientes de lo que nos falta, y nos fijemos poco en lo que tenemos, y por eso nos quedamos cortos en la gratitud.
El samaritano, a través del gran mal de su lepra, conoció al Señor, y por ser agradecido se ganó su amistad.
Muchos favores del Señor los recibimos a través de las personas que tratamos diariamente. Y por eso el agradecimiento a Dios debe pasar por esas personas que tanto nos ayudan a que la vida sea más grata, y el Cielo más cercano.
Al darle gracias a esas personas, se las damos a Dios, que se hace presente en nuestros hermanos.
La Primera lectura de la Misa (1) relata la curación de Naamán de Siria. El Señor se sirvió de este milagro para atraerlo a la fe, un regalo mayor que la salud.
Y el Evangelio de la Misa (2), San Lucas nos cuenta una anécdota muy parecida: un samaritano que, tampoco pertenecía al pueblo de Israel, y que encuentra la fe después de su curación, como premio a su agradecimiento.
Los compañeros del Samaritano, que también fueron curados, aunque en la desgracia, se acordaron de pedir a Jesús; luego se olvidaron.
Y Jesús esperaba a todos: ¿No son diez los que han quedado limpios? Y los otros nueve, ¿dónde están?, preguntó.
¡Cuántas veces Jesús habrá preguntado por nosotros, después de darnos alguna cosa!
Y es que con frecuencia tenemos mejor memoria para nuestras carencias que para lo que hemos recibido.
Puede ser que vivamos pendientes de lo que nos falta, y nos fijemos poco en lo que tenemos, y por eso nos quedamos cortos en la gratitud.
El samaritano, a través del gran mal de su lepra, conoció al Señor, y por ser agradecido se ganó su amistad.
Muchos favores del Señor los recibimos a través de las personas que tratamos diariamente. Y por eso el agradecimiento a Dios debe pasar por esas personas que tanto nos ayudan a que la vida sea más grata, y el Cielo más cercano.
Al darle gracias a esas personas, se las damos a Dios, que se hace presente en nuestros hermanos.
(1) 2 Rey 5, 14-17.- (2) Lc 17, 11-19.-
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