miércoles, 29 de octubre de 2008

LA PARADA DEL BUS (ADVIENTO-I DOMINGO CICLO B)

La palabra adviento significa «venida». Y la Iglesia quiere que durante este tiempo nos preparemos especialmente para la llegada del Señor.

Los cristianos de todos los tiempos han pedido: –Ven Señor, no tardes.

San Pablo escribió a los de Corinto que los cristianos aguardamos, esperamos, que el Señor regrese la segunda vez (Segunda lectura de la Misa:1 Cor 1, 3-9).

Se enteró de que algunos cristianos de esa ciudad no creían en la vida eterna. Por eso les escribe hablando de la Resurrección de Jesús, y de la nuestra, que tendrá lugar «el día del Señor».

En un ambiente tan superficial cabía el peligro de no pensar nada más que en lo que tenían entre manos. San Pablo les anima a levantar la vista, y que pensasen que el Señor vive, y volverá.

Desde luego no sabemos cuando vendrá Jesús y por eso tiene interés para nosotros seguir el consejo del Señor: «velad» (Evangelio de la Misa: Mc 13, 37).

Con ese concepto se resume nuestro modo de estar en este mundo. Por eso nuestra vida en la tierra se podría comparar a una parada de autobús. Todos estamos esperando alguna línea.

Sería como para preguntarle a la persona del al lado: –¿Tú qué número esperas?

La mayoría de la gente está en la parada esperando al 13, que es el que lleva al cementerio. Es una pena tener esa aspiración.

Los cristianos esperamos al que nos lleva al aeropuerto. Jesús que llega desde el Cielo.

Hace muchos siglos un profeta entusiasta decía: –«Ojalá rasgases el cielo y bajases» (cfr. Primera Lectura: Is 63, 19b)

Esto ocurrió hace más de dos mil años, en una pequeña localidad de Palestina. Ahora aguardamos la segunda llegada. Pero hay una diferencia.

Y es que a los santos le da un poco igual la fecha de esa segunda venida, porque no tienen curiosidad sino amor.

La primera llegada de Jesús no la vimos nosotros, y quizá tampoco la gloriosa nos tocará.

Es el corazón el que descubre, que no sólo hay dos venidas: hay llegadas diarias del Señor, y esas son las que tenemos que vigilar que no se nos escapen.

Sobre todo llega en la Santa Misa: allí se hace presente con su cuerpo. Y se queda en el sagrario. Nos puede ayudar a prepararnos para la Comunión decirle: –Ven, Señor.

Ir al Cielo esta es meta de nuestra vida. Pero si queremos subirnos al bus de Dios, que nos llevará a su Casa, necesitamos comprar el billete.

El billete nos lo va a regalar nuestro Padre del Cielo, con un poco de gracia. Nos lo regala en la oración, en la Misa, en la Confesión, y en otras de sus venidas frecuentes.

A mucha gente hay que preguntarle ahora que estamos en la parada:

–¿Tú esperas el mismo bus que yo?

Hemos de ayudarles a que levante su pensamiento al Cielo, como hizo San Pablo con los de Corinto.

El amor no tiene en cuenta «el que dirán». Por eso si queremos salir de la tibieza hemos de pedir: –Ven, Señor, a mis labios.

–¡Ven, Señor, Jesús, acompañado de tu madre!

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martes, 21 de octubre de 2008

ENTRA A LA GLORIA

La homilía de hoy se podría titular así: «entra a la gloria»

A lo largo del año, la Iglesia nos propone a algunos santos, para que nos fijemos en el ejemplo que nos han dado.

Y también para que acudamos a su ayuda, pues están en la presencia de Dios.

Pero hoy la Iglesia no quiere que nos fijemos en algunos, sino en todos. Es la fiesta de todos los santos.

En la Primera lectura se nos habla de «una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar» (Ap 7,2-4.9-14).

Millones de santos que no están en el calendario. Y que han llevado una vida de auténticos hijos de Dios. Esto es lo que nos dice San Juan: que verdaderamente somos «hijos de Dios» (Segunda lectura:1Jn 3,1-3) .

De todos esos santos, hoy nos podemos fijar en los de nuestra familia. La Iglesia quiere que miremos el ejemplo de los buenos cristianos más cercanos a nosotros. Hoy nos fijamos especialmente en los santos de nuestra familia, porque si estamos aquí es por ellos.

La prueba está en que sus descendientes estamos reunidos en la Santa Misa, como hemos dicho en el Salmo Responsorial(23):

«este es el grupo que viene a tu presencia, Señor». Porque somos de una familia cristiana, que ha dado y tiene que seguir dando santos.

El Señor, hoy, quiere que aprendamos que la vida de los que nos han precedido encierra lecciones que son para todos los tiempos:

Nuestros padres no fueron felices porque vivían en una época distinta, más ingenua, sino porque intentaron seguir a Cristo.

Y esto se puede hacer en este tiempo que nos ha tocado vivir. El ideal de las Bienaventuranzas que predicó nuestro Señor de palabra, y con su vida, podemos vivirlo siempre (cfr. Evangelio de la Misa: Mt 5,1-12ª).

Especialmente en época de dificultades, en la que ser cristiano no está de moda.

Hay que ser valientes para que Dios esté presente en nuestra familia y en nuestras conversaciones. Que el Señor esté en la educación de los hijos.

Y en nuestra forma cristiana de comportarnos con todo el mundo, pero especialmente con los que tratamos más: aceptando a cada uno como es, pasando por encima de los detalles que nos molestan.

Los santos –como nosotros– tenían defectos pero han vencido porque contaron con Dios, que siempre ayuda a los valientes.

Hay una familia que desciende de un caballero del siglo XIV. Se llamaba D. Pedro González de Lara. Tuvo un papel decisivo en la toma de Toro (Zamora).

Estaban los enemigos del Rey de Castilla escondidos en una peña, y nadie se atrevía a entrar allí.

Y a Pedro González, que debía de ser alto y fuerte –como sus descendientes– le ordenaron que entrase allí. Y Pedro entró, derrotando a sus enemigos. Y por eso, como recompensa, en su apellido empezó a llevar González «Entra a la Peña», que terminó derivando en ENTRALA.

Pues eso nos manda el Señor hoy: –Entra a la Gloria

lunes, 20 de octubre de 2008

LA PRINCESA PROMETIDA

Dios es el Amor por excelencia. Dios es la entrega absoluta. Cuando el Señor manda que amemos, nos dice algo que Él ya hace, porque está en su ser.

El Señor no tenía que mandar que los israelitas se quisieran a sí mismos, a sus novias, y a sus familiares. Para eso el ser humano no necesita mucha virtud: basta dejarse llevar por la naturaleza.

En el libro del Éxodo (22,20-26: Primera lectura de la Misa) Dios hablaba para proteger a los débiles y a los que nos resultan extraños.

Lo que Jesús pide es que amemos a todos y en todo momento (cfr. Evangelio de la Misa: Mt 22,34-40). A los extranjeros antes de que se nacionalicen, y a las novias cuando pasan a ser esposas maduras.

El amor verdadero no hace distingos entre personas, ni circunstancias: quiere con sentimientos y también cuando no se poseen.

El Amor con mayúscula nos llena de felicidad, por eso san Pablo habla de «la alegría del Espíritu Santo» (1 T 1,7: Segunda lectura). Porque precisamente el Espíritu Santo es el Amor de Dios en Persona.

Y es que el amor, la entrega, es lo que da la verdadera alegría.

Un amigo quiso escribir un libro de poemas, y le aconsejaron que lo titulase «Amor verdadero» como tantas veces se repetía en una película. Pero luego el libro terminó llamándose «A palo seco».

Porque en esta tierra en la que vivimos ahora, en muchas ocasiones el amor hay que ejercitarlo a contrapelo, como muy bien sabía la Virgen, que es la auténtica Princesa prometida.

domingo, 19 de octubre de 2008

DIOS Y EL FUTBOL

Esta homilía podría titularse "Dios y el fútbol": cada cosa en su sitio. Dice el Señor en el Evangelio (de la Misa: Mt 22, 15-21): «Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios» .

Y es que en las realidades humanas no hay dogmas. Creer, lo que se dice creer, los cristianos tenemos que creer unas cuantas cosas: el Credo y poco más.

La política, como el fútbol, o el mundo empresarial hay muchas formas de llevarlas a cabo; lo que hay que conseguir es que esas actividades no estén separadas de Dios.

Que Dios esté presente en el mundo empresarial, en el mundo de la política o en el deporte depende, en gran medida, de los cristianos laicos que tienen que santificar esas realidades.

Pero no se puede decir que haya remates de cabeza «cristianos» o saques de puerta propiamente «ateos», porque hay muchas formas en las que un seguidor de Cristo puede jugar al fútbol. Y todos los jugadores han sido creados por Dios.

En el libro de Isaías se puede leer como el mismo Dios dice que un rey que no era judío había sido puesto por Él (cfr. Primera lectura de la Misa: Isaías 45, 1. 4-6). Ciro no era del pueblo elegido, y no hacía la política del rey de Israel.

Porque el Dios del universo está por encima de esas decisiones humanas: verdaderamente Él gobierna a todos los pueblos (cfr. Salmo responsorial: 95). Por eso en la política puede haber tanta soluciones validas como personas, siempre que no se aparten de esa sana ecología que algunos llaman ley natural.

De ahí que no puede haber un partido político que represente a los cristianos, porque en lo humano hay muchas opciones. Los cristianos no somos de carril único en estas materias.

Cuando se ha intentado unir a Dios con un partido la cosa ha salido mal: Dios es de todos. «El hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos» (Antífona de comunión).

Pero puede haber decisiones que vayan en contra de la racionalidad, o del sentido común.

Mucho ha hablado el Papa Benedicto XVI sobre los delitos contra la vida humana, porque eso no son ya decisiones políticas simplemente. Por eso dice san Pablo que los cristianos brillamos «como lumbreras del mundo» (Aleluya de la Misa), porque hay que manifestar el esplendor de la verdad, y el Papa lo hace.

Siguiendo con el ejemplo de Dios y el fútbol, está claro: la Iglesia no hablará de fútbol, pero sí levantará su voz cuando en un estadio no se respete a los demás. Así damos a la UEFA lo que es de la UEFA y a Dios lo que es de Dios.



domingo, 12 de octubre de 2008

ALÉRGICOS AL ARROZ

El cielo puede compararse a una boda a la que estamos todos invitados (cfr. Evangelio de la Misa: Mt 22,1-14).

Además sería hacerle un feo muy grande al Señor si no vamos: pues se casa su Hijo, y es nuestro hermano mayor.

Será una fiesta espectacular. Nada menos que la imaginación de Dios ha preparado una mesa especial para nosotros. Le hace especial ilusión que disfrutemos de lo mejor (cfr. Salmo responsorial: 22).

No podemos imaginarnos lo que será aquello porque como dice San Pablo Dios todo lo organiza «conforme a su esplendida riqueza» (Segunda lectura: Flp 4,19).

A esta fiesta, en la que Dios echa la casa por la ventana, están invitados todos los hombres de todos los tiempos (cfr. Is 25,6-10ª: Primera lectura). Y la condición para entrar en el banquete es llevar traje de boda.

Algunas personas pueden pensar que la novia, el novio y los invitados, no visten de forma ordinaria, e incluso que la ropa que llevan puesta parece un disfraz.

Hay señoras de edad que están deseando llegar a casa para quitarse los zapatos y la faja. Pero en el cielo no ocurrirá eso: allí no habrá nada postizo, y desde luego ninguna incomodidad.

En una boda me dijeron los novios que diera el aviso de que no les echasen arroz
–es una cosa vulgar–, que podía decir que eran los dos eran alérgicos.

La forma más gráfica de explicar alegría de la Gloria es pensar en la felicidad de los enamorados, que parece que van siempre con el «puntillo cogido»: todo le parece maravilloso, porque es maravilloso amar y ser amado.

Casi todas las películas y novelas tienen su historia de amor, porque es lo alegra al corazón del hombre, igual que el vino.


Te leo lo que escribe un amigo:

«Por favor, te esperamos en el cielo. Se nos haría dura una eternidad sin ti».

Por eso es necesario que vayamos preparando nuestro traje de boda.

domingo, 5 de octubre de 2008

KE KOU KE LE

El Señor quería que diésemos fruto (cfr. Aleluya de la Misa de hoy: Jn15,16) y nos ha puesto en la mejor viña.

La primera viña del Señor fue el pueblo de Israel (cfr. Primera lectura: Is 5,1-7). No ha habido una nación como ésta en toda la historia de la Humanidad: tan mimada por Dios mismo (cfr. Salmo responsorial: 79).

En el Evangelio Jesús nos habla de que Dios Padre envió a su Hijo a esta viña. Pero los viñadores del pueblo de Israel lo rechazaron «y lo mataron» (cfr. Mt 21,33-43).

Y ocurrió que a ese pueblo tan querido por el Señor, se le quitó «el reino de Dios», y se le dio a otro pueblo que produciría fruto.

Este nuevo pueblo, esta nueva viña de Dios, es la Iglesia, que ha dado muchos frutos de santidad. Esto es lo que verdaderamente debemos de «tener en cuenta» como decía San Pablo (cfr. Segunda lectura: Flp 4,6-9).

Dar fruto es nuestra obligación. Porque el Señor nos ha enviado a cultivar su viña.

Pero no sólo tenemos que quedarnos teniendo el mejor de los vino: hemos de comercializar nuestros productos. Pues el Señor nos ha enviado para que otras personas también prueben lo que da la verdadera alegría.

Tenemos que llegar hasta la China y exportar allí la doctrina de nuestro Señor. Ahora con motivo de las olimpiadas es lógico que muchas casas comerciales hayan querido hacer negocio.

Por ejemplo, la marca Coca-Cola ha sido traducida al mandarín: se pronuncia como «ke ko ke le» y significa «deliciosa felicidad». Ojala los cristianos llevemos allí nuestro producto.

La Virgen, fue verdadera israelita y primera cristiana. Y adelantó los milagros porque era la Madre del dueño de la Viña. Gracias a Ella Caná de Galilea estuvo a punto de convertirse en Caná de la Frontera.
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miércoles, 1 de octubre de 2008

LOS SHERPAS DE DIOS.

Esto dice el Señor: He aquí que Yo enviaré mi Ángel, que vaya delante de ti, y te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que he preparado (Ex 23, 20-23: Primera lectura).

La misión de nuestro ángel es llevarnos al cielo. Por eso debemos escucharles y obedecerles.

Reveriénciale y escucha su voz; no le desprecies.

Esto quiere decir que los ángeles hablan.

Y ¿cómo hablan? Lo hacen sugiriendo cosas o a través de hechos concretos que pasan.

Son inteligentísimos. No han ido a la universidad porque no les ha hecho falta.

Saben y adivinan las cosas porque tienen muchas horas de vuelo, mucho trato con las personas.

Nuestras intenciones, lo que pensamos no lo saben a no ser que se lo contemos.

El Señor manda a los ángeles. Les da órdenes. Muchas cosas no las hace Él personalmente, se las deja a ellos.

Servidores que cumplís sus mandatos. Están diciéndole al Señor constantemente, sin cansarse: Tus deseos son órdenes para mí.

Son ministros dedicados a hacer su voluntad (cfr. Sal 102, 21: Aleluya de la Misa)

A nosotros nos pasa alrevés: tus órdenes ¡ya nos gustaría cumplirlas! Son criaturas santas, por eso obedecen.

Por eso son de gran ayudan para sacar adelante nuestra vocación.

Nos quitan los obstáculos, y, a veces, nos los ponen para que no hagamos tonterías.

Cuando pecares no te lo pasará (...) Mi Ángel irá delante de ti.

A veces alguien nos pillan haciendo algo mal, o en la dirección espiritual nos hacen darle la importancia que tiene algo bueno que hemos hecho o nos sale más fácil contar una metedura de pata que hemos tenido.

Nos ayudan de manera eficaz en el camino hacia el cielo, en el viaje de la vida.

- Señor, gracias porque en tu providencia inefable te has dignado enviar para nuestra guarda a tus Santos Ángeles (Oración colecta).

- Con sus alas nos protege y bajo sus plumas... (Salmo Responsorial)

Podemos afirmar que los ángeles hacen la Iglesia.

Tanto es así, que una institución de la Iglesia como es el Opus Dei nació en el día de la fiesta de los Santos Ángeles custodios.

La Obra es un camino de santificación en la vida ordinaria. Ellos nos guían y nos acompañan. Son como los sherpas de Dios.

- Gracias, Señor, por mandarnos cerca alguien que nos cuide (cfr. Sal 90: responsorial).

Todos los ángeles ven a Dios. En el Evangelio se nos dice que los Ángeles de los niños están constantemente viendo la cara de Dios Padre (cfr. Mt. 18, 1-5. 10).

El Opus Dei es una institución joven. Aunque tenga 80 años, eso no es nada. Hay mucho que hacer.

Siempre estará necesitada de la ayuda de los ángeles para toda la labor que tiene que hacer.

El Señor lo que quiere decir cuando afirma que los Ángeles de los niños ven al Padre es que, a pesar de los años, debemos ser siempre como los niños.

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