martes, 16 de octubre de 2007

XXIX DOMINGO CICLO C

HAY QUE SER PESADOS

Hacer oración es fácil: los que mejor saben hacerla son los niños o las personas necesitadas. La gente intelectual se complica, en ocasiones. Basta con decirle al Señor: inclina el oído y escucha mis palabras (1).

Dios siempre nos escucha, pero no siempre nos concede las cosas cuando nosotros queremos. Hemos dicho que hay que ser niños para obtener. Y los niños son bastante pesados.

La oración es muy poderosa, porque el Señor nos concede lo que le pedimos o cosas mejores. Como hace cualquier padre.

El problema es que hay poca gente que reza. Y los que rezamos, rezamos poco.

Hay que rezar más. Cuando Moisés (2) rezaba los Israelitas vencían. Y para que no se cansase le sostenían los brazos.

Jesús nos cuenta la historia dos personajes muy distintos (3). Por un lado está un juez, que era un sinvergüenza. Y por otro lado está una viuda, símbolo de persona desamparada, y que no se cansaba de pedir.

El final inesperado sucede porque el juez termina por ceder, y la parte más débil obtiene lo que deseaba.

Y la razón no está en que haya cambiado el corazón del magistrado. Sino que el arma que ha conseguido la victoria es la insistencia de la mujer.

Y termina el Señor con un fuerte giro: ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche?

Nos hace ver que el centro de esta parábola no lo ocupa el juez sin escrúpulos, sino Dios, lleno de misericordia por los suyos.


No dejemos de pedir en este mes de octubre, utilizando el Santo Rosario para conseguir, a través de la Virgen, todo lo que necesitamos nosotros y las personas que dependen de nosotros.

(1) Antífona de entrada. Sal 16, 6-8.- (2) Ex 17, 8-13.- (3) Lc 18, 1-8.-

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