lunes, 30 de septiembre de 2019

EL SALTO

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Auméntanos la fe

El hombre orgulloso está convencido de que las cosas salen a causa de su esfuerzo. Contrariamente, la experiencia nos dice que cuando contamos con Dios estamos más contentos.

En la práctica mucha gente actúa como si Dios no fuese necesario. Una cosa es la vida espiritual y otra el trabajo. Una cosa es la oración y otra la diversión. Por una parte están la vida material y por otra la del espíritu. En el día a día, no parece que un ámbito influya en el otro, salvo cuando nos interesa utilizar los servicios de Dios para que nos haga un favor, entonces es cuando la oración se utiliza como instrumento.

Hay personas que piden al Señor que actúe, que intervenga... y si no lo hacen desconfían de Él: de su amor o de su existencia. Sin darse cuenta están colocándose por encima del Creador, ocupando su puesto. 

La oración para esas personas consiste, de forma inconsciente, en someter a Dios a una prueba. Si les hace caso es un Ser comprensivo; si no les hace caso entonces no es fiable. 

Pero la fe no se basa en la eficacia práctica que tiene la oración, para servir a nuestros intereses buenos. El motivo de nuestra fe es el amor que nos tiene una persona: Jesús. 

Nosotros confiamos en un Hombre que a la vez es Dios, mientras que un altanero piensa que las cosas salen a causa de su inteligencia y de sus talentos. Pero los éxitos duraderos vienen a causa de la confianza que tenemos en Dios. Por eso le pedimos ahora: –Auméntanos la fe (Evangelio de la Misa: Lc 17, 5). 

De una escritora estadounidense, Jennifer Fulwiler, leí que ella pensaba que era feliz. Ganaba bastante dinero; acababa de casarse con un chico estupendo y vivía en una casa con unas vistas impresionantes. Sin embargo, una sombra de oscuridad la había acompañando siempre. Y esa duda le llevó a preguntarse qué era lo que de verdad importaba en la vida. Así tuvo lugar un encuentro inesperado. Como ella ha escrito: “Buscando la felicidad en todas partes acabé encontrando a Dios”. 

Hacer un examen a Dios

Satanás conoce la fuerza de nuestra fe, porque él también cree pero tiembla ante el Señor. El diablo es el maléfico genio de “la sospecha” y busca introducirla en nuestra vida. Quiere que el hombre someta a Dios a una prueba. Porque el hecho de querer examinar a una persona es empezar a desconfiar de ella, y eso es lo que pretende nuestro enemigo. Primero introduce la duda y luego la confirma. Nos insinúa que con Dios todo “nos” irá bien. Y cuando la cosa no sale según “nuestro” gusto, entonces, “nosotros” mismos le damos la razón al muy demonio. 

El Enemigo puede insinuar: –Confía en Dios, que así aprobarás. Confía que siempre tendrás éxito en la vida. Si Dios te quiere, todo tiene que ir sobre ruedas. 

Lo hace para que piquemos el anzuelo. Y cuando la cosa salga mal nos insinuaría: –Ha sido una catástrofe porque, en realidad, Dios no te quiere. 

A otros menos espirituales dice: –Ves que rezando no salen las cosas... Puede ser porque Dios no exista... Las cosas materiales son las reales: céntrate en ellas.

Continuamente está Satanás atacando nuestra fe. Espera que estemos cansados, para herirnos. A la fe se le llama armadura porque nos protege de las insidias del enemigo. 

Una y otra vez el diablo va lanzando mensajes falsos, fake news, con respecto a Dios. A ver si desconfiamos en algo, aunque sea un poquito, para que haya una brecha en el chaleco antibalas de la fe que llevamos puesto. 

El proyectil de Satanás encuentra un resquicio en nuestra armadura si dudamos de Dios. Y lo juzgamos cuando pesamos que “quizá” nos trata con dureza, que “quizá” nos ayuda poco, que no da señales de vida... Entonces ya le estamos empezando a condenar. 

Por el contrario la persona que cree en Dios no le somete a un control. Y cuando uno confía en Él es cuando escucha su voz con claridad y acalla la del enemigo. Teniendo fe es como mantenemos nuestro corazón receptivo (cfr. Salmo Responsorial de la Misa: 94, 1ss). 

Pero la fe no es una virtud teórica, sino que tiene que ser llevada a la práctica: los santos se han fiado de Dios cuando les pedía que se fuesen a otro país, que tuviesen paciencia en las dificultades, que no protestaran ante las cosas adversas, porque es su Mano la que mueve todo lo que ocurre y lo hace para nuestro bien. 

Con la fe vemos las cosas como Dios las ve, aunque sean situaciones muy duras. El amor exige confianza, y cuando la encuentra, entonces se manifiesta y en ese momento cambia nuestro puesto de vista. Las cosas no cambian con la fe, los que cambiamos somos nosotros al percibirlas. 

Jesús resucitado 

Aunque lo que te ocurra parezca una cosa trágica: Dios, de los males saca bienes. Satanás intenta que sus enemigos fracasen en sus buenos proyectos y el Señor lo permite, para dar luego un giro inesperado: del mal saca bien. 

El fracaso humano más estrepitoso fue el de Jesús. Pero su muerte en una cruz, ha sido lo que le ha llevado a su gloria más grande. Nadie como él ha influido tanto en la historia de la humanidad. También nuestras tragedias diarias pueden significar avances enormes. Dios no pierde batallas, si confiamos en Él. 

Confiamos en una Persona de carne y hueso, no en teorías. Nadie organiza un banquete de bodas por haberse casado con unos valores, sino con un ser humano. 

¿Por qué los cristianos hablamos tanto de Jesucristo? Porque en Jesucristo, Dios se ha vuelto cercano, accesible. Tiene tanta importancia leer el Evangelio, y tenerlo en la cabeza porque Dios nos habla a través de Él. 

Nuestra fe tiene su fundamento en la Persona de Jesús (cfr. Segunda Lectura de la Misa: Tm 1, 6-8.13-14). En Jesús se cumplieron las profecías, murió por nosotros; y tenemos pruebas fiables de que resucitó. Nosotros no creemos en un muerto sino en un resucitado vencedor. Por eso, cuando lo visitemos en el Sagrario y cuando lo recibamos en la Eucaristía podemos decirle: Auméntanos la fe. Porque la fe se requiere para dar el gran salto de nuestra vida. Nosotros somos unos siervos inútiles pero con el Señor realizaremos milagros (cfr. Lc 17, 5ss). 

Ahora estamos aquí reunidos en su nombre, sabemos que Él está entre nosotros pero no lo vemos. El nos insinúa: –No tengas miedo, fíate de mí que no te he fallado nunca. No te empecines en seguir tu criterio, tan básico, ya sé que tienes buenas disposiciones, pero que el apasionamiento no te ciegue. 

Quizá haya gente que se pregunte: ¿pero cómo habla Jesús? Pues nos envía su luz cuando elevamos nuestra mente hacia Él... esto es orar. Hay personas hacen oración pocas veces en su vida y otras continuamente: estos son sus amigos.

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27 Domingo T. O.  C

–Primera Lectura
El justo por su fe vivirá
Ha 1, 2-3; 2, 2-4

–Salmo Responsorial
Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:«No endurezcáis vuestro corazón».
94, 1-2. 6-7. 8-9 (: 8)

–Segunda Lectura
No te avergüences del testimonio de nuestro Señor
2 Tm 1, 6-8.13-14

–Evangelio
¡Si tuvierais fe!
Lc 17, 5-10

lunes, 23 de septiembre de 2019

UN BANQUETE ETERNO

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El famoso y el pensionista

En el Evangelio (de la Misa: Lc 16, 19-31) Jesús cuenta la historia de un rico vividor, y Lázaro, una buena persona, pobre y además enfermo.

A veces nos admiramos de que los famosos se casan con supermodelos, rubias como el chapán, viven en casoplones con piscinas de placido turquesa, y hasta tienen perros importantes... Y nosotros, con nuestros horarios estresantes, somos vulgares mileuristas que, cuando no estamos en urgencias, pasamos malas noches con las cervicales: entonces se nos ocurre pedirle al Señor que no se acuerde tanto de nosotros... para enviarnos desgracias.

Quizá nos desagrada tanta fiesta de sociedad en la Costa del Sol, a nosotros que no podemos permitirnos nada más que una semana en la playa: unos tanto y otros tan poco. Por eso algunos se preguntan por qué los malos triunfan y los buenos pasan apuros, por qué viven tan bien algunos ricos corruptos y los buenos, en cambio, son pobres

Santo Tomás explica, que Dios es Padre de todos, y a alguno de sus hijos no va a poder darle el cielo porque no se lo merecen. Pero como, ciertamente, ellos han hecho algo bueno en la tierra les da ya aquí la recompensa, porque en la otra vida les espera el sufrimiento.

Por eso dice el Evangelio que, estando el rico en el infierno, le explican lo qué le ha sucedido a él y al mendigo enfermo: Recibiste bienes, y Lázaro males: ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Efectivamente, como también nos dice la Sagrada Escritura (cfr. Primera Lectura de Misa:  Amós 6, 1a. 4-7) que los que viven una vida de placeres, asisten a banquetes donde se esnifa de todo y se acuestan en camas de marfil, no deben pensar que eso es para siempre. Porque el Señor hace justicia según las obras de cada uno (cfr. Salmo Responsorial de la Misa: 145, 6c-7. 8-9a. 9bc-10 : 1).

Las actuaciones de cada uno nos mejoran o nos empeoran. Y según eso seremos juzgados después de nuestra vida terrena... El consejo que nos da san Pablo es que busquemos el mejoramiento personal. Porque lo importante no es que cambien nuestras circunstancias sino que mejoremos nosotros, que nos enriquezcamos con la pobreza y con la riqueza, que nada ni nadie pueda hacernos malos. Es más, hemos de llegar a ser humildes, pacientes, personas que rara vez se se enfadan... (cfr. Segunda Lectura de la Misa: Tm 6, 11-16).

Los pobres de espíritu

No puede dudarse de que los pobres consiguen con más facilidad que los ricos el don de la humildad, ya que los pobres, en su indigencia, se familiarizan fácilmente con la mansedumbre y, en cambio, los ricos se habitúan fácilmente a la soberbia.

Pero también hay ricos que poseen la humildad y que usan sus riquezas de una manera que no se enorgullecen con ellas, sino que se sirven más bien de ellas para obras de caridad, pensando que su mejor ganancia es emplear los bienes que poseen en aliviar la miseria de los demás.

Esta pobreza de espíritu se da en toda clase de hombres y en todas las condiciones en las que el hombre puede vivir (San León Magno, Sermón sobre las bienaventuranzas 95,2-3 ).

El banquete eterno

Es muy interesante pensar que en el cielo disfrutaremos de las cosas buenas que Dios nos ha preparado.

Contaba el Papa Juan Pablo I una historia que tenía como protagonista a un coreano. Al morir le dicen: –¡Al Paraíso!

Y este coreano dijo : –Antes de ir al cielo, quisiera quitarme una curiosidad: me gustaría ver una vez, una sola vez, el infierno.

Efectivamente se lo conceden. Se abre una puerta y ve un comedor enorme. Mesas y mesas sin fin, colocadas una frente a la otra, y encima de cada una un plato da arroz caliente... Los comensales tenían un hambre inmensa, pero no había tenedores ni cucharas, sólo unos palillos larguísimos. Tenían hambre, tenían arroz, apetitoso y caliente, tenían palillos, pero eran demasiado largos y no llegaban la  boca... Había hambre y desesperación.

El coreano vio aquello y dijo: —ya entiendo, ahora vámonos al cielo.  Y se abre la puerta y zas... Era lo mismo; la misma amplitud de salón, igual tamaño de las mesas, la misma colocación una enfrente de la otra. Todas llenas de comensales, con apetito. Y el arroz delante. Pero éstos  comían.

Y decía el Papa: ¿sabéis como lo hacían? Al ser los palillos tan largos, uno tomaba el arroz, y en vez de llevárselo a su propia boca, se lo daba al otro, y el otro daba al primero.  Y así todos comían...era el Paraíso.

La diferencia estaba en que en el cielo se pensaba en los demás, y en el infierno los enemigos era “los otros”.

El primer milagro de Jesús tuvo lugar en el banquete de una boda. Un milagro en favor de otras personas, no en beneficio propio. El Señor lo realizó porque María se lo pidió: Ella estaba acostumbrada no solo a empatizar con los demás sino a resolverles los problemas. Una Madre prefiere tomarse el pellejo del pollo para que los hijos comamos la pechuga.
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26º Domingo T. O.    C

–Primera Lectura
Ahora se acabará la orgía de los disolutos
Am 6, 1a. 4-7

Salmo Responsorial
El Señor da pan a los hambrientos.
Sal 145, 6c-7. 8-9a. 9bc-10 (: 1)

–Segunda Lectura
Guarda el mandamiento hasta la manifestación del Señor
Tm 6, 11-16

–Aleluya
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriqueceros con su pobreza
2 Cor 8, 9

–Evangelio
Recibiste bienes, y Lázaro males: ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado
Lc 16, 19-31

lunes, 16 de septiembre de 2019

DIOS ES RICO



En lo material

Nos dice san Pablo que Dios quiere que todos los hombres se salven (Segunda Lectura de la Misa: cfr. Tm 2, 1-8), todos: los ricos, los pobres y los de clase media. Pero se preocupa especialmente de los más necesitados, como hacen los padres de la tierra (cfr. Salmo Responsorial Sal 112, 1ss). Por eso Dios se indigna cuando los poderosos tratan mal al indigente (cfr. Primera Lectura: Amós 8, 4-7).

San Pablo con bastante sinceridad nos dice que Dios es rico (2 Cor 8, 9). Esta es la realidad tenemos un Padre que posee el universo entero, un solar inmenso, con cantidad de propiedades naturales y edificadas. De Él son, también, todos los animales y la fauna del mar. Posee una variedad de plantas de lo más diverso. Dios ha creado las puestas de sol de Granada; también es Dueño de Viñas del Mar y de los rascacielos de New York. La estatua de la Libertad es suya.

Tenemos que agradecerle al Señor vivir en este tiempo tan maravilloso, donde nos podemos comunicar fácilmente con el rincón más lejano del planeta a través de internet. Hasta en los poblados más pobres del África tienen un teléfono móvil e incluso en muchos países de Europa existe la seguridad social. Puede que hayas visto a una persona que duerme en la calle acercarse a un cajero automático para sacar dinero. Como dicen algunos estamos en la época mejor de la historia y casi con toda certeza dentro de un siglo se habrá erradicado el hambre en el mundo. Hemos de luchar para eso.

Es que Dios es rico y los cristianos han trabajado y seguimos trabajando para que no haya desigualdades sociales tan grandes. Pues todavía quedan bolsas de pobres en USA y barrios marginales en São Paulo.

En lo espiritual

Hay personas que carecen de riqueza material pero tienen una riqueza interior grande: son inteligentes, buenas, sensibles, amables. Sin embargo, Dios además de ser rico, materialmente hablando, posee un caudal espiritual desbordante. Es inmensamente feliz: maravillosamente  completo.

Tenemos la suerte de poseer un Padre así, y heredaremos todo lo de Él. Los que están en el cielo poseen ya una calidad humana muy grande: son muy simpáticos, buscan agradarte desinteresadamente, y la alegría le sale por los poros. Todas esas cualidades las recibieron de Dios, y ahora son santos, con una perfección muy agradable para los demás.

También a nosotros nos gustaría no carecer de nada, y se lo decimos a nuestro Señor con las siete peticiones del Padrenuestro, seguros que nos escucha... Es más, Él mismo Dios, nos sugiere esa oración, porque sabe que somos criaturas muy necesitadas, sobre todo en lo espiritual, porque en lo material acabamos buscándonos la vida.

Se hizo pobre para enriquecernos

Nos dice san Pablo que Dios, siendo rico, se hizo pobre por nuestro amor (2 Cor 8, 9). Es capaz de prescindir de lo suyo con tal de que nosotros tengamos mejor calidad de vida. Al Señor le desagradan los egoístas, porque Él mismo se ha desvivido por ellos. Personas que en vez de servirse del dinero sirven al dinero, como si fuese su señor (cfr. Evangelio de la Misa: Lc 16, 13).

Un propósito: intentar ayudar a los demás con nuestros talentos. El que cante bien, que lo haga para hacer feliz a los que le rodean sin creerse un divo; el que tiene dinero, que sea generoso en las necesidades de los otros; el jubilado, que emplee su tiempo en servir gratis; el sacerdote, que se ponga en el confesonario; el casado, que manifieste su alegría y delicadeza sobre todo en casa.

Así podemos hacer de este mundo un lugar donde nos volveremos ricos con la generosidad de los demás.
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25º C

-Primera Lectura
Contra los que “compran al indigente por plata”
Amós 8, 4-7

-Salmo Responsorial
Alabad al Señor, que alza al pobre.
Sal 112, 1ss

-Segunda Lectura
Que se hagan oraciones por toda la humanidad a Dios, que quiere que todos los hombres se salven
Tm 2, 1-8

-Aleluya
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre
para enriqueceros con su pobreza.
2 Cor 8, 9

-Evangelio
No podéis servir a Dios y al dinero
Lc 16, 10-13


lunes, 9 de septiembre de 2019

EL HOSPITAL




Perdona nuestras ofensas

Es muy humano ser tentado, por eso no es extraño que, en algún momento de nuestra vida, hayamos venerado algún ídolo (Primera Lectura de la Misa: Ex 32, 7-11.13-14). Nuestro becerro de oro puede llamarse sexo, dinero o poder. Esa idolatría personal puede que no tenga la categoría de un gran pecado, porque solo hemos venerado un pequeño idolillo.

Pero en todo caso hemos puesto al alguien o algo por delante de Dios, esto es el pecado: equivocarse en las prioridades. Pero todo tiene remedio menos la muerte: así que mientras haya vida hay esperanza de rectificar, podemos volver a empezar. Lo que está claro es que la naturaleza no suele perdonar, el ser humano algunas veces, pero Dios perdona siempre. Por eso diariamente hemos de pedir a nuestro Padre Dios: perdona nuestras ofensas.

Como escribió san Pablo: Jesús vino para salvar a los pecadores (Segunda Lectura: Tm 1, 12-17). El Señor busca nuestro cambio de vida: no quiere castigarnos, pretende perdonarnos siempre. Y para eso es necesario nuestro arrepentimiento: pedir perdón y formular el propósito de no volver a repetir lo que hicimos; hacer con frecuencia de hijo pródigo y decir en nuestro interior: Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre... (Salmo Responsorial: Lc 15, 18).

La alegría del cielo

Resulta sorprendente lo que dice Jesús que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse (Evangelio de la Misa: Lc15, 1-10). Nuestro Señor se alegra más por las conversiones de los pecadores que por un buen número de santos que perseveran en sus buenas obras. Esto puede traducirse, a nivel personal, en que hay más alegría cuando hacemos una cosa mal y pedimos perdón, que por noventa y nueve cosas que hacemos bien.

Acoger a los pecadores, comer con ellos es propio de nuestro Dios (Evangelio de la Misa: Lc15, 1-10). Lo curioso es que esos pecadores lo escuchasen, y todavía más chocante es que algunas personas se molestasen por la actuación de Jesús. Todavía hay gente que no entiende que el poder de Dios se muestra sobre todo en la misericordia: la capacidad que tiene su Corazón en llevar nuestra miseria para curarla.

“Oí hablar de un gran criminal que acababa de ser condenado a muerte por unos crímenes horribles. Todo hacía pensar que moriría impenitente. Yo quise evitar a toda costa que cayese en el infierno, y para conseguirlo empleé todos los medios imaginables...

Para animarme a seguir rezando por los pecadores, le dije a Dios que estaba completamente segura de que perdonaría al pobre infeliz de Pranzini, y que lo creería aunque no se confesase ni diese muestra alguna de arrepentimiento, tanta confianza tenía en la misericordia infinita de Jesús; pero que, simplemente para mi consuelo, le pedía tan sólo «una señal» de arrepentimiento...
       
Al día siguiente de su ejecución, cayó en mis manos el periódico «La Croix». Lo abrí apresuradamente, ¿y qué fue lo que vi...?  Las lágrimas traicionaron mi emoción y tuve que esconderme... Pranzini no se había confesado, había subido al cadalso, y se disponía a meter la cabeza en el lúgubre agujero, cuando de repente, tocado por una súbita inspiración, se volvió, cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote ¡y besó por tres veces sus llagas sagradas...!

Después su alma voló a recibir la sentencia misericordiosa de Aquel que dijo que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por los noventa y nueve justos que no necesitan convertirse... (Santa Teresa de Lisieux, Historia de un alma)
       
La peor enfermedad

Nos dice el Evangelio (de la Misa: Lc15, 1-10) que solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”.

En alguna ocasión alguien me ha comentado que encuentra en la Iglesia a pecadores, personas que tienen defectos bastante potentes. Y para su sorpresa le digo: –Qué esperas encontrar en un hospital sino a enfermos. Lo raro sería que la gente que estuviera allí encamada no tuviera ninguna dolencia.

Es que hay gente que piensa que en la Iglesia Católica solo caben la personas santas. Y en realidad estamos los que queremos serlo, pero todavía no lo somos, y precisamente para eso venimos: para que Jesús nos cure. Pues en la vida espiritual  todas las enfermedades tienen buen pronóstico.

San Josemaría en los minutos de acción de gracias, después de la Misa veía al Señor como Médico y le pedía que le curase de todas las enfermedades, especialmente de la peor, que es la hipocresía: el orgullo que lleva a disimular los propios pecados.

Es bueno que nosotros ante el Médico y las personas que lo representan –los sacerdotes– vayamos con sinceridad a contar nuestras miserias, sin ocultar ninguna, para que el Señor nos cure. En este Hospital –muchos llevan Nombre de Mujer– trabaja de Enfermera nuestra Madre, la de Jesús y la tuya.
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Tiempo ordinario, 24º Domingo C

–Primera Lectura
El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado
Ex 32, 7-11.13-14

–Salmo Responsorial
Sal 50, 3-4. 12-13. 17 et 19 (: Lc 15, 18)
R/. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre.

–Segunda Lectura
Cristo vino para salvar a los pecadores
Tm 1, 12-17

–Evangelio
Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta
Lc 15, 1-10



lunes, 2 de septiembre de 2019

EL NEGOCI



¿A qué dedica el tiempo libre?

Dios tiene un plan para hacernos felices, este es el “negocio” de nuestra vida. Nadie mejor que Él puede cumplir ese objetivo, pues nos ha creado y llevamos impresa su imagen en nuestra estructura espiritual: nos ha hecho semejantes a Él.

Jesús al encarnarse nos reveló cómo es Dios: una Familia de tres Personas que son eternamente felices, porque el lazo que les une es el Amor. Un Padre que  entrega todo a su Hijo, y el Hijo que le devuelve absolutamente todo. Es tan radical el Amor entre ellos, que tiene Personalidad propia: le llamamos Espíritu Santo. Este es el secreto de la felicidad eterna: la entrega por amor. En la medida que nosotros realicemos lo mismo que Dios seremos igualmente dichosos. En la práctica todo negocio, y también el de la felicidad, es cuestión de prioridades: lo primero es Dios, en segundo lugar los demás y en tercer lugar nosotros.

Pero sigamos paso a paso lo que nos dicen las lecturas de la Misa del domingo 23 del tiempo ordinario. El libro de la Sabiduría nos habla de lo difícil que es conocer a Dios (Primera Lectura de la Misa cfr.: 9, 13-18). Gracias al Espíritu Santo sabemos que es Amor.

La lógica de Dios es la del regalo, y esto resulta incomprensible para muchas personas que viven inmersas en la cultura del interés. Hace unos días intenté hacer un favor a una persona para facilitarle su trabajo y, cómo esto no suele ser lo habitual, me dijo que, había entendido, que si le hacía un ofrecimiento es porque algo buscaba a cambio. Sucede que habitualmente nadie da sin esperar una contrapartida. La lógica cristiana es distinta: amar es regalar. Ya sabemos el interior del corazón de Dios: cuál es su Vida corriente.

Jesús predicó a personas acostumbradas a los negocios, por eso les habla de calcular gastos. Las personas sensatas deliberan antes de acometer una decisión de importancia. Y una decisión de transcendencia es renunciar a poseer los bienes de este mundo (cfr. Evangelio de la Misa: Lc 14, 25-33). La verdad es que es muy radical entregar todo lo nuestro. Pero Dios es así cuando se trata de amarnos. Y nosotros si queremos ganar nuestra alma tendremos que entregarla. Esto es lo que nos enseña la Sabiduría divina al hacerse Hombre.

El negoci

En uno de los salmos se le pide al Señor que nos enseñe a calcular, a valorar los días de nuestra vida (Salmo Responsorial de la Misa: cfr. 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 et 17: 1). Aunque viviéramos más de cien años comparado con la eternidad es muy poco. Nuestra existencia es corta si se la compara con la eternidad. Pero, aunque nuestra vida sea breve, es muy importante, porque con ese tiempo nos ganamos la gloria.

Las circunstancias han cambiado desde que vivió san Pablo, aunque la actitud tiene que ser la misma: tratar a todos con cariño sin mirar su estatus social. En la carta de San Pablo a Filemón se relata un suceso de la vida del Apóstol en él que apela al amor de un cristiano (Segunda Lectura: cfr 9b-10. 12-17).

Enséñame tus mandatos dice el Aleluya de la Misa (Sal 118, 135) como preparación para la lectura del Evangelio. Jesús dice con claridad que el que no pone en primer lugar a Dios no puede ser su discípulo (cfr. Lc 14, 25-33). Parece que es cristiano al tener que entregarlo todo no se quedará con nada. Pero en este caso, “el menos” de la entrega se convierte en mucho “más”, porque nadie puede ganar a Dios en generosidad.

Menos es más

El Señor en el Evangelio de la Misa, en cierta forma, nos habla de arquitectura: ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: –Este hombre empezó a construir y no pudo acabar.

Precisamente uno de los maestros de la arquitectura moderna decía que la obra “de arriba abajo, hasta llegar hasta llegar al último detalle, está inspirada por la misma idea. Eso es lo que llamamos estructura” (Ludwig Mies van der Rohe)

Quizá siguiendo esta comparación podríamos decir que la estructura del cristianismo, la idea que el Señor quiere transmitirnos hoy es que para ser discípulos suyos hay que renunciar a todos nuestros bienes. No es que no utilicemos las cosas sino que no las tengamos como propias: que las cuidemos como si fueran de otro. Y no nos quejemos si no disponemos de medios, porque como dice el místico el que se queja no es buen cristiano.

Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Evangelio de la Misa: Lc 14, 25-33). Esto forma parte de la esencia del cristianismo. Por eso cuando el Señor nos da cosas buenas es porque nos quiere, pero cuando permite cosas –que la gente llama malas– es para ver si nosotros le queremos a Él. Y, al ver nuestra reacción, Él se vuelca en regalos. Dios no es aburrido, todas sus creaciones son exuberantes y fantásticas como la obra de Gaudí: un buen cristiano en su actuar, en su negoci, refleja la belleza de su Creador.
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23º Domingo C
–Primera Lectura
¿Quién se imaginará lo que el Señor quiere?
Lectura del libro de la Sabiduría 9, 13-18

–Salmo Responsorial
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato
Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 et 17 (: 1)

–Segunda Lectura
Recóbralo, no como esclavo, sino como un hermano querido
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Filemón 9b-10. 12-17

–Aleluya
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus decretos.
Sal 118, 135

–Evangelio
El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío
Lucas, 14, 25-33


FORO DE HOMILÍAS

Homilías breves predicables organizadas por tiempo litúrgico, temas, etc.... Muchas se encuentran ampliadas en el Foro de Meditaciones