lunes, 29 de septiembre de 2008

MENSAJES MULTIMEDIA

Antes la comunicación era solo verbal o por escrito. Hoy se hace a través de las ondas en el espacio.

«Se declaró una batalla en el cielo» dice el Apocalipsis (12, 7-12a: Primera lectura).

Es cierto. En la actualidad hay una batalla declarada entre los operadores de telefonía por captar clientes.

Cada uno hace sus ofertas para captarte y para mantener tu contrato.

En el Apocalipsis se nos dice que Miguel y sus ángeles, que son sus operadores, declararon la guerra a la compañía del dragón.

Es una batalla entre los que quieren estafarnos y los que nos quieren ayudar. La batalla entre el bien y el mal. Entre la soberbia y la humildad. Entre la generosidad y el egoísmo. Entre el no serviré y serviré. Entre quién como yo y el quién como Dios. Entre los que acusan y los que disculpan.

Esto es así porque dice la Escritura que Satanás no solo quiere engañarnos sino llevarnos a los tribunales. Por eso, en el Apocalipsis se dice que es el «acusador».

En medio de esa batalla de telefonía móvil, por seguir con el simil, estamos nosotros. A veces nos dejamos seducir por una compañía o por otra. Por las ofertas de una o de otra.

Dice el Evangelio que los ángeles suben y bajan. Cargan y descargan nuestros mensajes multimedia (cfr. Evangelio Jn 1, 47).

Efectivamente, nuestra vida consiste en enviar mensajes multimedia. Así nos comunicamos con Dios y con los demás.

Los ángeles son los transmisores de nuestra música y nuestra letra. Esto en la tierra. En el Cielo será directamente, no a través de los ángeles.

Por eso dice el salmo: «Delante de los ángeles cantaré para ti».

En el cielo lo que vamos a hacer es cantar. La letra son los hechos objetivos y la música es la intención de nuestro corazón.

Nosotros conocemos las cosas que hacemos, pero relativamente sabemos el amor que hemos puesto. El Señor sí conoce la música, por eso sabe lo que está pensando Natanael. Sus ángeles se lo transmitían.

Aunque en esta tierra tarareemos una mala canción, nuestra Madre sabe escucharla y presentarla a Dios como una sinfonía. Como una madre, Ella hace los arreglos.

Ver homilía extensa

domingo, 28 de septiembre de 2008

SORDERA

Con frecuencia el pueblo elegido por Dios tenía debilidades, y el Señor les pedía que se convirtiera (cfr. Primera lectura de la Misa: Ez 1,25-28).

Los buenos israelitas le daban gracias al Señor porque siempre tenía misericordia de ellos y les enseñaba el camino correcto (cfr. Salmo responsorial: 24).

San Pablo, que era judío, habla a los cristianos para que tengan los mismos sentimientos de Jesús (cfr. Segunda lectura: Flp 2,1-11).

Y los sentimientos del corazón del Señor son de humildad: se sometió al querer de Dios Padre, haciéndose obediente hasta la muerte. Porque la obediencia es prueba de la humildad.

En nuestro caso, si queremos convertirnos y tener los sentimientos del Señor, hemos de hacer caso a Dios.

Somos humanos y habitualmente nos molesta hacer la voluntad de otro. Y muchas veces lo que más nos molesta no es hacer una cosa concreta, sino que nos la mande alguien.

Como estamos inclinados al orgullo, hacemos más a gusto lo que nadie nos manda. Y si tenemos que obedecer, nuestra primera reacción puede ser de rebeldía.

Pero podemos rectificar tal y como dice el Señor en el Evangelio (cfr. Mt 21,28-32). A Jesús le agrada que recapacitemos.

Por eso la conversión no puede darse sin la obediencia, que es una virtud que nos asemeja al Hijo de Dios hecho hombre.

El verbo obedecer viene de otro verbo latino que significa oír. Obediencia procedería de audiencia.

Algunas personas elegidas por Dios tuvieron debilidades, como es el que caso de David. Y hay gente que ha tenido experiencias como las tuvo este santo rey, que también fue pecador, pero se arrepintió.

Otras personas en cambio querían hacer cosas buenas por Dios, pero no escuchaban la voz del Señor. Este fue el caso del primer rey de Israel. Y Dios no quería sus sacrificios sino su obediencia.

La Virgen ha sido la persona que ha tenido el oído más fino: a Ella le pedimos nuestra conversión.
Ver homilía extensa

domingo, 14 de septiembre de 2008

EXALTACIÓN DE LA GUILLOTINA

Sólo pensar que alguien pueda exaltar la horca o la guillotina nos llena de repugnancia.

Así podría pasarle a algunos cristianos de la primera hora: sentirían desosiego cada vez que nombraban el suplicio de cruz. Porque el Señor murió injustamente en él.

Pero San Pablo no rechaza hablar de los padecimientos del Señor: los ve como un motivo de gloria (cfr. Segunda lectura de la Misa: Flp 2,6-11).

Dice el refrán que es de mal gusto nombrar la soga en casa del ahorcado. Sin embargo los cristianos veneramos la cruz. Y si Jesús hubiera muerto en la revolución francesa hoy hablaríamos de la Santa Guillotina.

Porque el patíbulo de la cruz, fue el trono desde donde el Señor nos manifestó que nos quería hasta ese extremo horrible. No porque sea una cosa agradable, sino porque fue el arma que utilizó para ganar nuestro amor.

Jesus fue levantado por encima de la tierra, suspendido en un madero, y gracias a eso, nosotros tenemos la vida eterna (cfr. Evangelio: Jn 3,13-17)

Por eso la Iglesia exalta la Cruz de Cristo, la levanta como un estandarte. Porque los que la miren con ojos agradecidos serán salvados (cfr. Primera lectura: Nm 21,4b-9)

Los primeros cristianos hablaban de «padecer con Cristo».

La Cruz se veía como una espada que se le arrebataba al Maligno: el Señor utiliza el arma del enemigo –el dolor– para vencerle.

Y así nosotros si padecemos juntamente con el Señor, también con él ayudaremos a la salvación del mundo.
Homilia extensa

jueves, 4 de septiembre de 2008

¿CANTAR LAS CUARENTA?

El cariño lleva a las madres a corregir continuamente a sus hijos. Cansarse de corregir es cansarse de querer.

En el Evangelio vemos como el Señor corrige y reprende a sus amigos. Y enseña a hacerlo así (cfr. Evangelio de la Misa: Mt 18,15-20).

El que ama la corrección ama la sabiduría. La persona inteligente es la que admite las correcciones.

Por eso vemos que el Señor no entiende cómo no se corrige al que actúa mal (Ez 33,7-9: Primera lectura de la Misa).

Ojalá escuchemos la voz de Dios (cfr. Salmo responsorial: 94) cuando alguien nos corrija: la voz de Dios que nos llega por muchos conductos.

Se trata de escuchar lo que nos dicen y no querernos justificar rápidamente.

Porque los cristianos debemos decir las cosas como las madres, no porque nos guste cantar las cuarenta, sino porque le queremos (cfr. Rm 13,8-10).

Dice el poeta:

Me duele el corazón
cuando tu sufres
pero
no puedo dejar de corregirte

La indiferencia
juzga
y no comprende.

Un padre comprende,
exige:
por eso no puedo
dejar de corregirte

Versión extensa

martes, 2 de septiembre de 2008

LA PROPINA

Al hablar de algún monarca se dice que es «su graciosa majestad».

Y no es que la reina de Inglaterra sea especialmente divertida, sino porque algunas cosas las concede, gratuitamente, graciosamente.

Al no tener obligación de hacerlo: lo realiza movida por su generosidad.

El Evangelio nos habla de un señor que da una propina generosa a algunos que trabajan para él (Mt 20,1-16).

Pero los compañeros que no han recibido la gratificación se quejan de que sólo los que ganan menos han recibido un plus.

Les parece injusto porque aquellos no han trabajado a jornada completa y acaban recibiendo lo mismo.

Quizá muchos de nosotros hubiéramos dicho lo mismo que esos trabajadores del campo que protestaban.

Y por eso el profeta Isaías dice que Dios tiene otra forma de pensar distinta a la nuestra (Primera lectura de la Misa: Is 55,6-9): «mis planes no son vuestros planes».

El caso es que Dios no da porque tenga obligación, sino porque le da la gana. En definitiva es porque nos quiere.

Amar es regalar, tienen como lema algunos grandes almacenes. Y ojalá que nos regalaran algo cuando vamos, en vez de tener que pagar. Pero el Señor no nos incita a regalar, para sacar negocio. Nos invita a pensar en los demás.

Así actuaron los santos (cfr. Segunda lectura: Flp. 1,20c-24.27a). Nos imaginamos a la Virgen siempre dando, sin esperar nada: Ella si que es graciosa.

FORO DE HOMILÍAS

Homilías breves predicables organizadas por tiempo litúrgico, temas, etc.... Muchas se encuentran ampliadas en el Foro de Meditaciones