viernes, 3 de junio de 2022

FIRE!!



Los Apóstoles «se llenaron del Espíritu Santo y empezaron a hablar». Esto es así porque cuando nos inunda el Amor necesitamos comunicar las «maravillas de Dios» (cfr. Hch 2,1-11).

El Amor no es nunca mudo. El que no habla de Dios es que no tiene la fuerza de su Espíritu. El Amor de Dios –que el cristiano debe llevar dentro– es lengua y fuego.

El Señor quiere salvarnos y envía su Espíritu (cfr. Sal 103) para que incendie el mundo. El egoísmo también quema, pero es como el infierno, frío y distante: nada comunicativo.

El Amor de Dios no se para ante nada, es fuego que no hace distinciones. Aúna todo, porque para el Amor la diversidad no es contrariedad. Lo que es distinto enriquece al conjunto (cfr. 1 Cor 12, 3s). En una familia el cariño de padre hace que seamos iguales y diferentes. Para Dios todos somos gemelos.

Como ha dicho el poeta: «El Amor es el Alma de la Iglesia. Es Viento que borra los pecados de la Tierra. Es Rocío que hasta el polvo del camino convierte en primavera».

Por eso murió Jesús para que recibiéramos el Espíritu Santo, y lo contagiáramos (cfr. Jn 20, 19-20). La felicidad no puede ser sólo para nosotros, hay que radiarla, como se cantan los goles de un partido.

viernes, 27 de mayo de 2022

EL PERFUME DE REGALO


Los primeros cristianos notaron la ausencia del Señor. Su Humanidad se marchó al cielo el día de la Ascensión (cfr. Lc 24, 46-53). Y ellos seguro que se quedaron con una sensación extraña.

María guardaría con cariño la ropa de Jesús, e incluso su casa todavía conservaría su olor. Pero ya no iban a ver más sus manos grandes de carpintero, ni su simpática sonrisa, ni oirían el tono de su voz… Se fue.

A nosotros puede pasarnos por el estilo. No conocemos el rostro de Jesús, y tampoco le oímos.

Pero, aunque el Señor ascendió allá arriba «entre aclamaciones» (Sal 46, 6), también prometió que a nosotros nos llegaría aquí abajo un regalo, que Él nos lo enviaría «de lo alto» (Lc 24, 46s).

Y al enviarnos su Espíritu recibimos ese Regalo especial. Y fuimos «ungidos con su perfume». Y por el olor de esta fragancia, los cristianos seríamos conocidos en todo el mundo (cfr. Hch 1, 1-11).

Después de la Ascensión no contamos ya con la presencia de la Humanidad de Jesús, pero tenemos su Espíritu.

Muchos no conocen al Espíritu Santo, el Amor de Dios, que Jesús nos envió para consolarnos. Muchos no conocen ese Amor, que es el único bálsamo perfumado que alivia en las dificultades. Y nosotros somos los comerciales, viajantes, de este producto maravilloso.

El Amor de Dios irradia ese perfume que atrae, y que muchos quieren imitar. Pero se nota cuando no es el auténtico, porque se desaparece rápido.

El perfume que Dios regala a los cristianos es discreto, no empalaga, y dura siempre. Es producido por el verdadero Amor. Es el auténtico Cristian Dior.

viernes, 20 de mayo de 2022

BABEL NUNCA MAIS



Sabemos que los Apóstoles se reunieron en Jerusalén para dar solución a los problemas que habían surgido entre los cristianos (cfr. Hch 15,1-2s).

En aquella reunión solemne buscaron la coordinación. Aunque tenían motivos para enfrentarse unos contra otros, no lo hicieron, sino que respetaron las distintas sensibilidades, mientras no se opusieran a las Enseñanzas del Maestro.

Los Apóstoles y sus sucesores gozan de esa capacidad de unir, respetando las opiniones que no vayan en contra del Evangelio.

La compresión y la coordinación no podría darse con la testarudez propia de la falta de la inteligencia. Porque la fe tiene que ir unida a la verdad.

Pero la Verdad no puede utilizarse como un arma arrojadiza, que impacta como una bofetada.

La Verdad sin Caridad encuentra obstáculos para ser recibida. Pero incluso resulta dañina al que la lanza al rostro de los demás, porque no en vez de hacerle bueno le hace orgulloso.

Es una pena que la Verdad sea motivo de desunión. Aunque la Verdad nunca desune, lo que desune es la ignorancia y el orgullo.

Para eso quiso enviarnos Jesús el Espíritu Santo, que es Amor de Dios y nos enseñará todas las cosas (cfr. Jn 14, 23-29).

En la Antigüedad los hombres quisieron construir una torre altísima que llegara hasta el cielo. Hoy esto sería más o menos fácil. Pero aquellos hombres como cimiento de aquel gran edificio utilizaron su orgullo.

La cosa acabó mal y nadie se entendía, igual que sucede unas horas después de haber consumido alcohol, que no se sabe porqué siempre hay disputas.

En Babel no se entendieron, y hubo confusión, porque cada uno fue a lo suyo: podemos decir metafóricamente que no tenía un «habla común».

En el Apocalipsis se nos habla de otra construcción –una ciudad bellísima– que no sube de la tierra al cielo, sino que baja del cielo a la tierra. Porque desde allí el Señor nos ha enviado el secreto para entender la lengua de los demás: quererles.

domingo, 15 de mayo de 2022

YA ES PRIMAVERA



La primavera es una explosión de novedad en la naturaleza. Es un renacer. Por eso la primavera es una figura de la Resurrección de Cristo. Y en algunos sitios a este tiempo se le llama Pascua florida.

El Apocalipsis nos habla de un cielo nuevo y una tierra nueva que ha inaugurado el Señor y que se hará realidad (cfr. Segunda lectura: 21, 1s).

Efectivamente ya es primavera en toda la creación, el invierno del pecado ha sido vencido por el Sol.

Esto quiere decir que, con la Resurrección del Señor, la vida de todos los hombres se ha llenado de novedad.

Y los apóstoles fueron llamados a predicar todo esto (cfr. Primera lectura: Hch 9, 26s). Así lo hizo San Pablo: anunciar la alegre noticia de que Dios nos ama, hasta el extremo de morir por nosotros.

Con su venida, con su Pasión y su Resurrección Dios ha inaugurado un nuevo tiempo, en el que rige un mandamiento nuevo (cfr. Evangelio de la Misa: Jn 13, 31s).

Es cierto que todavía el egoísmo y el interés está mezclado con el amor y el servicio. El trigo y la cizaña crecen juntos en esta Primavera de la Tierra. Incluso están juntos en nuestro corazón.

A veces el mandato del Señor es difícil de cumplir, y puede parecernos imposible: amar a los demás –a todos– hasta el extremo de entregar la vida por ellos, como nos manda Jesús.

De alguna forma este mandamiento es imposible de cumplir con nuestras solas fuerzas: sólo podemos amar como Dios si Él no nos lo da.

En esta época del año hay fiestas folclóricas donde el vino es un elemento esencial, igual que el baile. Estas son dos realidades que se dan en países católicos, porque la ternura por las cosas de la tierra la ha traído el Señor con su resurrección.

Efectivamente habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, donde se llenará de alegría la vida de los demás. Allí no habrá borracheras, que siempre son alienantes. Porque la nueva tierra es lo más opuesto al vómito asqueroso de un botellón.

En el nuevo cielo y en la nueva tierra estaremos rodeados de caras sonrientes. Aquello será como un estallido primaveral. Y para llegar allí hemos de «permanecer» en el Señor (cfr. Jn 15, 4s: Aleluya de la Misa).

Permanecer en el Señor consiste en no separarse de Él: hablarle, escucharle, pedirle perdón, recibirle…

¡Qué alegría tener a Dios! Y que sosos somos nosotros al hablar de Él.

¡Sonríe! Eres cristiano. La caras largas son patrimonio del frio infierno. Nuestro enemigo no sabe nada de la alegría de la entrega.

El amor nos hace tener el cuerpo vestido de flamenca. Y aunque llueva un poco ya es primavera hasta en el cielo inglés.

sábado, 7 de mayo de 2022

EL BUEN TAXISTA



Jesús dice: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco, y ellas me siguen» (Evangelio de la Misa).

En el Apocalipsis se dice que el Señor es el pastor de los santos y que los conduce hacía la felicidad (cfr. Ap. 7,9s: Primera lectura).

Jesús con su voz nos indica el camino, pero como pastor también nos lleva personalmente hasta el sitio mismo. Además, en el caso de que lo necesitemos, no le importa subirnos a sus hombros.

Nos viene a la cabeza la figura del Buen Pastor con una oveja que lleva alrededor del cuello. La lleva de la misma manera que un padre lleva a su hijo pequeño, cuando algunas veces sale de paseo.

Dios cuida especialmente de nosotros, que somos sus hijos. Y si confiamos en el Señor tendremos siempre paz.

Por eso, los acontecimientos de nuestra vida hay que preverlos con mucha esperanza. El Señor nos ha protegido hasta este momento y cuidará también de nosotros en todas las ocasiones.

Él nos llevará. ¿Por qué vamos a temer? Dios nos ha asegurado que todo contribuye al bien de los que le aman. Pues el mismo Padre que nos cuida hoy, nos cuidará mañana.

Y si en nuestra vida viene algún mal, nos dará también el valor para soportarlo.

Por eso hemos de permanecer siempre en paz, y arrancar de nuestra imaginación lo que pueda angustiarnos y decir con frecuencia a Nuestro Señor: «Confío en ti» ¿Qué puede temer un hijo en brazos de semejante Padre?

Los niños no piensan tanto en sus asuntos porque tienen quien piense por ellos, y sin están junto a su Padre siempre serán fuertes. Si lo hacemos estaremos continuamente en paz.

Eso nos ocurrirá si confiamos en Dios de un modo pleno, invariable. Pero los medios para servir al Señor hemos de desearlos serenamente y sin aferrarnos a ellos. Porque podría pesar que en un momento determinado Él nos impidiera utilizarlos, y entonces nos sintiésemos muy afectados.

«Señor, yo, lo que Tú quieras. Lo que Tú quieras»

Hace unos días me dijo un taxista:

–«Aunque no se lo crea, yo cuando salgo de mi casa le digo al Señor: conduce Tú».

FORO DE HOMILÍAS

Homilías breves predicables organizadas por tiempo litúrgico, temas, etc.... Muchas se encuentran ampliadas en el Foro de Meditaciones