viernes, 30 de marzo de 2018

Mi tío Antonio




Como sabéis mi tío Antonio falleció el día 4, y me hubiera gustado celebrar las exequias por él. Pero cuando me dieron la noticia, me encontraba en Roma.

Y hoy he cogido el Ave a las 4:40 de la tarde para estar aquí. Precisamente me he sentado con un paciente suyo, al que descubrió una lesión de colédoco.
Tenía que estar aquí hoy, como fuese, porque aunque mi tío Antonio no tuvo hermanos varones, en realidad, mi padre y él se consideraban como hermanos.

La primera lectura nos hace considerar nuestra vida, cuando relata que Moisés habló al pueblo, diciendo: “Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal”.


Precisamente el miércoles pasado el Papa a los sacerdotes nos habló sobre nuestras homilías. Que deben ser cortas.


Pues en una situación como de hoy decía Francisco en una de sus homilias que nosotros somos hombres y mujeres en el tiempo... tiempo que empieza y tiempo que acaba.


El Papa, nos hacía considerar que: la muerte es un hecho, la muerte es una herencia y la muerte es una memoria.


Decía que podríamos imaginarnos que somos eternos, pero el hecho llega... Antes o después llega, y es un hecho que nos toca a todos.


Y sigue el Papa: La segunda idea es la herencia.
Decía Francisco que sucede a menudo que cuando, al morir, hay que enfrentarse a una herencia, en seguida llegan a ver cuánto dinero le ha dejado  a este, a aquel, al otro.


Y esta historia es tan antigua como la historia del mundo.
En realidad, lo que cuenta es la herencia del testimonio: ¿qué herencia dejo yo? Decía el Papa.


Y hablando del gran rey de Israel, explicaba que  David también fue un gran pecador: ¡cometió muchos pecados!
Pero fue también un gran arrepentido, hasta llegar a ser un santo, a pesar de las cosas gordas que hizo.


Y David es santo precisamente porque la herencia es esa actitud de arrepentirse, de adorar a Dios antes que a uno mismo, de volver a Dios.


Y con mucha simpatía comentaba:
Es cierto que, si vamos a un velatorio, el muerto siempre “era un santo”, tanto que hay dos sitios para canonizar a la gente:


¡la Plaza de San Pedro y los velatorios, porque siempre “era un santo”...


Y sigue diciendo:
La herencia verdadera es el testimonio de la vida. Es oportuno preguntarse: ¿qué herencia dejo si Dios me llamase hoy? ¿Qué herencia dejaré como testimonio de vida?


La tercera idea —junto al «hecho» y la «herencia»— es «la memoria».


Porque también el pensamiento de la muerte es memoria, pero memoria anticipada...


Por eso decía el Papa que la pregunta que hay que hacerse es:
cuando yo me muera, ¿qué me hubiera gustado hacer en esta decisión que debo tomar hoy, en el modo de vivir hoy?


Pues hoy, mi tío Antonio junto con mi padre, estarán haciendo memoria de su paso por esta tierra.


Los dos  se querían mucho –y se seguirán queriendo en la otra vida–, los dos vivieron la infancia juntos.


Al quedarse huérfanos se vinieron a Sevilla, a vivir con nuestra bisabuela Irene, y vivieron los dos en la misma casa, la de la calle Alhóndiga 80.


Allí junto al convento de las  las monjas, que hacen las yemas de San Leandro.


Los primos se querían mucho: mi Padre me hablaba de sus primas Irene y Felisa. A las que mi tío Antonio también tenía gran cariño, eran las chicas de la familia.


En esa casa, que luego fue vivienda y consulta de mi tío Antonio, se conocieron mis padres. Porque mi madre venía a Sevilla, a examinarse de piano.


Siempre he sabido que mi tío  y mi padre se lo pasaban muy bien: uno estudiaba medicina y otro derecho, y su pasión era el fútbol.


Así competían entre las dos facultades: muchas veces he oído a mi padre los gritos de ánimo que daban los hinchas, a los dos equipos: –¡Húmero y barbecho el que pita es Derecho!


A lo que contestaban los rivales: –¡Húmero y vagina, la que pita es Medicina!


Mi padre me contaba que los dos iban a estudiar  al parque de María Luisa.


Pienso que allí no darían ni golpe, pero aprovechaban para vender los libros viejos que tenía su abuela Irene.


Y así ganarse un dinero para ir al fútbol: por supuesto al Sevilla.


También era conocido en la familia, que un día alguien llevó a su abuela Irene, un lomo.  Para que ella se lo entregara a una persona del pueblo, que iría a recogerlo.


Y como los dos, en aquellos años 40, tenían tanta hambre... se lo comieron de una sentada.


Y le dijeron a su abuela, muy sumisos, que pensaban que era para ellos.


Los dos eran muy simpáticos: mi padre más expresivo...


Y mi tío Antonio tenía un humor inglés muy fino, como el bigotillo, que entonces llevaban los médicos.


Me han contado, que a Tio Antonio, y a mis primos, les gustaba salir en barco con el hermano pequeño de mi padre. Que también se llamaba como yo.


Y luego al casarse con mi tía María Josefa, los dos matrimonios, ellos y mis padres, salían juntos porque congeniaban muy bien...Mi tía era muy divertida y emprendedora.


La última vez que nos vimos, mi tío Antonio y yo, hablamos sobre una pasión que teníamos en común: la historia.


Él. como estaba ya jubilado, se dedicaba a escribir, y por eso intercambiamos información.


Era de estos médicos humanistas, que les interesaba el mundo de las letras.


Y además de hacer ejercicio todos los días, me contaba que estaba escribiendo sus vivencias.


Yo les animé y me dijo que gracias a sus hijos las estaba publicando.


Al leer la esquela del periódico me han gustado varias cosas. Primero que no se equivocaran en su segundo apellido, porque a veces se lo escribían en plural.


Y luego que pusieran aquello de “médico”. Porque esa fue su vocación. Íbamos mucho a él.


Y después de pasar una enfermedad muy grave, dijo:
–Mi sobrino Antonio está más sano que una pera.


Esta vocación la han heredado sus hijos varones: Paco, Antonio, Juan; y mi prima Pilar, que es enfermera... Así que todos.
Hemos leído en el Evangelio aquello que dice Jesús: ¿De qué le sirve a un hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?


Estoy convencido de que mi tío que salvó a tanta gente se ha ganado el cielo gracias a lo que hizo por los demás y por Dios.


Así se lo pido a la Virgen de los Reyes.


Sevilla, parroquia de san Pedro
15 de febrero de 2018
8:45 p.m.

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