miércoles, 30 de diciembre de 2020

LA PUERTA DEL SOL


Nosotros hemos querido celebrar la entrada del año junto al Señor, a la puerta del Sagrario. 

Queremos que el Señor nos «bendiga y proteja» (Nm 6, 24: primera lectura de la Misa).

EL SOL

Jesús es el Sol que nace de lo alto. Por eso le pedimos que «ilumine su rostro sobre nosotros» (Sal 66,2: Responsorial de la Misa).

Y Dios tiene rostro humano porque ha «nacido de mujer» (Ga 4,4: segunda lectura de la Misa) en la Persona del Hijo.

Por eso para llegar a Dios es necesario pasar por la Humanidad del Señor. Esto es lo que han experimentado los santos: «He visto claro que por esta puerta hemos de entrar» escribió Teresa de Jesús.

LA PUERTA DEL SOL

Nos cuenta el Evangelio que las personas que se le comunicó la venida del Señor «fueron corriendo» a ver a Jesús «y encontraron a María» (Lc 2,16: Evangelio de la Misa).

Hemos de ir a Jesús por María. Ella es su Madre, la Madre Dios. Éste es el principal título de la Virgen. Y la Iglesia quiere que celebremos hoy esta solemnidad. Así empezamos el año dándonos prisa en conocer a la Humanidad del Señor llevados de su mano. –Eres la Puerta del Sol que nos ha nacido.

sábado, 26 de diciembre de 2020

COCIDO DE CIELO


 
Dios al encarnarse quiso formar parte de una familia. Dice el Evangelio (de la Misa de hoy). «Los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor... Y cuando cumplieron lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret» (Lc 2,22-40).

Dios no es un ser solitario, forma una familia: el Padre, el Hijo y Espíritu Santo. No es de extrañar que Él, al hacernos a su imagen, haya querido que pertenezcamos a una familia. Por eso si queremos conocer a Dios, nos podemos fijar en una que esté unida y en la que se quieran.

EL HOGAR DE NAZARET

Aquella casa de Galilea, donde creció Jesús fue el cielo en la Tierra. Tendrían problemas económicos, pues eran pobres, y tuvieron que abandonar su país por cuestiones políticas... Externamente la familia de Jesús era una familia como la nuestra, pero en su vida puertas adentro algo especial ocurría. Algo maravilloso se guisaba en su cocina.

CONDIMENTOS PARA EL COCIDO

Misericordia, bondad, humildad, dulzura, comprensión: nos dice San Pablo que son los elementos indispensables para que funcione un hogar cristiano (cfr. Col 3,12-21).

En todas parte cuecen habas. En todas las familias hay problemas: unas veces por un motivo y otras veces por otro. Todos somos pecadores y damos la lata.

MISERICORDIA

Con un falso idealismo podemos pensar que los demás nos han fallado. No podemos asustarnos ante la enfermedades que hay en el alma de los demás: lo nuestro es curar. En el corazón debemos llevar la miseria de los demás. Como el Señor cargo con nuestros pecados.

BONDAD

Entrenarse en ser buenas personas. Responder al mal con el bien: tener la venganza de apedrear a la gente con avemarías.

HUMILDAD

Abajarse, como hizo el Señor. Que no nos importe que nos crucifiquen cada día en cosas pequeñas. Ya se darán cuenta de que les queremos.

DULZURA

Ser especialistas en decir las cosas con elegancia. La lengua hace daño, pero también hace mucho bien.

Y COMPRENSIÓN

Con el tiempo uno se da cuenta de que amar es comprender: ponerse en la piel, o en la camiseta de los demás.

CRECER

«El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría» (Lc 2,22-40). Es cierto que Jesús iba aprendiendo y llenándose de gracia. Pero también sus padres aprendían de Él. Lo que son las cosas: en una familia todos crecemos.

Acudamos confiadamente a la Virgen para conseguir que Ella ponga en nuestro corazón su misericordia: la forma de amar que le enseñó Jesús. Y nuestra familia tendrá siempre tocino de cielo.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

DIÓ A LUZ (NAVIDAD)


«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1: primera lectura de la Misa de medianoche)


Y eso que profetizó Isaías se cumple hoy: nosotros que caminamos en este mundo hemos visto una luz maravillosa. Esa Luz es Cristo.

Jesús es la luz de nuestros ojos. Como dijo el poeta:

«veante mis ojos, pues eres lumbre de ellos, y sólo para ti quiero tenellos»

Celebramos que esta noche la Virgen ha dado a luz a la Luz.

La Segunda Persona de la Trinidad, el Hijo, se ha encarnado. Es Dios que procede de Dios, Luz que procede de la Luz, como decimos en el Credo.

Por eso Isaías da en el clavo cuando dice que hoy hemos visto «una luz admirable». Precisamente hoy Dios ha querido revelarse, mostrarse a los hombres de una forma que el hombre entiende.

Dios ha querido hacerse hombre para que lo escucháramos mejor. Y ha nacido débil, como nosotros nacemos.

El Grandioso se hace diminuto. Para que nosotros comprendamos el Amor que Dios nos tiene: para eso se pone a nuestra altura, mejor dicho se pone a nuestra bajura.

Ya nadie podrá decir que es difícil conocer a Dios. Porque hasta el más ignorante puede contemplar el cielo en la tierra.

Hemos de utilizar la cabeza para fijarnos. Pensar en un Dios que se hace pequeño.

Decía un pensador inglés que «el sabio es quien quiere asomar su cabeza en el cielo».

Esto es lo que nosotros deseamos esta noche: contemplar a Dios.

Quizá nos desconcertará ver al Creador del universo entre dos animales. Es imposible entenderlo: porque el amor de Dios sólo se puede admirar, el hombre es imposible que lo abarque.

Decía el inglés: «El sabio es quien quiere asomar su cabeza al cielo; y el loco es quien quiere meter el cielo en su cabeza».

Hoy la Iglesia no solamente nos propone rezar con palabras nos dice que cantemos al Señor, y si es posible «un cantico nuevo» (Sal 95,1: responsorial de la Misa de medianoche)

San Pablo nos habla de «la aparición gloriosa del gran Dios» (Tt 2,13: segunda lectura de la Misa de medianoche). Hemos abierto el regalo y nos hemos encontrado con sorpresa que lo que el Señor nos ha regalado no es un símbolo de su amor, sino que se nos entrega Él mismo.

«Os traigo una buena noticia, una gran alegría: nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11: Aleluya de la Misa de medianoche).

El ungido de Dios, el Mesías, el Salvador, el mismo Señor, que se ha hecho hombre.

Por eso Jesús lleva ese nombre: significa Dios que salva.

No ha enviado a un mensajero para salvarnos sin que ha venido en la Persona de su Hijo.

Y terminamos con la letra de un Villancico manchego: «¡A San José y la Virgen, felicidades y enhorabuena!».

jueves, 17 de diciembre de 2020

CUERVOS MENSAJEROS




David quería construirle al Señor un santuario digno. El Señor agradece este ofrecimiento del Rey David. Y es su hijo Salomón el que construiría el famoso templo de Jerusalén.

Pero el verdadero lugar donde habitará Dios será el vientre de una mujer, porque el Señor ha decidido hacerse hombre, poner verdaderamente su tienda entre nosotros.

Es como si Dios hubiese pensado: –Tú has querido tener el detalle de hacerme una casa para mí, pues mi templo será una mujer de tu familia.

Todos los monarcas buscan estabilidad en el reinado. Y todo eso Dios se lo promete a David, pero de una forma que el Rey no podía imaginar.

En profeta Natán fue el enviado por el Señor para decirle a David: «Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre» (2S7,16: primera lectura de la Misa).

El Señor envía a un mensajero para decirle que había escuchado sus buenos deseos. Y esto es curioso. Dios no sólo mira nuestras obras sino nuestros deseos.

También en nuestro caso puede que, una persona de parte de Dios, nos comunique que el Señor está contento con lo que pensamos el otro día.

Y esto es lo que hizo con David, y con María. Después de tanto preparar su llegada. Al final la sorpresa:

Lo que había sido profetizado, se cumplió. Y fue otro mensajero de Dios, esta vez propiamente un «ángel», el que le dijo a María: «Darás a luz un hijo[...], el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lc 1, 31-24: Evangelio de la Misa).

También esta vez el Señor envió a un mensajero: su nombre era Gabriel.

Más tarde, el apóstol Pablo fue enviado por Dios para revelarnos a nosotros ese «misterio mantenido en secreto durante siglos» Rm 16, 25: segunda lectura de la Misa).

Ya se ve que Dios no deja de enviarnos mensajeros para que conozcamos a Jesús. Ahora también lo hace. En estos días la iluminación de las calles, los belenes, los regalos, el turrón, el pavo, y los árboles de Navidad hacen de mensajeros: nos recuerda el nacimiento de este Niño que dará la vida por nosotros y que resucitará, para que su reino no tenga fin.

Dios también te ha elegido a ti –que lees estás líneas por internet– como eligió a Natán, a Gabriel, y a Pablo.

En este tercer milenio quiere el Señor que comuniques a los que tienes alrededor la posibilidad de tener amistad con Él.

En algunos países por la calle, a los curas, que visten de curas, suelen llamarles «cuervos». Tanto es así que un sacerdote francés se ha extrañado de la falta de educación en algunas ciudades españolas. No importa.

Lo que tenemos que hacer es no desanimarnos sino seguir hablando de Dios. Alguien nos escuchará. Puede ocurrir como en el caso de Pablo: también los fanáticos se convierten, y no cuando nosotros queremos sino cuando le toca la gracia de Dios. Porque el reino de Jesús no es un reino de violencia, sino de misericordia.

Y aunque nos llamen cuervos, habría que decir: –soy un cuervo, pero un cuervo mensajero.


miércoles, 9 de diciembre de 2020

VIVA LA PEPA



«Me alegro con mi Dios»: hemos oído que exultaba Isaías en la Primera lectura (61, 10B). Y el lema de este domingo podría ser algo parecido: «estoy contento con Dios».

Sin embargo las personas mayores suelen tener otro lema que repiten con frecuencia: «La salud es lo principal».

Por eso no es extraño que San Pablo dijese a los primeros cristianos: «estad siempre alegres» (1 Ts 5,16-24: segunda lectura de la Misa).

Un amigo ha publicado un libro que se titula «Amar y ser feliz». Pero en realidad podría titularse también: «Amar es ser feliz». La persona que en su vida se «roza» con el Amor de Dios llegará a la felicidad.

Y esa persona que ha sido «untada con el Amor de Dios» «desborda» de alegría y trasmite la felicidad a los demás (cfr. Is 61, 1-2 a.10-11: Primera lectura de la Misa).

«Me alegro con mi Dios» repetimos hoy los cristianos (Is 61, 10B: Respuesta del Salmo).

A veces nos preguntamos si el Señor estará contento de nosotros, y es bueno hacerlo así. Pero también nos ayuda pensar si nosotros estamos contentos con Dios.

Una de las cosas que más dificulta la santidad es el espíritu de queja. Por eso los santos han dicho y escrito que «el que se queja no es buen cristiano».

Eso lo decía San Juan de la Cruz, que por ser hoy domingo no celebramos su fiesta. Pero nos acordamos de él por el buen ejemplo que nos dio. Sufrió mucho, pero con alegría.

«Estad siempre alegres» nos dice San Pablo, y esto es difícil. Pero también es verdad que nos da la solución: «Sed constantes en la oración».

Efectivamente, la oración es la mejor medicina contra la tristeza. La infalible «tableta OKAL» que anunciaban en televisión.

El Evangelio (de la Misa de hoy) nos cuenta que San Juan Bautista decía: «en medio de vosotros hay uno que no conocéis» (Jn 1, 26).

Tenía mucha razón y la sigue teniendo: cuando no estamos alegres, es porque no sabemos descubrir que el Señor está en medio de nosotros.

Porque la música del cristianismo es la alegría desbordante.

Por eso hemos de pedir: –Señor: que los malos sean buenos; y los buenos, simpáticos.

Porque los santos han sido personas que han estado contentísimas de Dios. Precisamente, la oración que se conserva de la Virgen es así: exultante, por lo bien que se portaba el Señor con Ella (cfr. Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54: Salmo responsorial).

La oración de María es como el desbordarse de felicidad de un niño cuando recibe los regalos de Reyes.

Todavía me acuerdo de la expresión de mi hermana pequeña la noche de un 6 de enero. Al verse rodeada de las cosas que había deseado, gritó: –¡Viva la Pepa!

jueves, 3 de diciembre de 2020

FRIKIS


El adviento tiene dos protagonistas importantes. El primero es un profeta. Y el segundo «es más que un profeta» (Lc 7,26).


El profeta es Isaías. Siglos antes de que ocurriese nos habla del primer adviento de la historia, la primera venida del Señor.

Nos dice por ejemplo: «El Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una virgen está encinta y va a dar a luz un Hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7,14). Emmanuel significa Dios con nosotros.

Y siete siglos después, una joven virgen llamada María fue visitada por el Arcángel Gabriel, que le anunció que daría a luz un hijo, que sería llamado Hijo de Dios (cfr. Lc 1,31-32).

Isaías es el profeta que anuncia con más claridad la figura de Jesús. Por eso san Agustín comenta que algunos decían que parecía un evangelista.

Y escribió Isaías : «Preparadle un camino al Señor» (Primera lectura de la Misa: Is 40,1-5-.9-11.

Inspirado por el Espíritu Santo el profeta había predicho que un hombre prepararía el «camino» para el Señor.

Estaba profetizado y se cumplió: el ingeniero que tenía que allanar la sendas de Jesús fue Juan el Bautista. Él es el principal personaje del Adviento.

Juan «predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados» nos dice el Evangelio (de la Misa: Mc 1,1-8).

Y esto es lo que tenemos que hacer nosotros en este tiempo: buscar nuestra conversión acudiendo a la misericordia de Dios.

Por eso le decimos al Señor con el Salmo (84: Responsorial de la Misa):

«Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación».

La Iglesia nos pone a nuestra consideración la figura del Bautista, para que nosotros en este tiempo nos preparemos limpiándonos de nuestros pecados.

No se trata de un simple lavado superficial, el Señor nos pide una cambio interior que elimine las manchas de nuestra alma.

En un programa de radio en el que se hablaba de las manchas, una de las que participaba en la tertulia decía a los varones que estaban allí presentes:

Los hombres habláis de cómo se producen las manchas pero somos las mujeres las que decimos cómo se quitan.
A nosotros nos puede ocurrir lo mismo: que hablamos de las cosas que van mal en nuestra vida, pero no nos decidimos a quitarlas. Cuando es muy fácil: para eso está el sacramento de la penitencia.

Hay gente que piensa que los errores se limpian pasando página y seguir haciendo cosas como si no hubiera pasado nada.

Todas las cosas que hacemos, si no nos sirven para que seamos mejores, no sirven para nada. Porque hacer cosas es muy importante, pero más importante es el ser.

Estamos en un ambiente superficial en el que cuenta sobre todo la apariencia: ya no es el homo sapiens sino el homo faber: el que hace cosas.

Precisamente, hace pocos días le hacían una entrevista a una mujer famosa en la vida política en la que decía: a mí, lo que me interesa es el hacer, no el ser.

Esta persona se define a sí misma como rígida. En el colegio decían de ella las monjas que era muy orgullosa. Hay bastantes anancásticos, enfermedad de personas fieles, perfeccionistas.

Lo que Dios nos pide a nosotros es que convirtamos el hacer en el ser. Que las obras sean manifestación de que somos buenas personas, gente con buen corazón

Eso nos llevará a buscar ser amables más que ser perfectos. No gente a la que se admira sino a la que se quiere.

No se trata de aparentar amabilidad, sino de tener buen corazón

Por eso, me gustó que esa mujer famosa dijera que ella no tenía enemigos sino oponentes políticos. Y de otra, que está en un partido opuesto dijera: –Somos amigas.

Igual que es conocido que son amigos los dos grandes rivales del tenis actual: Nadal y Federer. Esto da alegría porque es cristiano.

Y da mucha pena lo que decía el Señor: Y los enemigos del hombre serán los de su misma casa. (Mt 10,36). Hay mucha gente que se lleva muy bien con los extraños pero son inaguantables en su casa. Ésta es la conversión que nos pide el Señor: una conversión de dentro y de fuera.

San Josemaría decía que la superficialidad no es cristiana. Estamos en una sociedad muy volcada en el exterior. Hay mucha gente que tiene alma de portera, que se interesa sólo por lo que viene y lo que va, pero reflexiona poco: vive muy al día.

Si queremos convertirnos, tenemos que pensar y hacer pensar: reflexionar. Muchas veces, lo que hace el Señor es que reflexionemos: el hijo pródigo volvió con su padre porque reflexionó sobre su situación.

Pensar y hacer pensar. Es muy contrario al fundamentalismo, propio de gente de mentes estrechas que sólo funcionan con el principio de autoridad: Lo que no viene de arriba no es bueno, o no puede ser tomado en consideración.

Esto ahoga el espíritu de iniciativa.

Los fundamentalistas dicen que hay que ir a los fundamentos de la fe y que sólo la Escritura es importante.

El mundo islámico recibe el fundamentalismo con emoción pues el Corán viene de Dios Textualmente: hasta la materialidad del libro.

Pero eso no es así: Dios da la inteligencia. Es verdad que la Escritura viene de Dios, pero la conocemos por otros hombres, por tradición.

Y además otras personas nos la interpretan: la homilía siempre ha sido un elementos clave para los cristianos.

Conversión en profundidad: pensar y hacer pensar. No es un lavado superficial.

Por eso Juan el Bautista aclaraba que el Señor no bautizaría con agua sino «con Espíritu Santo» que es el que nos hace recapacitar y nos convierte.

La figura de Juan es una de las más interesantes de la Historia. Mucha gente acudía a él, pero no se dejó llevar por la vanidad: no buscó el triunfo humano. Claramente avisó que él no era el que esperaban.

La humildad de este hombre fue heroica. No busca sobresalir. Cuando el Señor entra en escena, Juan desaparece. Y les cede sus mejores discípulos a Jesús.

La humildad no es una virtud que se lleve en la actualidad. Se busca el triunfo, no se entiende que un fracaso pueda beneficiarnos.

Estamos en una sociedad «mediática» donde las niñas ya no quieren ser princesas sino modelos famosas: para que se fijen en ellas. Se cultiva muchísimo la imagen, y hay clínicas de embellecimiento, donde se arreglan la patas de gallo y los códigos de barras de la cara, y se estira todo lo estirable.

La imagen es fundamental para esta generación en la que vivimos. Hay especialistas en imagen, y hay nuevas enfermedades por motivo de la imagen.

Por eso Juan el Bautista no está bien considerado. Algunos han dicho de él que era «un energúmeno peludo» y que gritaba mucho. Sin embargo el Señor lo alaba al máximo, porque era un hombre coherente: decía lo que había que decir, y no lo que pegaba.

Se podría decir que Juan el Bautista era un tanto original. Por como vestía, por las cosas de las que hablaba...

También pasa esto hoy: que a las personas coherentes se las puede tachar de originales, de frikis.

San Pablo, San Martín de Tours, San Francisco, Santa Teresa, Santa Catalina, el Santo Cura de Ars, San Juan Bosco, Juan Pablo II... todos ellos tienen una cosa en común que son un poco frikis.

Es que el Señor es un poco friki: es el fundador de los frikis.

El cristianismo organizado viene después pero los santos siempre han sido revolucionarios.

Le decimos al Señor: –¿Cuando llegara mi conversión?

No es previsible. Las cosas del Señor llegan cuando llegan.

Por su parte San Pedro nos habla de la segunda venida del Señor: «del día del Señor» que «llegará como un ladrón» (Segunda Lectura de la Misa: 2P 3,8-14).

Había gente que esperaba que el Jesus volviera de inmediato, y San Pedro escribe que «para el Señor un día es como mil años», que lo que debían de hacer es llevar una vida santa.

Nosotros nos preguntamos: –¿cuando vendra mi conversion?

Pero lo importante es llevar una vida santa, hoy.

En la actualidad poca gente espera la llegada del Señor. Un obispo comentaba que los grandes almacenes se han cargado el adviento. Efectivamente ya han puesto los adornos de Navidad antes de que empezara el adviento.

El adviento no vende, pero es necesario. Hay que prepararse, como se preparó la Virgen para el nacimiento de Jesús. Ella quiere contar con nosotros para preparar la venida del Señor, la Navidad 2020-2021, aunque la gente nos vea un poco frikis.

FORO DE HOMILÍAS

Homilías breves predicables organizadas por tiempo litúrgico, temas, etc.... Muchas se encuentran ampliadas en el Foro de Meditaciones