lunes, 22 de octubre de 2007

XXX DOMINGO CICLO C

LA ORACIÓN DE UN PECADOR

Otra vez nos vuelve a hablar el Señor de oración. Nos cuenta en el Evangelio la distinta manera en que dos hombre rezaban (1). Uno era una persona cumplidora y el otro un pecador.

«Te doy gracias Dios mío, porque no soy como los terroristas, ni como algunos políticos. Yo soy una persona de principios, que cumplo con mis obligaciones». Así rezaría uno.

Mientras el otro estaba avergonzado porque el mal no esta fuera de él, sino que se encontraba en su propio corazón, y decía:
«ten compasión de mí que soy un pecador».

Ya que rezamos nuestro enemigo quiere que recemos mal, como lo haría el, sin arrodillarse ante Dios. Hasta en la postura se observa la oración grata a Dios.

Desde luego la peor oración es la que no se hace, la del que no tiene tiempo para Dios, y después está la oración del cumplidor.

Pero la oración buena, la oración del pecador, atraviesa las nubes del cielo, según leemos en la Primera lectura (2), sube directa a Dios.

Todos tenemos en nuestro interior dos personas: un pequeño fariseo y un gran pecador. Procuremos hacer nuestra oración como personas necesitadas que miran sus faltas y no las ajenas.

Pidamos hoy a la Virgen que nuestros pecados no nos separen de su Hijo, sino que nos lleven a decirle que nos perdone: ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.

(1) Lc 18, 9-14.- (2) Eclo 35, 19.-

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