sábado, 27 de febrero de 2021

FIARSE DE DIOS


 Abrahám no dudó en sacrificar a su propio hijo porque Yahveh se lo pidió (cfr. Gn 22,1-2.9-13.15-18: primera lectura de la Misa).


LA PRUEBA DE LA FE

Está claro que Yahveh no quería el sacrificio de Isaac, fue una prueba por la que se descubrió la fe de Abrahám: se fiaba de Dios aunque le pidiese una cosa muy dura.

UNA FIGURA DE LA PASIÓN

Dios pretendía que esta historia –tan importante para el Pueblo de Israel– fuese el antecedente del sacrificio de Jesús.

LA ENTREGA DEL HIJO ÚNICO

Dios entregó a su Hijo único para salvarnos a nosotros (cfr. Rm 8,31b-34: segunda lectura). Y Jesús aceptó este sacrificio querido por su Padre.

LA RESURRECIÓN SE ADELANTA

Jesús, antes de dar su vida, se transfiguró, para anunciar que después de la Cruz vendría la gloria de la Resurrección (cfr. Mc 9,2-10).

Quizá la enseñanza pueda ser ésta: Dios nos prueba, pero nunca nos deja completamente a oscuras, siempre nos da una luz.

viernes, 19 de febrero de 2021

BORRÓN Y CUENTA NUEVA



Después de estar cuarenta días rezando y ayunando, el Señor comenzó a predicar el Evangelio (cfr. el de la Misa de hoy: Mc 1,12-15): la Alianza definitiva que Dios quería hacer con los hombres.

EL ARCO IRIS

Nos cuenta el libro del Génesis que, después del Diluvio, Dios quiso hacer un pacto con la Humanidad (cfr. primera lectura de la Misa: Gn 9, 8-15).

La malicia de los hombres había provocado esa inundación. Tanto es así que el Señor se arrepintió de haber creado a los hombres.

Y sólo unas pocas personas se salvaron de la hecatombe: «ocho personas» (segunda lectura de la Misa: 1 P 3,18-22). Por eso se puede decir que volvió a comenzar la Historia del género humano. Se hizo borrón y cuenta nueva.

Y como señal de la promesa que hacía Dios de que ya no habría más diluvios que asolaran la tierra nos dejó el arco iris.

GUARDAR SU ALIANZA

Pocas veces los hombres guardaban lo que prometían a Dios. La historia de la salvación es una historia de la infidelidad de los hombres.

Pero el Señor perdonaba, y volvía otra vez a hacer alianza con su Pueblo.

Benditos eran los que guardaban esos pactos. Por eso dice el salmo (24, Responsorial de la Misa de hoy): «Tus caminos son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza».

EL ESPIRITU DE LA CUARESMA

La Cuaresma consiste en un tiempo de preparación para ganar en amistad con Jesús. Él realizaría el pacto definitivo muriendo en nuestro lugar. Es lo que celebraremos en Semana Santa.

Por eso la Cruz es nuestro arco iris: la señal del perdón de Dios por tantos pecados. Y nosotros debemos acompañar al Señor en los momentos de dificultad para poder estar también con Él en la Resurrección.

jueves, 11 de febrero de 2021

MOLOKAI



Nos cuenta el Evangelio (de la Misa de hoy: cfr. Mc 1,40-45) que se acercó a Jesús un hombre que tenía una enfermedad bastante desagradable. Además era contagiosa. Y el Señor le curó.

Antes de la venida del Señor, era más difícil curarse de las enfermedades. De hecho los que tenían lepra debían ir vestidos hechos un desastre y gritando: ¡Impuro, impuro! (Lv 13,1-2.44-46: Primera lectura).

El Señor tocó al enfermo y la lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpió. Porque "un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo"(Aleluya: Lc 7,16).

IMITAR A JESÚS

Lo nuestro es imitar a Jesús, como hizo San Pablo: imitar a Cristo, que vino al mundo para salvar a los hombres (cfr. 1Co 10,31-11,1).

Por eso los cristianos de todos los tiempos se han preocupado de atender a los necesitados. Estamos llamados a poner a la gente delante de Dios para que les cure.

DOS EJEMPLOS

También, en nuestro tiempo, hay personas como la Madre Teresa de Calcuta, que dedican su vida a atender a los más pobres dentro de los pobres. Preocupándose por todo lo que necesitan: aliviando las enfermedades del cuerpo y del alma.

Otro ejemplo lo encontramos en el padre Damián. Fue un religioso de la Congregación de los Sagrados Corazones, que llegó a la isla de Molokai para servir a los leprosos que allí habían sido desterrados. Y falleció de lepra.

DISPUESTOS A TODO

Este buen sacerdote, por aliviar a unos enfermos y para que conocieran el amor que Dios les tiene, no dudó en ponerse en peligro de contraer esta enfermedad.

A nuestro alrededor hay personas que tienen dolencias en el cuerpo y en el alma. Quizá las del alma son las más peligrosas: por curar esas dolencias el padre Damián no vaciló en ir a Molokai.

Nosotros debemos estar dispuestos a todo para hacer que muchos se confiesen. Incluso a que nos miren raro porque hablamos de la confesión. Algunos nos harán caso, pero otros dirán que eso ya no se lleva y que somos unos antiguos.

SI QUIERES PUEDES

Debemos hacer todo lo posible para que la gente acuda a este sacramento. Sobre todo aquellas personas que están lejos de Dios. A esos, el Señor nos pide que lo intentemos, aunque tengamos la seguridad de que no nos van a hacer caso.

Todas las enfermedades que causan la lepra del alma pueden ser curadas, porque el Señor quiere hacerlo: es Médico divino. Jesús, con solo tocar al leproso del Evangelio lo curó.

No hay nadie tan malo que no pueda recibir el perdón de Dios, si está bien dispuesto y ha recibido el Bautismo, claro. Me contaban una pequeña anécdota, de una niña de primaria que le decía a su profesora: mi hermano es tan malo que yo creo que tiene un demonio. A mi me parece que no es católico.

Si es católico, la condición para que se le perdonen los pecados es llevarle al sacerdote. En el Sacramento de la Penitencia el Señor nos cura: basta que manifestemos los síntomas.

Una vez un obispo de Moscú, Tadeuz Conduzievich, contó lo siguiente:

Recuerdo que durante casi 80 años sólo había en Rusia dos iglesias. Muchos sacerdotes y obispos habían sido enviados a los lagger. Desde el año 2002 hay erigidas 4 diócesis.
En una ocasión –contaba- hice un viaje a los Urales para celebrar la primera Misa en una iglesia en la que no habían tenido un sacerdote desde 1918.
Después de la Misa me pidieron los fieles que les acompañara al cementerio. Fueron y le mostraron la tumba del último sacerdote que tuvo la ciudad. Nadie le conocía ya.
Pero le dijeron que desde hacía muchos años, los domingos y fiestas grandes se reunían allí –junto a esa tumba- para rezar.
Y ahí mismo se confesaban sus pecados ante aquel sacerdote muerto cuya presencia –decían- se les hacía viva por la oración.

Hay gente que se confesaría si encontrara cerca un sacerdote. Me contaba uno que, yendo un día con un cura por la calle, de repente un motorista se paró en secó, se bajó de la moto y fue hacia ellos.

Creían que venía para hacer algo malo o violento. Cual fue su sorpresa cuando, dirigiéndose al sacerdote le dijo: oiga ¿me puede confesar? Es que he estado a punto de matarme y he visto la muerte.

La peor enfermedad es la hipocresía: el orgullo que lleva a disimular los propios pecados y no querer admitirlos. Para eso debemos rezar por la gente que queremos que se confiesen.

LA FELICIDAD DE ESTAR LIMPIO

Cada vez que alguien se confiesa, lo agradece mucho. Porque es como ir limpio. Una persona que sale de la peluquería, va a casa y comprueba que efectivamente el corte de pelo le sienta bastante bien. Luego se arregla, con su colonia y se pone un vestido que le sienta estupendamente, y además lo sabe, esa persona sale a la calle contenta.

En cambio si vas hecha una fregona, con los pelos cada uno por un lado, sin orden, sucia, mal vestida… te deprimes. La primera es la persona que está en gracia de Dios, que se confiesa. La segunda es la situación de un alma en pecado mortal.

Por eso decimos con el salmo: "Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado" (Sal 31: responsorial).

Así nos quiere ver la Virgen: limpias, aseadas, bien presentadas, con el estilo de los hijos de Dios, que es un estilo peculiar, que se nota por la alegría de una persona que sabe que está cerca de Dios.

jueves, 4 de febrero de 2021

¡CUÁNTA LUCHA!


Con frecuencia nos topamos con gente que tiene algún problema. Ahora, ante la situación económica actual, es fácil que haya personas que estén pasando agobios de ese tipo o de otro.

El miércoles pasado me llamó un amigo que está esperando el cuarto hijo. En los tiempos que corren, eso es algo que dice mucho de la generosidad de este matrimonio.

Y me llamaba porque al niño le han diagnosticado un problema serio de corazón. Quería que le diera alguna explicación como sacerdote, porque estaba bastante enfadado con Dios.

UN VALLE DE LÁGRIMAS

Y es que la vida del hombre sobre la tierra está llena de complicaciones. Como las madres - que van de acá para allá, con los niños siempre encima y las tareas - que dicen: "¡cuánta lucha!"

Precisamente la Sagrada Escritura nos habla de Job, que es como el prototipo del hombre en tiempos de crisis: le pasó de todo.

En la primera lectura Job nos dice que se sentía como esclavo que suspira por la sombra. Es muy expresivo porque es fácil imaginarse un esclavo asfixiado por el calor, y buscando la sombra de una palmera, o como jornalero que espera su salario, indicando así el agobio de no llegar a fin de mes (Jb 7,1-4.6-7: primera lectura de la Misa).

FE ANTE LAS LÁGRIMAS

Ante estas situaciones difíciles se puede reaccionar de distintas maneras: dramatizar, tomándose las cosas a la tremenda; o por el contrario fiarse de Dios, que saca bien del mal.

Debemos fiarnos del Señor. Por eso le decimos ahora con el salmo: Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados (Sal 146, responsorial).

Esta semana pasada se nos fue al Cielo un sacerdote. Cuando le dijeron que tenía una enfermedad seria, su reacción fueron unas palabras de san Pablo: para mí, morir es una ganancia.

Confiaba mucho en Dios. El miércoles, que ya estaba muy mal, le dijeron que estaban rezando por él. Respondió que apretasen porque ya faltaba poco, como así fue: murió el domingo pasado. Ha sido un ejemplo para los demás por la confianza que tenía en el Señor, su serenidad ante el dolor.

Confiar en Dios vale la pena. La prueba de cómo es su corazón la tenemos en Jesús. No permanece impasible ante las dificultades de los que le rodean sino que tiene misericordia: el Señor no sólo se compadece de los que tienen enfermedades, sino que los curaba.

DIOS SABE MÁS

Por experiencia sabemos que una enfermedad nos ha servido para valorar más a las personas que tenemos alrededor.

Y además que las contrariedades económicas sirven para unir más a las familias. Pero también puede ocurrir lo contrario: que la enfermedad y las dificultades nos acaben hundiendo.

La actitud del cristiano es la de fiarse de Dios: que no quiere el mal, ni ha inventado la enfermedad, pero que utiliza todo esto en beneficio de los que le aman.

Jesús sabe lo que hace. En cuanto le dicen que la suegra de Pedro está enferma la tomó de la mano y la levantó; le desapareció la fiebre y se puso a servirles.

La gente lo sabía, por eso dice la Escritura que llevaban hasta él a todos los enfermos y a los endemoniados.

Y curó a muchos que padecían diversas enfermedades, y expulsó a muchos demonios (Mc 1, 29-39: Evangelio de la Misa).

HABLA LA EXPERIENCIA

La vida de San Pablo estuvo llena de dificultades –como las de cualquier hombre– pero todo le daba igual con tal de mostrar a todo el mundo el cariño que Dios nos tiene.

El Apóstol experimentó lo que ha hecho el Señor por nosotros, y quiso comunicarlo para que la gente obtuviera la felicidad también en esta tierra (1Co 9,16-19.22-23).

Llegaremos a ser felices no a pesar de las dificultades, sino contando con las dificultades. Así como un árbol se alimenta de todo lo que tiene a su alrededor: hojas muertas, basura…

Así, las dificultades sirven de abono para que nuestra vida dé fruto si contamos con Dios.

La Virgen María es corredentora. Jesús la quiso a su lado junto a la cruz. No sabía del todo el porqué de tanto sufrimiento, pero se fió de Dios.

FORO DE HOMILÍAS

Homilías breves predicables organizadas por tiempo litúrgico, temas, etc.... Muchas se encuentran ampliadas en el Foro de Meditaciones