martes, 21 de agosto de 2007

XXI DOMINGO CICLO C

PARA SALVAR AL MUNDO

En el Evangelio (1), se recoge la contestación de Jesús a uno que le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Jesús no quiso responder directamente.

El Maestro va más allá de la pregunta, y se fija en lo esencial: le preguntan superficialmente por el número, y Él responde sobre el modo:
«entrad por la puerta estrecha...»

Y enseña a continuación que para entrar en el Reino no es suficiente pertenecer al Pueblo elegido, tener una falsa confianza en Dios. Sería como «decir: hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas. Y os dirá: No sé de dónde sois; apartaos de Mí.».

No basta con lo que Dios nos ha regalado, es necesaria una fe con obras. Por eso Isaías profetiza en la Primera lectura que incluso los gentiles, que no pertenecen al Pueblo elegido serán «mensajeros del Señor »(2). Y así ha ocurrido desde los primeros cristianos hasta ahora.

Esta fue la tarea que Dios ha dado a los que quieren servirle con obras, ser sus mensajeros suyos. Por eso la Segunda lectura (3) señala cuál es nuestra misión en esta tarea de salvación: fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes.

Es una llamada de Dios a ser ejemplares con nuestra conducta, para fortalecer a los que se sientan más débiles y con pocas fuerzas. Muchos se apoyarán en nosotros.

Por eso decía Isaías: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua». Esta profecía se ha cumplido ya, y se sigue realizando. El Señor ha querido que participemos en su misión de salvar al mundo, que el afán apostólico sea elemento esencial e inseparable del cristianismo. El Señor nos llama a todos a la santidad y al apostolado

De los primeros cristianos se decía: «lo que el alma es para el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo» (4). Esto se tendría que de nosotros en la vida de familia, en trabajo, y cuando descansamos: que somos el alma allí donde estamos presentes.

El Señor se sirve de nosotros para iluminar a muchos. Pensemos hoy en quienes tenemos más cerca. Empecemos por ellos, sin importarnos que a veces nos parezca que no servimos para eso. El Señor que siempre está con nosotros nos dará fuerzas si se la pedimos, pues nosotros somos sus instrumentos.

(1) Lc 13, 22-30.- (2) Is 66, 18-21.- (3) Heb 12, 5-7; 11-13.- (4) Discurso a Diogneto, 5.-

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