sábado, 11 de agosto de 2007

XIX DOMINGO CICLO C

ESPERANDO AL SEÑOR

Este Domingo la Palabra de Dios nos recuerda que la vida en la tierra es una espera, no muy larga, hasta que venga de nuevo el Señor. El Señor confía en que no adormecernos en la tibieza, que andemos siempre despiertos.

Jesús nos anima a la vigilancia, porque el enemigo no descansa, está siempre al acecho (1), y porque el amor nunca duerme (2).

En el Evangelio de la Misa (3) nos advierte el Señor: Tened ceñidas vuestras cinturas y las lámparas encendidas, y estad como quien aguarda a su amo cuando vuelve de las nupcias, para abrirle al instante en cuanto venga y llame. Los judíos usaban entonces unas vestiduras holgadas y se las ceñían con un cinturón para caminar y para realizar determinados trabajos. «Tener las ropas ceñidas» es una imagen gráfica para indicar que uno se prepara para hacer un trabajo, para emprender un viaje, para disponerse a luchar (4). Del mismo modo, «tener las lámparas encendidas» indica la actitud propia del que vigila o espera la venida de alguien (5).

Estamos vigilantes cuando hacemos el examen de conciencia diario. «
Mira tu conducta con detenimiento. Verás que estás lleno de errores, que te hacen daño a ti y quizá también a los que te rodean.
»-Recuerda, hijo, que no son menos importantes los microbios que las fieras. Y tú cultivas esos errores, esas equivocaciones -como se cultivan los microbios en el laboratorio-, con tu falta de humildad, con tu falta de oración, con tu falta de cumplimiento del deber, con tu falta de propio conocimiento... Y, después esos focos infectan el ambiente.
»-Necesitas un buen examen de conciencia diario, que te lleve a propósitos concretos de mejora, porque sientas verdadero dolor de tus faltas, de tus omisiones y pecados
» (6).

Estaremos vigilantes en el amor, y lejos del sueño de la tibieza si nos mantenemos fieles en las cosas pequeñas que llenan el día.

Por eso en el examen de conciencia de cada día hemos de ir a ver cosas menudas, porque quizá cosas grandes no haya.

San Francisco de Sales señalaba la necesidad de luchar en las tentaciones pequeñas, pues son muchas las ocasiones que se presentan en un día corriente y, si se vence ahí, esas victorias son más importantes –por ser muchas– que si se hubiera vencido en una de más trascendencia.

Además, aunque «los lobos y los osos son sin duda más peligrosos que las moscas», sin embargo «no nos causan tantas molestias, ni prueban tanto nuestra paciencia». Y seguía diciendo San Francisco de Sales: Es cosa fácil «apartarse del homicidio, pero es dificultoso evitar las pequeñas cóleras», que suelen presentarse con alguna facilidad. «Con facilidad nos apartaremos de la embriaguez, pero con más dificultad viviremos la sobriedad» (7).

Las pequeñas victorias diarias fortalecen la vida interior y despiertan el alma para lo divino. Así esperaremos despiertos al Señor.

(1) 1 Pdr 5, 8.- (2) Cfr. Cant5, 2.- (3) Lc 12, 32-48.- (4) Cfr. Jer 1, 17; Ef 6, 14; 1 Pdr 1, 13.- (5) SAGRADA BIBLIA, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, notas a Lc 12, 33-39y 35.- (6) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 481.- (7) Cfr. SAN FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota, IV, 8.-

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