FUNERAL DE MANUEL
PELLICER
La vida de los que en ti
creemos, Señor, no termina se transforma. Eso dice el prefacio de la Misa de
difuntos, que hoy ofrecemos por Manuel Pellicer Catalán. Precisamente,
ayer, empezó este sabio aragonés una nueva vida en la eternidad.
Durante 60 años de
magisterio, se le puede dar también el título de profesor andaluz porque, con
su constancia de buen maño, formó a muchos de los aquí presentes.
Por eso me parece normal
que las banderas de la Universidad de Sevilla estén hoy a media hasta, como he
podido observar.
Cuando yo estudié Filosofía
y Letras en la facultad, ya gozaba de un prestigio mítico como arqueólogo.
Aunque no tuve la suerte
de tenerlo como profesor, pero algunos
de mis colegas de facultad, de la antigua fábrica de tabacos, aquí presentes, sí que habéis sido discípulos
suyos.
Todos destacan su
humildad de sabio, y su vocación por todo lo que llevara la sigla “a. C.” Antes
de Cristo. Aunque su especialidad, su mundo era el Neolítico.
Se ha escrito que “ante
este hombre humilde y sabio, uno siente el mismo respeto que frente a esos
vestigios arqueológicos a los que él ha
dedicado su vida de investigador”.
Pues hoy estamos ante
sus despojos, que envolvían un alma austera y trabajadora. Pero que sabemos que
no ha muerto con él.
La tierra le será leve, porque ya no está aquí
su verdadera personalidad.
Desde luego, para los
que nos dedicamos a la enseñanza universitaria su currículum abruma... pero
eso no es lo más importante para un hombre.
Recuerdo que durante mi
estancia en la universidad, me contaron que un profesor pidió voluntarios para
hacer trabajos sobre diversos temas.
Y como era un “anticristiano combativo”, al enunciar en su
clase el título de “la Moral Católica”, se produjo entre sus alumnos un silencio que se cortaba.
Pero un chico se levantó
y dio su nombre para hacerlo.
Y el día señalado para
la exposición oral del trabajo, había cierta expectación, y todos esperaba que
ese alumno “criticase a la Iglesia” para congraciarse con el profesor.
La sorpresa fue grandísima
cuando el estudiante hizo una exposición muy clara del catolicismo, sin que
faltasen las respuestas, a lo que el profesor había ido diciendo en sesiones
anteriores.
Y al terminar, ese alumno dijo: –No he hecho nada más que
documentarme, porque yo personalmente, soy judío.
La clase finalizó sin más comentarios. Pero por
lo visto el profesor se permitía, de vez en cuando, ridiculizar, como de
pasada, algunos puntos del cristianismo.
Y en una de esas
ocasiones, este chico –que era uno de sus mejores alumnos– le interrumpió:
–Oiga, yo vengo aquí para
aprender historia, no para sufrir su falta de respeto a las creencias de
algunos.
Según él mismo contaba, sus
inquietudes espirituales fueron en aumento... Casi todas las preguntas que se
hacía tenían el mismo objeto: la divinidad de Jesús.
Por lo visto, aunque sus
padres eran judíos no practicantes, él –cuando tenía catorce años– había sentido un gran deseo
de buscar a Dios.
Y empezó a recibir
clases de un rabino, ya anciano, que le tenía mucho cariño.
Pero este chico buscaba
más, y no encontraba respuesta. Se preguntaba: – ¿y las promesas de Dios a
Israel?, ¿Y el Mesías?
Aquel rabino anciano le
dio entonces un consejo sorprendente, que
no se le olvidaría. Le dijo: –Busca a Cristo. Yo ya soy viejo; si
tuviera tu edad buscaría al Jesús de los cristianos.
Y pasado algún tiempo
fue a charlar con el sacerdote católico que él conocía, y tuvo un buen rato rato de conversación.
Después, buscó a uno de
sus más íntimos amigos y le comunicó: –He decidido bautizarme: tengo la fe,
creo que Jesús es Dios.
Algunos de los aquí presentes
tenéis fe en Cristo, como los familiares de Manuel. Otros sois respetuosos con
las ideas de los demás.
Lo que nadie puede negar
es que la historia se divide en un antes y en un después de este personaje
misterioso que se llama Jesús de Nazaret.
Muchas personas han dado
la vida por Él. Por eso la mayoría de vosotros, hombres de ciencia, tenéis
respeto por los cristianos, aunque vosotros no lo seáis.
Yo me atrevería a
deciros que con el mismo empeño que emplea un arqueólogo o un historiador
aragonés también vosotros busquéis a Cristo, como aconsejaba el rabino al
estudiante de historia.
Comenzar a buscarlo ya
es un paso importante y no penséis que el Cristianismo se basa en un Jesús
crucificado sino en un resucitado vencedor de la muerte.
Sé que Manuel, en los últimos
años ha estado sintetizando y poniendo orden en los estudios que había
realizado sobre el Neolítico en Sierra
Morena.
Me gusta la idea de
trabajar para que los demás trabajen mejor. Dedicar los últimos años de la vida, estando
gravemente enfermo, a sintetizar los propios conocimientos, para proporcionar
ese bagaje a los que vienen detrás y puedan avanzar con esa riqueza, esto es
algo que vale la pena destacar.
Por uno de sus
familiares, sé también, que cuando todavía podía hacer excavaciones, al
terminar, lo celebraba con un buen vino.
Ahora ha acabado su
carrera en la tierra y todos deseamos celebrarlo con el vino que Jesús nos
prometió beber en la eternidad.
Sevilla, 25 de abril de 2018
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