HIJOS QUEJICAS DE LA LUZ
Estamos acostumbrados a ver los sacrificios que hacen muchos por ganar dinero.
Otras veces nos sorprendemos por los medios que se emplean para hacer daño.
Precisamente en la Primera lectura(1) resuenan los duros reproches del Profeta Amós, contra los que se enriquecen a costa de los pobres: utilizan la inteligencia para el mal.
En el Evangelio(2) enseña Jesús, mediante una parábola, la habilidad de un administrador que actúa con pillería.
Y es que «los hijos de este mundo» a veces son más consecuentes con su forma de pensar, que los hijos quejicas de la luz.
Quiere el Señor que los cristianos pongamos el mismo empeño en hacer el bien, que el que los ricos desaprensivos ponen en sus intereses.
Al terminar la parábola concluye: «No podéis servir a Dios y al dinero».
Y es que no tenemos más que un solo Señor.
El cristiano no tiene un tiempo para Dios y otro para los negocios de este mundo, sino que éstos deben convertirse en servicio a Dios y al prójimo.
Para ser buenos administradores de los talentos que hemos recibido, conviene actuar con la inteligencia que da la profesionalidad.
«Ya lo dijo el Maestro: ¡ojalá los hijos de la luz pongamos, en hacer el bien, por lo menos el mismo empeño y la obstinación con que se dedican, a sus acciones, los hijos de las tinieblas!
»No te quejes: ¡trabaja, en cambio, para ahogar el mal en abundancia de bien!» (8).
(1) Am 8, 4-7.- (2) Lc 16, 1-13.- (3) SAN JOSEMARÍA, Surco, n. 616.
No hay comentarios:
Publicar un comentario