Ésta es noche santa, en la que la Virgen dio a luz a la Luz, y la Segunda Persona de la Santísima Trinidad empezó su existencia terrena como todos los niños, llorando. Vino para morir, nosotros nacemos y morimos, pero Jesús vino para morir por nosotros.
Yo quisiera que en esta Nochebuena nos trasladásemos a Belén con la imaginación. No sólo para presenciar aquellos acontecimientos sino para vivirlos. Así han hecho siempre los santos.
Si nosotros pudiésemos trasladarnos al pasado gracias a una máquina del tiempo, ¿qué veríamos?
Veríamos quizá a los habitantes de Belén, celebrando que mucha gente había venido de fuera a “lo del empadronamiento”.
No había sitio.
Todos, ellos y ellas... ninguno conoció que, el que esperaban desde hacía siglos, estaba llamando a su puerta.
Y ahora, regresemos al presente: volvamos a nuestro tiempo.
Estas fiestas tan cristianas, por desgracia, son para muchos, fiestas paganas y, para otros, fiestas para sentirse tiernos y bondadosos, pero no hay sitio para Dios.
Jesús que pasa, que quiere nacer –otra vez- en nuestros corazones, y se le dice que no hay sitio; se le da de lado, se le arrincona, se le pone en el peor lugar.
Vino a los suyos y los suyos no le recibieron.
Hoy se repite la escena de Belén. Los hombres no acabamos de aprender: le echamos a patadas por el pecado.
¿Qué podemos hacer nosotros para que el Señor, el Emmanuel, Dios con nosotros, se encuentre a gusto?
Vamos a limpiar nuestra alma, a adecentarla mediante el sacramento de la Penitencia.
Se quedó para ti. No es reverencia dejar de comulgar, si estás bien dispuesto.
-Irreverencia es sólo recibirlo indignamente.
-Irreverencia es sólo recibirlo indignamente.
Amor con amor se paga. Que, cuando recibamos al Señor le tratemos bien. Éste puede ser un propósito para toda nuestra vida.
Que en esta noche santa, en esta Nochebuena hagamos este propósito: tratarle como quizá otros no le tratan: con delicadeza, con cariño, sin prisas.
Ahora en preparación para la comunión le podemos decir: Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario