lunes, 30 de marzo de 2009

LA HORA CERO


Comenzamos esta Semana que los cristianos llamamos Santa. Son los siete días más importantes de la Historia de la Humanidad.

La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús marcó un antes y un después. Por eso, por poco que nos empeñemos, meditando despacio lo que ocurrió, saldremos de estos días mejor de como estamos ahora.

EL PASO DEL SEÑOR

Dios no sólo quiso hacerse hombre, sino que decidió implicarse en la vida humana.

Aunque sabía que, si se portaba con sinceridad, con Verdad, la malicia de los hombres acabaría con su vida.

Aceptó esa humillación, sabía que los hombres se portarían así, y no obstante consintió que los seres humanos lo trataran con saña, con una vileza increíble.

Esto, a simple vista, no se entiende bien. Incluso, aunque lo medites en la presencia de Dios, no es fácil comprender por qué quiso llegar hasta ese extremo y pasarlo tan mal.

El paso del Señor por la tierra fue un camino sangriento, un via crucis. Y precisamente con su Sangre nosotros nos íbamos a salvar de la esclavitud de nuestros pecados.

COMO EL PEOR DE LOS ESCLAVOS

El profeta Isaías describe cómo iba a ser tratado el Mesías: sería un esclavo, un siervo, llevado a una muerte especialmente cruel (cfr. Is 50,4-7: Primera lectura).

Cuando un animal es llevado al lugar donde lo van a degollar, de alguna manera se da cuenta, lo sabe, y se resiste todo lo que puede. Jesús no se resistió. Entró montado en un borrico sabiendo que lo iban a torturar.

Las masas que lo aclamaban a su entrada triunfal en Jerusalén, pocos días después iban a pedir que lo torturaran.

Dice el salmo de la Misa: me acorrala una jauría de mastines (Sal 21: responsorial).

El Señor va hacia la muerte rodeado de gritos en su contra y alaridos de sus enemigos. Como una presa que corre acorralada por sus asesinos, en medio de ladridos y dentelladas. No tiene escapatoria. Muere humillado y en medio de un dolor tremendo.

San Pablo nos habla de la humillación de Jesús, que siendo Dios fue despojado de toda dignidad, para acabar clavado en un madero (cfr. Phil 2,6-11: Segunda lectura).

LA HUMILLACIÓN DE DIOS

Gracias al abajamiento de Dios el hombre ha sido salvado. Nada en lo que interviene Dios acaba en tragedia. Porque de los males saca bienes, y de los grandes males grandes bienes.

La Semana Santa empieza con la exaltación del Mesías. Pero esto dura poco: al cabo de unos días el que era aclamado se ve totalmente en desamparo.

No podemos esperar nada de este mundo. Todo lo bueno viene de Dios. Lo que, en principio nos parece rechazable, una muerte así, en el fondo nos hace mejores.

EL TRIUNFO DE LA FE DE UNA MUJER

Y después de que Dios es humillado por nuestro amor, vendrá lo que nadie esperaba: la Resurrección.

Sin embargo la Virgen se fió siempre de Dios. La primera Eva ante un árbol desconfió de Dios. María ante el madero de la cruz, aceptó ser humillada.

El primer pecado fue iniciado por el orgullo y la desobediencia de una mujer. La salvación nos vino también por la humildad y la aceptación de una Mujer: por su hágase.


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lunes, 23 de marzo de 2009

MORIR (V DOMINGO CUARESMA)

Respondiendo a las preguntas que le hicieron unos griegos, Jesús resume su vida: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, dará mucho fruto» (Jn 12, 24: Evangelio de la Misa de hoy).

Explica a los que quieren verle en qué consiste lo que ha venido a hacer a esta tierra: morir para dar fruto.

EL GRANO QUE MUERE

Jesús dice que él es el grano de trigo que muere. El grano de trigo tiene que pudrirse y morir para que surja la espiga, y luego se pueda hacer el pan.

Porque Jesús se hace Pan para nosotros. Por eso la Eucaristía está muy unida a la Pasión, porque es el Cuerpo de Cristo que muere para darnos vida.

EL VERDADERO MANÁ

Jesús es Pan, y comiendo su Cuerpo, que es la Eucaristía, comemos a Dios.

No es metáfora que Jesús muera para darnos vida, para alimentarnos. Está aquí. Es verdad.

Jesucristo es el Hijo de Dios que baja del cielo como alimento. Es el verdadero maná.

MORIR PARA DAR FRUTO

Muere para que nos alimentemos. Y nosotros, que somos cristianos, también podemos ser trigo que muere por los demás.

Nosotros tenemos que hacer lo que hizo Cristo. Morir por los demás. Así también resucitaremos para la Vida eterna.

MORIR POR LOS DEMÁS

Hay un santo que hizo exactamente lo mismo que Jesús, hace sólo 60 años.

Se llamaba Raimundo Kolbe. Es más conocido por Maximiliano, nombre que adoptó cuando ingresó en el seminario de los padres franciscanos.

Se ordenó sacerdote. Estuvo en Japón de misionero. En 1936 regresa a Polonia y tres años más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviados a campos de concentración en Alemania y Polonia.

Poco después es liberado y, de nuevo, hecho prisionero en 1941. Termina en el campo de concentración de Auschwitz.

El régimen nazi buscaba despojar a los internados de su personalidad, tratándolos de manera inhumana, como si fueran un simple número. San Maximiliano tenía el número 16670.

A pesar de las dificultades, sigue ejerciendo su ministerio, ayudando a los demás en lo que puede, y manteniendo la dignidad de sus compañeros.

La noche del 3 de agosto de 1941, uno de los prisioneros de su sección se escapa. Entonces, el comandante del campo, como represalia, ordena escoger a diez prisioneros cualesquiera para matarlos.

Entre los hombres elegidos, hay uno casado y con hijos. San Maximiliano, que no se encontraba entre los diez, se ofrece voluntario para morir en su lugar.

El comandante acepta el cambio y el santo es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve. Diez días después, el 14 de agosto, lo encuentran todavía vivo, le ponen una inyección letal y muere.

Juan Pablo II, que lo canonizó en 1982, dijo en el campo de concentración donde murió: Maximiliano Kolbe hizo como Jesús, no sufrió la muerte sino que donó la vida.

Terminamos con la Virgen. Unos meses antes de ser hecho prisionero el padre Kolbe escribió: sufrir, trabajar, morir como caballeros, no con una muerte normal sino, por ejemplo, con una bala en la cabeza, sellando nuestro amor a la Inmaculada, derramando como auténtico caballero la propia sangre hasta la última gota, para apresurar la conquista del mundo entero para Ella. No conozco nada más sublime.

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miércoles, 18 de marzo de 2009

"LIBERATOR" (IV Domingo de Cuaresma)


Nos cuenta la Sagrada Escritura cómo el pueblo de Israel seguía sin hacer caso a lo que el Señor les decía (cfr. Cro 36,14-16. 19-23: Primera lectura).

Efectivamente, el Señor nos habla porque quiere nuestra felicidad. Él, mejor que nadie, sabe lo que nos conviene porque nos ha creado.

AVISOS

Pero Dios no abandona a su pueblo. Ni nos abandona a nosotros. Nos dice el libro de las Crónicas que envió sus mensajeros porque le daba pena de lo mal que iban los suyos.

El Templo, que era el orgullo del pueblo judío, el monumento más representativo, fue arrasado, reducido a pavesas. Tuvieron que dejar todo e irse a Babilonia.

Así estaba el pueblo de Israel porque no quiso oír los avisos de Dios.

Estando allí, lejos de su ambiente, los judíos empezaron a echar de menos su vida anterior.

Se lamentaban de su situación. Como desgraciadamente también les ocurrió más tarde con el holocausto. Entonces, algunos pasaron, de la noche a la mañana, de ser los más ricos de Europa a vestir de harapos en un campo de concentración en Alemania.

DIOS TE AYUDARÁ

Dios nos ayuda estemos como estemos. Pero la mejor forma de volver es no irse. Por eso podemos repetir el Salmo: que se me pegue la lengua al paladar si ahora no me acuerdo de ti (Sal 136: responsorial).

Escucha la voz de Dios, lo que nos dice san Pablo, ahora puedes vivir con Cristo, el liberador (cfr. Ef 2,4-10: Segunda lectura).

EL LIBERADOR

Dios le envió al pueblo elegido un rey, que se llamaba Ciro, para que reconstruyera el templo y volvieran a su patria.

A nosotros nos ha enviado un liberador, que está aquí, ahora, con nosotros. Él nos mira desde el sagrario y nos dice: la luz vino al mundo y los hombres prefieren las tinieblas porque sus obras son malas (cfr Jn 3,14-21: Evangelio de la Misa).

Al que actúa bien no le importa que se vean sus obras. En cambio, el que actúa mal prefiere ocultar lo que hace. No quiere que se vean sus fallos.

Por eso, si queremos que Dios nos libere, tenemos que ser transparentes. Acudir a la luz. Venir aquí, al Sagrario, y preguntarle al Señor en qué cosas tengo que mejorar.

Como María. Ella se entregó cuando era adolescente y a los 50 seguía en plena forma.
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domingo, 15 de marzo de 2009

LA LEY (III DOMINGO CUARESMA)

Iahveh dio a su Pueblo la Ley para que supieran comportarse con sabiduría: todavía hoy en día parece admirable su contenido (cfr. Ex 20,1-17: primera lectura de la Misa).

Efectivamente esa Ley que Dios le entregó a Moisés era muy superior al ordenamiento jurídico que tenían otras naciones de su época.

DECÁLOGO

La Ley que dio el Señor a Israel está resumida en los Diez Mandamientos.

Aunque esos mandatos podían ser descubiertos de forma natural.

Pero no obstante Dios escribió esos mandamientos en unas tablas porque los hombres no los leían en sus corazones.

LA LEY NUEVA

Jesús, en el lugar más sagrado que tenían los judíos, actúa con autoridad. Y dice que Él es el verdadero Templo (cfr. Jn 2,13-25: Evangelio de la Misa).

Así como Moisés recibió de Dios la Ley antigua, los Apóstoles recibieron de Jesús la Ley Nueva.

Pero esta Ley no fue escrita en piedra, sino esculpida en el corazón.

LA VIDA EN CRISTO

El ser cristiano no es sólo comportarse de una forma determinada. Más que hacer una serie de cosas es seguir a una Persona.

Los cristianos tenemos que seguir a Cristo, vivir una vida nueva.

LA SABIDURÍA DE DIOS

Los cristianos, como hacía San Pablo, tenemos que hablar de Cristo, sin tener miedo de que haya sido crucificado (cfr. 1 Co, 1,22-25: segunda lectura de la Misa).

Precisamente Cristo crucificado manifiesta la Sabiduría de Dios. Su Nueva Ley es el Amor; por eso Dios es capaz de hacerse Hombre y morir por nosotros.

La Sabiduría de Dios no es fría, sino amable y misericordiosa. Es Cristo. Y la Virgen la llevó en sus rodillas. Por eso Ella es Asiento de la Sabiduría.

domingo, 8 de marzo de 2009

FIARSE DE DIOS (II DOMINGO CUARESMA B)

Abrahám no dudó en sacrificar a su propio hijo porque Yahveh se lo pidió (cfr. Gn 22,1-2.9-13.15-18: primera lectura de la Misa).

LA PRUEBA DE LA FE

Está claro que Yahveh no quería el sacrificio de Isaac, fue una prueba por la que se descubrió la fe de Abrahám: se fiaba de Dios aunque le pidiese una cosa muy dura.

UNA FIGURA DE LA PASIÓN

Dios pretendía que esta historia –tan importante para el Pueblo de Israel– fuese el antecedente del sacrificio de Jesús.

LA ENTREGA DEL HIJO ÚNICO

Dios entregó a su Hijo único para salvarnos a nosotros (cfr. Rm 8,31b-34: segunda lectura). Y Jesús aceptó este sacrificio querido por su Padre.

LA RESURRECIÓN SE ADELANTA

Jesús, antes de dar su vida, se transfiguró, para anunciar que después de la Cruz vendría la gloria de la Resurrección (cfr. Mc 9,2-10).

Quizá la enseñanza pueda ser ésta: Dios nos prueba, pero nunca nos deja completamente a oscuras, siempre nos da una luz.

domingo, 1 de marzo de 2009

BORRÓN Y CUENTA NUEVA (I Domingo de Cuaresma)

Después de estar cuarenta días rezando y ayunando, el Señor comenzó a predicar el Evangelio (cfr. el de la Misa de hoy: Mc 1,12-15): la Alianza definitiva que Dios quería hacer con los hombres.

EL ARCO IRIS

Nos cuenta el libro del Génesis que, después del Diluvio, Dios quiso hacer un pacto con la Humanidad (cfr. primera lectura de la Misa: Gn 9, 8-15).

La malicia de los hombres había provocado esa inundación. Tanto es así que el Señor se arrepintió de haber creado a los hombres.

Y sólo unas pocas personas se salvaron de la hecatombe: «ocho personas» (segunda lectura de la Misa: 1 P 3,18-22). Por eso se puede decir que volvió a comenzar la Historia del género humano. Se hizo borrón y cuenta nueva.

Y como señal de la promesa que hacía Dios de que ya no habría más diluvios que asolaran la tierra nos dejó el arco iris.

GUARDAR SU ALIANZA

Pocas veces los hombres guardaban lo que prometían a Dios. La historia de la salvación es una historia de la infidelidad de los hombres.

Pero el Señor perdonaba, y volvía otra vez a hacer alianza con su Pueblo.

Benditos eran los que guardaban esos pactos. Por eso dice el salmo (24, Responsorial de la Misa de hoy): «Tus caminos son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza».

EL ESPIRITU DE LA CUARESMA

La Cuaresma consiste en un tiempo de preparación para ganar en amistad con Jesús. Él realizaría el pacto definitivo muriendo en nuestro lugar. Es lo que celebraremos en Semana Santa.

Por eso la Cruz es nuestro arco iris: la señal del perdón de Dios por tantos pecados. Y nosotros debemos acompañar al Señor en los momentos de dificultad para poder estar también con Él en la Resurrección.

FORO DE HOMILÍAS

Homilías breves predicables organizadas por tiempo litúrgico, temas, etc.... Muchas se encuentran ampliadas en el Foro de Meditaciones