viernes, 28 de agosto de 2020

LÓGICA DIFUSA

 

Pedro no acepta que Jesús tenga que sufrir y morir (cfr. Evangelio de la Misa Mt 16,21-27) Hoy también el sufrimiento es la asignatura pendiente del Estado del bienestar. Este nuevo mesianismo tampoco entiende el valor de la cruz. Mucha gente se enfada con Dios porque permite el sufrimiento: no se entiende el valor de la contrariedad. Indudablemente muchas cosas no salen como Dios querría, pero todas (también las que Él no desea) sabe utilizarlas para el bien. La sabiduría de Dios sabe convertir las situaciones malas en buenas. Así debemos hacer nosotros en vez de quejarnos tanto. Ya se ve que su lógica es distinta a la nuestra. Hay profetas que se han quejado mucho, por ejemplo Jeremías (cfr. 20,7-9: Primera lectura). Y esto nos consuela, porque los santos tenían defectos, como nosotros. Ya se ve que en la tierra nuestra lógica siempre será un tanto difusa: por eso dice San Pablo que tenemos que renovar nuestra mente (cfr. Rom 12,1-2: Segunda lectura). Cada día necesitamos un plan renove del alma. Hemos de hacer como los santos, que aunque no siempre acertaban, hablaban frecuentemente con Dios. Y el Señor les corregía. María meditaba en su corazón las cosas que no entendía, y así se iba haciendo al querer de Dios, que como es bueno siempre acierta.

viernes, 21 de agosto de 2020

EL PODER O LA GLORIA


Actualmente las luchas más encarnizadas entre hermanos se suelen dar por el mando de la televisión: de alguna forma simboliza el poder disfrutar de lo que a uno le apetece. El profeta Isaías habla de que el Señor elige a una persona para darle la llave de un palacio (22,19-23: Primera lectura Misa). En otros tiempos era la llave lo que simbolizaba el poder. En el Evangelio, Jesús le promete a Pedro que le dará las llaves del reino (Mt 16,13-20). Y no precisamente para que fuese el portero sino para hiciese cabeza en la Iglesia. Humanamente no es comprensible que el Señor eligiera, para un puesto tan importante, a una persona que no tenía estudios, sino que era un trabajador manual. Por eso nos dice San Pablo que Dios no funciona con nuestros esquemas (cfr. Segunda lectura: Rm 11,33-36). Hay gente que se ve con vocación de liderazgo, porque son inteligentes, tienen buena presencia, gozan de excelente posición. En definitiva piensan que los demás deben estar por debajo (rara vez lo dicen con palabras, muchas con los hechos). Entre los cristianos no debe ser así. El que quiere el mando es precisamente el que no debe tenerlo: aunque diga que lo quiere para servir. El que se pelea por el mando (aunque sea el de la televisión) no es precisamente para agradar a los demás. El Señor da el poder a los humildes, no a los que se sirven de su estatus para salirse con la suya. María en esta tierra no buscó el poder: por eso ahora tiene la gloria.

viernes, 14 de agosto de 2020

EL TRAMPOLÍN DE VERANO


Hoy celebramos el triunfo de la Virgen. Es la Mujer que está más alta en el cielo.
El libro del Apocalipsis (Primera lectura de la Misa: 11,19ª;12,1-6ª) nos la presenta con «la luna como pedestal», y «vestida» con un traje impresionante, nada menos que «de sol». María está a la derecha del Rey del Universo, «enjoyada con oro» de la mejor calidad (Salmo Responsorial: 44). Podríamos decir sin temor a equivocarnos que más que Ella sólo Dios (cfr. Camino, n. 496). Primero va Jesús, que es la «primicia» (cfr. Segunda lectura: 1Co 15,20-27) y después María. Si hubiéramos preguntado en Nazaret a las personas que la trataron habitualmente. Quizá nos hablarían de una persona buena, e inteligente. Pero seguramente muchas de que vivieron cerca de Ella se quedarán extrañados al verla donde ahora está. ¿Cuál es el secreto de que haya llegado tan arriba? ¿Cuál fue su trampolín que la lanzó tan alto? En el Evangelio se nos da la explicación (Lc 1,39-56). En esta tierra Ella llegó muy bajo. Fue la Madre de un condenado a muerte por blasfemia. Vio a su Hijo en el patíbulo más humillante: la cruz. Además en la vida corriente, ni Dios, ni Ella quisieron que tuviese ningún tipo de reconocimiento. Su misión en esta tierra fue servir en cosas materiales. Con su inteligencia, y el resto de sus cualidades podría haber querido sobresalir. Y sin embargo sólo buscó que se luciera Dios. Gracias a su humildad a llegado tan alto. En esta solemnidad tan importante, que celebramos en agosto, podemos pedirle a nuestra Madre que Ella sea nuestro trampolín de verano.

viernes, 7 de agosto de 2020

TACONES LEJANOS

Hay personas que no aguantan que el Señor esté silencioso en el sagrario. Con lo que está cayendo querrían que su voz poderosa paralizase el mal. Parece que Dios en la actualidad no dice nada. No hace milagros como hacía en tiempos de los santos: ahora no habla. Pedro, que era el Apóstol de la fe –hemos leído en el Evangelio (cfr. Mt 14,22-23)– pidió al Señor poder andar sobre las olas en un mar revuelto. Y lo consiguió. Pero se hundió al ver que el viento venía en contra. Su poca fe interrumpió el milagro. Y el Señor le habló: –¿Por qué has dudado? En la actualidad para oír la voz de Dios necesitamos silencio. Pues Dios habla bajito. Su voz se hace sentir, como experimentó Elías, entre el murmullo de un vientecillo tenue (cfr. Primera lectura de la Misa: 1Re 19,9a.11-13ª). Cuentan que estaban en Torreciudad un grupo de chicas haciendo un rato de oración en la Capilla del Santísimo. Allí hay un crucifijo de gran tamaño, de bronce dorado, con una expresión de serenidad y viveza tan grande que parece que habla al que mira. Allí estaban estas chicas rezando en silencio, mientras se oía a lo lejos el ruido que producían unas señoras que visitaban el Santuario: con el típico sonido que hacen los tacones lejanos. Hasta que ese grupo de mayores decidió inspeccionar la Capilla del Santísimo, donde las chicas empezaban a ponerse nerviosas por el trasiego de las señoras. Iban entrando a la Capilla, mientras abrían la puerta y cuchicheaban. Y una de ellas, que parecía ser la más enterada, refiriéndose al crucifijo dijo a media voz, pero perceptible a todo el mundo, no sólo a la persona que le estaba enseñando: –Mira, ese es el Cristo que dicen que habla... Y en aquel momento, una de las chicas que había oído lo del «Cristo que dicen que habla», replicó con gracia: –Señora, habla si ustedes le dejan. Pues esto es lo que tenemos que hacer: dejar que el Señor pueda hablarnos. Para que no nos suceda como dice San Pablo, con pena, de «los de su raza».(cfr. Segunda lectura: Rm 9, 1-5). Aquellos elegidos que –en su gran mayoría– dejaron de oír a Dios, aunque pasaba muy cerca, pero sin tacones

FORO DE HOMILÍAS

Homilías breves predicables organizadas por tiempo litúrgico, temas, etc.... Muchas se encuentran ampliadas en el Foro de Meditaciones