sábado, 30 de octubre de 2010

SALVAR

En el Evangelio (Lc 13, 22-30), se recoge la contestación de Jesús a uno que le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Jesús no quiso responder directamente a esta pregunta periodística.

El Maestro va más allá de la pregunta, y se fija en lo esencial: le preguntan por el número, y Él responde sobre el modo: «entrad por la puerta estrecha...»

Y enseña a después que para entrar en el cielo no es suficiente pertenecer al Pueblo elegido, o a una familia cristiana.

Jesús no quiere que tengamos una falsa confianza en Dios. Como diciendo: «Yo estudié en un colegio católico, y allí había oratorio».

El diría: «No te conozco. Aunque estabas en mi casa no me traías a nadie».

No es suficiente con tener fe, son necesarias las obras. Y hay personas que teniendo menos formación que nosotros hacen más por el Señor.

Por eso Isaías profetiza (en la Primera lectura: 66, 18-21) que incluso los que no pertenecen al Pueblo elegido, esos serían «mensajeros del Señor».

Esta fue la tarea que Dios ha dado a los que quieren servirle con obras, ayudar a la salvación de los demás.

Por eso la (Segunda lectura: Heb 12, 5-7; 11-13.) señala cuál es nuestra misión en esta tarea de salvación: fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes.

El Señor nos dice: «espero tu oración para obrar conversiones». Pensemos hoy en quienes tenemos más cerca. Empecemos por ellos, sin importarnos que a veces nos parezca que nosotros no servimos para eso.

El Señor cuenta con nosotros para salvar.

sábado, 25 de septiembre de 2010

RICOS, XXVI DOMINGO, CICLO C



Las lecturas de la Misa nos hab
lan de la necesidad de pensar en los demás.

La Primera (Am 6, 1; 4-7.) nos presenta la indignación del Profeta Amós, que se encuentra con los dirigentes llevando una vida lujosa, mientras el país estaba en la ruina.

En la Segunda lectura (1 Tim 6, 11-16.), San Pablo recuerda a Timoteo que la raíz de todos los males es la avaricia: cuando uno va a lo suyo

Por su parte, el Evangelio (Lc 16, 19-31) nos describe a un hombre rico que no supo sacar provecho de sus bienes.

La descripción que nos hace el Señor en esta parábola tiene fuertes contrastes: gran abundancia en la vida del rico, extrema necesidad en Lázaro.

Los bienes del rico no habían sido adquiridos de modo fraudulento; ni tampoco parece que tenga la culpa de la pobreza de Lázaro, al menos directamente.

Este hombre rico no está contra Dios ni tampoco oprime al pobre. Únicamente está ciego para ver a quien le necesitaba. Vive para sí, lo mejor posible.

Ciego

¿Cuál fue su pecado? Pues que no se fijo en Lázaro, a quien hubiera podido hacer feliz viviendo él con menos egoísmo: con menos afán de ir a lo suyo.

Lo que llevo al rico al infierno no fueron sus riquezas –Dios es también rico– sino su egoísmo.

Y lo que llevó a Lázaro al cielo no fue la pobreza material –entonces los pobres serían santos– sino la pobreza de espíritu, la humildad (cfr S. Agustín, Sermón 24, 3).

El egoísmo deja ciegos a los hombres para las necesidades ajenas y lleva a tratar a las personas como cosas sin valor. Todos tenemos a nuestro alrededor gente que tiene algún tipo de necesidad, como Lázaro, de la que no debemos pasar por ir a lo nuestro.

Ricos

Las personas que tienen dinero con frecuencia han sido personas mal vistas. Todos conocemos a ricos buenos, pero a veces no es así. Ya en su tiempo el profeta Amós se queja de ellos (cfr. Primera lectura de la Misa).

Tengo amistad con una persona muy rica. No voy a decir el nombre porque es muy conocido. La verdad es que vive en sitios estupendos. Por ejemplo he visitado su finca de Marbella y es más impresionante que la del Rey Fa.

Mucha gente le pide dinero. En concreto me acuerdo, que como es conocido de mi familia, me consta que le han pedido muchas veces. El tiene la teoría que dar en metálico hace daño. Prefiere ayudar a que la gente encuentre trabajo, y se esfuerce.

Sólo ha podido tener un hijo. La verdad es que las mujeres van detrás del chico.

A este chico –bueno ya es mayor, tiene más de veinte años– casi nunca lo sacan en las revistas del corazón, pasa lo mismo que con el creador de Zara.

Un dato. Por ejemplo a su bautizo no acudió nadie de la prensa, y por supuesto no fue en España.

Ya digo que son excepciones. Pero tú ves a su Madre, y es que no aparenta en absoluto que está absolutamente forrada. Es una de las mujeres más discretas que yo conozco.

Lo que me sorprende de esta familia es lo preocupada que está siempre por los demás. Sólo han podido tener un hijo, y sin embargo han querido adoptar a niños abandonados y con problemas. Yo sé lo que cuesta adoptar porque tengo tres sobrinos en esa situación.

Preocuparse por los demás

En el Evangelio, el Señor nos cuenta historias. La verdad es que impacta mucho la parábola del pobre Lázaro y del rico epulón (en la Misa de hoy).

En este mes se empieza un nuevo curso. Y hay estudiantes que comienzan a vivir con gente a la que no conocían anteriormente.

En la esquina de la calle Rector López Argueta con Gran Capitán me he encontrado un anuncio en el que se deja el teléfono, porque están buscando una tercera persona para compartir el piso. Y está escrito algo así: «Estamos deseando compartir el piso contigo, es muy coqueto y se encuentra en el centro de Granada».

La verdad es que dan ganas de pagar 200 euros e irse a vivir con gente tan simpática. Lo cristiano es ser amable incluso con los desconocidos.

No digo yo que los que quieren compartir piso no tengan algún «interés». Quieren que su vivienda le resulte más barata, y para eso esperan que se apunte otra persona.

Pero lo que está claro es que Dios no tiene ningún «interés personal» en que nosotros nos vayamos a vivir con Él en la eternidad.

No es que Dios «necesite» que paguemos 200 euros, Él quiere que vayamos al cielo porque nos quiere: como un padre a sus hijos.

Y nosotros que somos cristianos también hemos de pensar en los demás. Jesús cuenta la parábola del pobre Lázaro y el rico que iba a lo suyo. El Señor narra esta historia para que veamos la importancia que tiene preocuparse de las necesidades de los demás.

Antes os hable del multimillonario que yo conozco. Pues mandó a su hijo mayor, el que no es adoptado, para que trabajase como uno más entre los de su empresa.

Suena bonito, pero es que los compañeros no sabían que era el hijo del dueño. Pero lo dramático del caso es que estando en un país extranjero unos italianos lo mataron.

Los que me conocéis sabéis que soy adoptado, y que me he criado en esa familia de la que vengo hablando, y que la ilusión de mi padre adoptivo es que yo fuera sacerdote.

Bueno, pues ya me conocéis: soy hijo adoptado por Dios. Mi Hermano mayor – al que mataron los romanos– es Jesucristo, que «siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza» (2 Co 8, 9: Aleluya de la Misa).

Esta es la realidad, Dios es rico, muy rico. Él lo tiene todo. Sin embargo fue capaz de desprenderse de todo para conquistarnos.

lunes, 17 de mayo de 2010

FIRE!!

Los Apóstoles «se llenaron del Espíritu Santo y empezaron a hablar». Esto es así porque cuando nos inunda el Amor necesitamos comunicar las «maravillas de Dios» (cfr. Hch 2,1-11).

El Amor no es nunca mudo. El que no habla de Dios es que no tiene la fuerza de su Espíritu. El Amor de Dios –que el cristiano debe llevar dentro– es lengua y fuego.

El Señor quiere salvarnos y envía su Espíritu (cfr. Sal 103) para que incendie el mundo. El egoísmo también quema, pero es como el infierno, frío y distante: nada comunicativo.

El Amor de Dios no se para ante nada, es fuego que no hace distinciones. Aúna todo, porque para el Amor la diversidad no es contrariedad. Lo que es distinto enriquece al conjunto (cfr. 1 Cor 12, 3s). En una familia el cariño de padre hace que seamos iguales y diferentes. Para Dios todos somos gemelos.

Como ha dicho el poeta: «El Amor es el Alma de la Iglesia. Es Viento que borra los pecados de la Tierra. Es Rocío que hasta el polvo del camino convierte en primavera».

Por eso murió Jesús para que recibiéramos el Espíritu Santo, y lo contagiáramos (cfr. Jn 20, 19-20). La felicidad no puede ser sólo para nosotros, hay que radiarla, como se cantan los goles de un partido.

martes, 11 de mayo de 2010

EL PERFUME DE REGALO


Los primeros cristianos notaron la ausencia del Señor. Su Humanidad se marchó al cielo el día de la Ascensión (cfr. Lc 24, 46-53). Y ellos seguro que se quedaron con una sensación extraña.

María guardaría con cariño la ropa de Jesús, e incluso su casa todavía conservaría su olor. Pero ya no iban a ver más sus manos grandes de carpintero, ni su simpática sonrisa, ni oirían el tono de su voz… Se fue.

A nosotros puede pasarnos por el estilo. No conocemos el rostro de Jesús, y tampoco le oímos.

Pero, aunque el Señor ascendió allá arriba «
entre aclamaciones» (Sal 46, 6), también prometió que a nosotros nos llegaría aquí abajo un regalo, que Él nos lo enviaría «de lo alto» (Lc 24, 46s).

Y al enviarnos su Espíritu recibimos ese Regalo especial. Y fuimos «
ungidos con su perfume». Y por el olor de esta fragancia, los cristianos seríamos conocidos en todo el mundo (cfr. Hch 1, 1-11).

Después de la Ascensión no contamos ya con la presencia de la Humanidad de Jesús, pero tenemos su Espíritu.

Muchos no conocen al Espíritu Santo, el Amor de Dios, que Jesús nos envió para consolarnos. Muchos no conocen ese Amor, que es el único bálsamo perfumado que alivia en las dificultades. Y nosotros somos los comerciales, viajantes, de este producto maravilloso.

El Amor de Dios irradia ese perfume que atrae, y que muchos quieren imitar. Pero se nota cuando no es el auténtico, porque se desaparece rápido.

El perfume que Dios regala a los cristianos es discreto, no empalaga, y dura siempre. Es producido por el verdadero Amor. Es el auténtico
Cristian Dior.

jueves, 6 de mayo de 2010

BABEL NUNCA MAIS, VI DOMINGO DE PASCUA, CICLO C


Sabemos que los Apóstoles se reunieron en Jerusalén para dar solución a los problemas que habían surgido entre los cristianos (cfr. Hch 15,1-2s).

En aquella reunión solemne buscaron la coordinación. Aunque tenían motivos para enfrentarse unos contra otros, no lo hicieron, sino que respetaron las distintas sensibilidades, mientras no se opusieran a las Enseñanzas del Maestro.

Los Apóstoles y sus sucesores gozan de esa capacidad de unir, respetando las opiniones que no vayan en contra del Evangelio.

La compresión y la coordinación no podría darse con la testarudez propia de la falta de la inteligencia. Porque la fe tiene que ir unida a la verdad.

Pero la Verdad no puede utilizarse como un arma arrojadiza, que impacta como una bofetada.

La Verdad sin Caridad encuentra obstáculos para ser recibida. Pero incluso resulta dañina al que la lanza al rostro de los demás, porque no en vez de hacerle bueno le hace orgulloso.

Es una pena que la Verdad sea motivo de desunión. Aunque la Verdad nunca desune, lo que desune es la ignorancia y el orgullo.

Para eso quiso enviarnos Jesús el Espíritu Santo, que es Amor de Dios y nos enseñará todas las cosas (cfr. Jn 14, 23-29).

En la Antigüedad los hombres quisieron construir una torre altísima que llegara hasta el cielo. Hoy esto sería más o menos fácil. Pero aquellos hombres como cimiento de aquel gran edificio utilizaron su orgullo.

La cosa acabó mal y nadie se entendía, igual que sucede unas horas después de haber consumido alcohol, que no se sabe porqué siempre hay disputas.

En Babel no se entendieron, y hubo confusión, porque cada uno fue a lo suyo: podemos decir metafóricamente que no tenía un «habla común».

En el Apocalipsis se nos habla de otra construcción –una ciudad bellísima– que no sube de la tierra al cielo, sino que baja del cielo a la tierra. Porque desde allí el Señor nos ha enviado el secreto para entender la lengua de los demás: quererles.

martes, 4 de mayo de 2010

YA ES PRIMAVERA, V DOMINGO DE PASCUA


La primavera es una explosión de novedad en la naturaleza. Es un renacer. Por eso la primavera es una figura de la Resurrección de Cristo. Y en algunos sitios a este tiempo se le llama Pascua florida.

El Apocalipsis nos habla de un cielo nuevo y una tierra nueva que ha inaugurado el Señor y que se hará realidad (cfr. Segunda lectura: 21, 1s)

Efectivamente ya es primavera en toda la creación, el invierno del pecado ha sido vencido por el Sol.

Esto quiere decir que, con la Resurrección del Señor, la vida de todos los hombres se ha llenado de novedad.

Y los apóstoles fueron llamados a predicar todo esto (cfr. Primera lectura: Hch 9, 26s). Así lo hizo San Pablo: anunciar la alegre noticia de que Dios nos ama, hasta el extremo de morir por nosotros.

Con su venida, con su Pasión y su Resurrección Dios ha inaugurado un nuevo tiempo, en el que rige un mandamiento nuevo (cfr. Evangelio de la Misa: Jn 13, 31s).

Es cierto que todavía el egoísmo y el interés está mezclado con el amor y el servicio. El trigo y la cizaña crecen juntos en esta Primavera de la Tierra. Incluso están juntos en nuestro corazón.

A veces el mandato del Señor es difícil de cumplir, y puede parecernos imposible: amar a los demás –a todos– hasta el extremo de entregar la vida por ellos, como nos manda Jesús.

De alguna forma este mandamiento es imposible de cumplir con nuestras solas fuerzas: sólo podemos amar como Dios si Él no nos lo da.
En esta época del año hay fiestas folclóricas donde el vino es un elemento esencial, igual que el baile. Estas son dos realidades que se dan en países católicos, porque la ternura por las cosas de la tierra la ha traído el Señor con su resurrección.

Efectivamente habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, donde se llenará de alegría la vida de los demás. Allí no habrá borracheras, que siempre son alienantes. Porque la nueva tierra es lo más opuesto al vómito asqueroso de un botellón.

En el nuevo cielo y en la nueva tierra estaremos rodeados de caras sonrientes. Aquello será como un estallido primaveral. Y para llegar allí hemos de «permanecer» en el Señor (cfr. Jn 15, 4s: Aleluya de la Misa).

Permanecer en el Señor consiste en no separarse de Él: hablarle, escucharle, pedirle perdón, recibirle…

¡Qué alegría tener a Dios! Y que sosos somos nosotros al hablar de Él.

¡Sonríe! Eres cristiano. La caras largas son patrimonio del frio infierno. Nuestro enemigo no sabe nada de la alegría de la entrega.

El amor nos hace tener el cuerpo vestido de flamenca. Y aunque llueva un poco ya es primavera hasta en el cielo inglés.

viernes, 23 de abril de 2010

EL BUEN TAXISTA, IV DOMINGO PASCUA CICLO C


Jesús dice: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco, y ellas me siguen» (Evangelio de la Misa).

En el Apocalipsis se dice que el Señor es el pastor de los santos y que los conduce hacía la felicidad (cfr. Ap. 7,9s: Primera lectura).

Jesús con su voz nos indica el camino, pero como pastor también nos lleva personalmente hasta el sitio mismo. Además, en el caso de que lo necesitemos, no le importa subirnos a sus hombros.

Nos viene a la cabeza la figura del Buen Pastor con una oveja que lleva alrededor del cuello. La lleva de la misma manera que un padre lleva a su hijo pequeño, cuando algunas veces sale de paseo.

Dios cuida especialmente de nosotros, que somos sus hijos. Y si confiamos en el Señor tendremos siempre paz.

Por eso, los acontecimientos de nuestra vida hay que preverlos con mucha esperanza. El Señor nos ha protegido hasta este momento y cuidará también de nosotros en todas las ocasiones.

Él nos llevará. ¿Por qué vamos a temer? Dios nos ha asegurado que todo contribuye al bien de los que le aman. Pues el mismo Padre que nos cuida hoy, nos cuidará mañana.

Y si en nuestra vida viene algún mal, nos dará también el valor para soportarlo.

Por eso hemos de permanecer siempre en paz, y arrancar de nuestra imaginación lo que pueda angustiarnos y decir con frecuencia a Nuestro Señor: «Confío en ti» ¿Qué puede temer un hijo en brazos de semejante Padre?

Los niños no piensan tanto en sus asuntos porque tienen quien piense por ellos, y sin están junto a su Padre siempre serán fuertes. Si lo hacemos estaremos continuamente en paz.

Eso nos ocurrirá si confiamos en Dios de un modo pleno, invariable. Pero los medios para servir al Señor hemos de desearlos serenamente y sin aferrarnos a ellos. Porque podría pesar que en un momento determinado Él nos impidiera utilizarlos, y entonces nos sintiésemos muy afectados.

«Señor, yo, lo que Tú quieras. Lo que Tú quieras»

Hace unos días me dijo un taxista:

–«Aunque no se lo crea, yo cuando salgo de mi casa le digo al Señor: conduce Tú».

jueves, 15 de abril de 2010

A PESCAR , III DOMINGO DE PASCUA, CICLO C

Alguna vez los amigos te preguntan con curiosidad: –«Bueno, y ¿ahora a qué te dedicas».

En ocasiones suelo decirles: –«
Pues mira, a lo de siempre, a salvar almas».

Precisamente la tercera vez que el Jesús resucitado se le aparece a los Apóstoles les a enseñar esta importante lección: la misión de los cristianos es «
pescar», salvar almas (cfr. Evangelio de la Misa: Jn 21, 1-19).

No sólo el Papa, los obispos, y los curas estamos llamados al apostolado: todos los cristianos tenemos esa misión.

El Apocalipsis nos habla de millones de criaturas que estarán en el cielo, y lo cierto es que muchas irán allí gracias a nosotros, si somos pescadores (cfr. Segunda Lectura: 5, 11-14).

El enemigo sabe que podemos hacer mucho bien, acercando gente a Dios por eso quiere que no hablemos. Y utiliza todos los medios para hacernos callar.

A los Apóstoles las autoridades les prohibieron hablar de Jesús (cfr. Primera lectura: Hch 5, 27s). En nuestro caso no será el Sanedrín sino otras personas.

Pero está claro que nuestro Enemigo quiere taparnos la boca. El Señor lo derrotó muriendo en la cruz y resucitando. Y como va en retirada lo que busca Satanás es ganar alguna escaramuza, porque la batalla ya la tiene perdida.

El Señor triunfa cada vez que hablamos de la Verdad, porque a los hombres como a los peces se les pesca por la cabeza.

Hemos de hablar de la verdad del matrimonio; la verdad de la pureza; la verdad del sacramento de la misericordia de Dios. La verdad tan grande de que el Señor se ha quedado en la Eucaristía.

Tú y yo hemos experimentado cómo nos afecta interiormente que alguien nos diga la verdad, que nos hable de Dios. Si nosotros queremos mejorar es porque hay una persona que se ha empeñado en ayudarnos.

Dijo el primer Papa: –«
voy a pescar»

Y le dijeron los Apóstoles: –«
vamos también nosotros contigo»

FORO DE HOMILÍAS

Homilías breves predicables organizadas por tiempo litúrgico, temas, etc.... Muchas se encuentran ampliadas en el Foro de Meditaciones