domingo, 29 de junio de 2008

CON UN PROYECTO COMÚN

Hoy comenzamos el año que la Iglesia ha querido dedicar a San Pablo.

También celebramos la fiesta de San Pedro, el primer Papa (cfr. Mt 16, 13-19: Evangelio de la Misa del día).

La verdad, es que los dos Apóstoles eran muy distintos.

Tenían diferencias por nacimiento (San Pablo no era de Palestina), por culturas. Incluso también las profesiones que desarrollaban no se parecían en nada

Muchas cosas los separaban en lo humano, y también en los espiritual: Pedro había vivido con el Señor, y Pablo había sido enemigo declarado de los cristianos.

Pablo era un experto en la Escritura, y Simón tenía una cultura teológica elemental.

Todo esto es complementario, porque tenían un proyecto común.

«Pedro fue el primero en confesar la fe, Pablo, el maestro insigne que la interpretó» (Prefacio de la Misa).

Participaban de la misma empresa aunque tuviesen puntos de vista diferentes. Mejor: así se adaptaban a todas las sensibilidades.

Los dos estaban en la tierra para lo mismo: salvar almas. Pero de distinta forma: Pedro «fundó la primitiva iglesia con el pueblo de Israel, Pablo la extendió a todas las gentes» (Prefacio).

Hoy le damos gracias a Dios por haber hecho a los santos tan diferentes y tan amigos.

Porque no se fijaban en lo que les separaba sino en lo que les unía: la amistad con el Señor.

Siendo distintos quieren lo mismo: salvar almas, como San Pedro y San Pablo.

Al comenzar hoy el año de San Pablo, hacemos el propósito de aprender a hacer apostolado en nuestro ambiente, cada uno a su manera de ser. Sin miedos.

En la Iglesia hay maneras muy distintas de actuar. Lo importante no son las diferencias, sino tener un mismo proyecto común.

Estos días lo estamos viviendo con la Eurocopa de fútbol. Jugadores que durante el año están en equipos distintos, incluso que son eternos rivales, pero tienen ahora un proyecto único: ganar la Eurocopa para su país.

Nuestro proyecto común es llevar almas al Cielo.

La manera, quizá, más frecuente de hacerlo es hablando de Dios de tú a tú, a través de la amistad: este es el mejor regalo que le podemos hacer a las personas que queremos.

Para eso hemos nacido, para ser santos y hacer apostolado.

–¡Reina de los Apóstoles, San Pedro y San Pablo ayudádnos en nuestro proyecto común!

sábado, 21 de junio de 2008

EL CUCHICHEO DE LA GENTE

Todos los que han querido hacer el bien han encontrado dificultades.

El profeta Jeremías habla del «cuchicheo de la gente» (Primera lectura de la Misa: cfr. 20,10-13).

En la actualidad el bien no es aplaudido, es cierto. Pero esto ha ocurrido siempre.

De todas formas nuestro Señor nos dice a los cristianos, que no es para tanto: «que no tengamos miedo» a los que nos quieran hacer daño (cfr. Evangelio de la Misa: Mt 10,26-33).

Y la razón que nos da Jesús es que el Señor cuida de nosotros: estamos en buenas manos, en manos de nuestro Padre.

Desgraciadamente cuando la familia de un paciente le pregunta a un médico sobre el estado de salud del pariente, y el doctor responde que estamos en manos de Dios, parece entonces que las cosas están muy mal para el enfermo, que la medicina no puede hacer nada.

Pero tranquilo «hasta los cabellos de nuestra cabeza» los tenemos contados. Por eso dice el salmo que el «Señor escucha» a los necesitados (cfr. Responsorial: Sal 68).

Ya se ve que en esta tierra si uno quiere hacer el bien casi siempre encontrará dificultades.

Pero esos obstáculos no los ha puesto el Señor sino el pecado, como nos dice San Pablo (cfr. Segunda lectura: Rom 5,12–15).

Por eso, si somos inteligentes, el miedo al que dirán no nos ha de mover. Lo que en realidad ha de preocuparnos es lo que puede dañar el alma: el cáncer que nos hace malos.

domingo, 15 de junio de 2008

MI PUEBLO

Todos los que nos conocen saben perfectamente de qué pueblo somos. Esto marca nuestra vida. Nuestra comarca es lo mejor del mundo.


Pero en realidad un pueblo son las personas: Delio el del bar, y su padre Inocente, Aniceto...

Pero nosotros no elegimos a esas personas: nos tocaron en suerte, caímos allí.

Sin embargo Dios ha querido hacerse un pueblo eligiendo Él a sus habitantes.

Los primeros fueron: Pedro Barjonas, y Andrés su hermano, Mateo el publicano... y así hasta doce (cfr el Evangelio de la Misa de hoy: Mt 9,36-10,8).

Estos eran los amigos del Señor, y luego vendríamos otros. Pues también nosotros somos de su pueblo (cfr. Sal 99, responsorial de la Misa).

Como nos cuenta el libro del Exodo (cfr. 19,22-6ª: Primera lectura de la Misa): el Pueblo hebreo fue elegido por Dios.

Y desde luego no hay otra nación de estas características en toda la Historia de la Humanidad. Tiene algo especial: tan especial que el Señor nació en él, y no lo abandonará.

Pues nosotros los cristianos somos Pueblo de Dios no por genética. Sino porque el Señor ha querido morir por nosotros (cfr. Segunda lectura: Rom 5,6-11).

Y ya somos de su Pueblo. El Señor derramó su sangre hebrea para fuésemos elegidos.

Es la misma sangre que llevaba la Virgen, porque el cuerpo del Señor, que vamos a recibir se formó en su interior.

También María es nuestra madre, que nos está engendrando para la eternidad.

Ella sabe de la alegría de tener hijos, y en cielo es ministra del ejercito en la intimidad.

Sabe hacer compatible su labor de Jefa de San Miguel y de madre de cada uno: Ella nos enseña el idioma de nuestro Pueblo.

domingo, 8 de junio de 2008

FRODO VIVE

Jesús actúa con misericordia con respecto a los pecadores, porque eso es lo que agrada a Dios (cfr. Evangelio de la Misa: Mt 9,9-13).


Dios prefiere la misericordia más que los sacrificios (cfr. Primera lectura: Os 6, 3-6).

Y también Jesucristo como Dios, dice que él quiere lo mismo que su Padre: porque yo «no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores».

Comentando este pasaje dice la Iglesia que, Jesús escandalizó a algunos porque identificó su conducta con la de Dios (cf. CEC, 589). Y así era, porque Él es Dios debía actuar como Dios.

El Señor es misericordioso, y todas sus criaturas somos instrumentos de su misericordia.

Lo más propio de Dios es la misericordia: un Dios que es tierno hasta abajarse y curar la miseria de sus criaturas más débiles.

Y para eso utiliza instrumentos: unos personalmente son santos y, otros no lo son.

En la historia del Señor de los Anillos, un instrumento degenerado está representado por Gollum o Smeagol. Y al final de este relato, gracias a la malicia de Gollum se realiza la misión. Al morder el dedo de Frodo por fin el Anillo fue destruido.

Esto significa que al fin al cabo todas las criaturas son instrumentos de la misericordia de Dios: también el mismísimo demonio, que es un instrumento muy bueno, pero a la vez muy indigno.

Por eso hay que fiarse de Dios como hicieron los santos, como hizo Abrahán nuestro padre en la fe (cfr. Segunda lectura de la Misa: Rm 4,18-25).

Porque el Señor, en su cariño por nosotros, todo lo organiza para el bien de los que le aman.

Y así debemos de hacerlo nosotros como dice el salmo: siguiendo ese «buen camino» de la misericordia. Debemos ser un poco Frodos, aunque como él tengamos miserias.


domingo, 1 de junio de 2008

HAY QUE ELEGIR

Hay personas que se contrarían porque Dios no interviene en esta tierra aplastando a los que hacen el mal.

Esos mismos estarían contentos con que, a los que hacen el mal, no se les dejara ni respirar. Pero Dios nos ha hecho libres, no quiere autómatas.

También los que van contra Dios pueden cambiar, de hecho así ocurre. Dios se ha encarnado para salvar. Y los pecadores podemos convertirnos.

Nuestro Señor ha querido hacernos libres. No quiere esclavos sino hijos, que eligen voluntariamente el bien.

Así nos dice la Sagrada Escritura que en esta vida hay que elegir entre dos posibilidades: seguir la voluntad de Dios o no seguirla, obtener la bendición o maldición (cfr. Dt 11,18.26-28: Primera lectura de la Misa).

El hombre se salva por la fe en Jesucristo (cfr. Rm. 3,21-27: Segunda lectura). Pero la fe no es sólo intelectual, o producto del sentimiento.

El Señor en el Evangelio nos habla de que hay que actuar: poner «en práctica» sus palabras (Mt 7,21-27). La fe es algo operativo: que se debe notar en nuestro plan de vida diario.

Así es: podemos construir nuestra vida al margen de Dios, o elegir que el Señor sea la «roca» donde se apoye nuestro día (cfr Sal 30: Responsorial). Hay que elegir en la práctica.



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