martes, 8 de octubre de 2019

EL BOLÍGRAFO DE DIOS




El porcentaje

Jesús se sorprende de que haya personas que no alaben a Dios después de haber recibido un gran favor. La verdad que es una cosa extraña que entre los seres humanos haya tanto desagradecido. Tendríamos que estudiarlo. Quizá es porque somos unos orgullosos que pensamos que, todo lo que recibimos, lo merecemos.

Según nos cuenta el Evangelio, el porcentaje de gente agradecida es muy bajo. Y lo curioso es que los más cercanos a Dios son los que menos se sienten inclinados a manifestar la alabanza.

Cuanto más cerca, más lejos. Quizá no somos agradecido porque estamos acostumbrados a recibir. Incluso puede ser que nos parezca lo más natural del mundo recibir regalos por nuestro cumpleaños, tener una salud estupenda, que el sol salga todos los días...

Cómo si uno dijera las calles están limpias, es lo normal, para eso pago los impuestos: no tengo necesidad de agradecer nada al alcalde de mi ciudad. El Estado de Bienestar es un invento moderno por el que si uno está enfermo puede ir con mucha facilidad a que le atiendan en la Seguridad Social, las medicinas son baratas en las farmacias. Existe el Ave, aunque todavía no llega a Almería...

Todo funciona mejor que en el siglo XX. Nada más que hay que ver las infraestructuras. ¿Pero quien pagó eso? Uno puede decir el fondo de cohesión, la Alemania de Merkel, o nosotros, porque “hacienda somos todos”. Desde luego poca gente escribe al ministerio de fomento para agradecer que el tren llegue a Granada: porque esto lo vemos como un derecho.

Habitualmente uno no suele agradecer lo que uno paga. Si voy a tomar un café lo lógico es que me sirvan; si voy a unos grandes almacenes lo normal es que me sonrían al comprar: eso va unido al  precio que pago.

Pues quizá esto es lo que les ocurría a los hebreos, que pensaban que como eran un Pueblo que tenían muy cercano a Dios, lo lógico es que les hiciese milagros a ellos. Se habían acostumbrado a la Presencia de Dios y todo le resultaba natural, como si el Señor tuviera esa obligación.

Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?» (Evangelio de la Misa: Lc 17, 17-19).

Lo lógico sería hacer lo que dice el Salmo (Responsorial de la Misa: cfr. 97, 1ss): aclamar a Dios, gritar, vitorear e incluso musicalizar la alabanza, esto es lo que hacen las personas desbordadas por el agradecimiento, pero... no lo hicieron. Y así Jesús no hizo a los nueve el regalo que sí haría al samaritano, que volvió y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias (Lc 17, 19). Y el Señor viendo su agradecimiento le dio la salud eterna: tu fe te ha salvado, le dijo (Ibídem).


Agradecer es una forma de pedir

Dad gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios dice la Sagrada Escritura y es por eso que las personas santas son muy agradecidas, están continuamente diciendo gracias (Aleluya de la Misa: 1 Th 5, 18). Socialmente lo hemos convertido en una costumbre de buena educación, y es que esa actitud nos hace ser personas agradables. Recuerdo que en un colegio mayor en donde viví había una telefonista, que antes de pasarte la llamada, se despedía, diciendo –Gracias, por favor.

Lo curioso es que esto pase con los extraños que nos encontramos en el bus o en el metro, y luego no suceda con los de nuestra casa. Pues indudablemente los más cercanos son los más necesitado de nuestra delicadeza en el trato.

La alabanza y el agradecimiento es fundamental si queremos seguir recibiendo. Por el contrario a las personas desagradecidas no se les suele hacer favores.

A Dios le gusta que reconozcamos lo que hace por nosotros. Por eso los grandes santos han sido muy agradecidos: san Agustín, santa Teresa, san Josemaría...

Decía santa de Ávila que a ella se la ganaba con una sardina y san Josemaría, que tenía fama de ser muy agradecido, afirmaba, siguiendo a la castellana, que a él con una raspa de sardina.

Ojalá el agradecimiento no sea una frase hecha, que pronunciamos maquinalmente sino que las palabras reflejen la actitud de nuestro corazón. Por eso un propósito que podemos hacer es alabar y dar gracias.

Lo habitual suele ser criticar, fijarse en lo que va mal, y para algunas personas se ha convertido incluso en su forma de ser porque se han forjado una personalidad tóxica, que siempre se están quejando y lamentando.

El cristiano no debe ser esclavo del ambiente, porque lleva dentro su propio ambiente de paz, así dice san Pablo  que aunque el lleve cadenas por fuera la palabra de Dios no está encadenada (Segunda Lectura de la Misa: Tm 2, 8-13). Por eso aunque parezcamos unos extraterrestres es bueno que nos incorporemos al porcentaje de gente agradecida.

No se trata de que piropeemos a la gente, para regalarle el oido. Nuestro agradecimiento tiene que ser más sencillo. Es verdad que decir cosas bonitas en delante de la persona puede que lleve al engreimiento y la vanidad a la que escucha. A Dios no hay problema por alabar en su presencia a los seres humanos, sí. De ahí que hay que desconfiar del que nos alaba cara a cara. Lo importante y lo bueno es que nos alabe cuando no estamos delante.

Por eso el propósito que hemos hecho se puede concretar: alabar más, mucho más, a la gente cuando no está delante. Decir la verdad: qué bien se ha portado conmigo, es muy trabajador, muy ingenioso, muy buena persona. Me dicen que en el caso de que una mujer hable de otra mujer puede ser heroico que la alabe por su belleza, pues también en eso.

Gracias a Dios

Conocí a un santo que cuando alguien le manifestaba su gratitud respondía: –Gracias a Dios. Precisamente en el colegio mayor universitario, al que antes me refería, se bautizó un Japonés que se había convertido gracias a la amistad con un chico que vivía allí. El nipón, Terusato, formaba parte del cuerpo diplomático de su país y fue a Granada para aprender español.

El día de su bautismo estaba tan contento que dijo: –Gracias, Miguel Ángel, por haberme ayudado tanto. 

Y el universitario le respondió: –Mira lo que decía el Fundador de este colegio Mayor: las gracias a Dios.

A lo que contesto el japonés: –Sí eso es verdad pero tú has sido... (y no le salía la palabra “instrumento” de Dios)... tu has sido el bolígrafo.

Una cosa parecida hemos leído en el Libro de los Reyes (Primera Lectura de la Misa: 2 R 5, 14-17):
«Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Recibe, pues, un presente de tu siervo». Pero Eliseo respondió: «Vive el Señor ante quien sirvo, que no he de aceptar nada». Y le insistió en que aceptase, pero él rehusó.

Efectivamente, las gracias a Dios, pero el mundo está lleno de bolígrafos.
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28 Domingo T. O.  C

–Primera Lectura
Volvió Naamán al hombre de Dios y alabó al Señor
2 R 5, 14-17

–Salmo Responsorial
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad
97, 1. 2-3ab. 3cd-4 (: cf. 2)

–Segunda Lectura
Si perseveramos, también reinaremos con Cristo
Tm 2, 8-13

–Aleluya
1 Th 5, 18
Dad gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros

–Evangelio
¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?
Lc 17, 11-19


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