viernes, 29 de marzo de 2019

FE, ESPERANZA Y CARIDAD



La tentación va a lo fundamental, a que dudemos de Dios. ¿Es real? ¿Nuestro Señor es tan bueno como se dice, o debemos nosotros mismos decidir lo que es bueno? En la tentación, las cosas de Dios aparecen como poco realistas, formando parte de un mundo secundario, que no nos hace falta para la vida corriente.

San Mateo va a narrar las tentaciones de menos a más, como si el tentador fuese primero a lo más básico, y luego fuese poniendo el listón más alto cada vez, al comprobar que se supera la prueba anterior. Al tratarse de un orden más lógico seguiremos lo que escribe este evangelista.

Y como veremos, los dardos del enemigo van a ir en primer lugar a la fe, después a la esperanza y en último lugar al amor a Dios.

En la primera tentación el diablo parece querer atacar la fe. Ahí pincha en duro. Al querer que el Señor desordene su criterio, buscando en primer lugar satisfacer su instinto básico, se encuentra con que Jesús le corta en seco, diciéndole que no solo hay un alimento corporal, sino que hay otro que proviene de Dios.

Con lo soberbio que es, Satanás no se da cuenta de que Jesús le habla de Él mismo, que es la “Palabra eterna de Dios, que se hará alimento” para el hombre en la Eucaristía. Jesús se rebajará hasta hacerse materia. La Iglesia llama a este Sacramento el Misterio de nuestra fe.

Jesús es la Verdad y siempre habla en verdad, aunque sea con el mismo demonio. Y Satanás, padre de la mentira, incluso utilizando la Sagrada Escritura, dice medias verdades, para engañar y para que el ser humano fije su mirada de forma prioritaria en las cosas de la tierra.

No es que las cosas materiales sean malas, pero lo que él busca es que las pongamos en primer lugar, y que la cosas de Dios queden relegadas a un puesto inferior. No olvidemos que el pecado es siempre un desorden.

La fe, nos indica que no solo las cosas materiales tienen importancia, que también la tienen las que no se ven. La luz divina hace que descubramos que hay realidades que proceden de Dios pero que no son materiales. Incluso, esas cosas espirituales, son más importantes para el hombre que las que se pueden tocar. Así, la fe nos descubre un mundo nuevo donde lo material y lo espiritual se complementan sin luchar entre sí.

Por eso, el demonio va a por la fe, porque ella es la raíz. Y si logra herirla, el árbol espiritual terminará secándose, porque por ahí le llega la savia.

Para que perdamos la fe en Dios, el enemigo va a nuestro punto más débil, la materia: ataca en primer lugar nuestros instintos básicos, que son los pies de barro que poseemos.

Si superamos esa tentación contra la fe, entonces va a por la esperanza. La fe nos hace descubrir a Dios y sus bienes.Y lo que busca Satán es que las “cosas de arriba” nos parezcan imposibles de alcanzar. Quiere que perdamos la esperanza. Para eso desvía nuestra mirada de lo que Dios nos ha prometido, y pretende que nos centremos en los bienes de la tierra: el dinero, la gloria humana, el éxito.

Y si el diablo observa que nuestra esperanza está anclada fuertemente en Dios, entonces la tentación siguiente es más espiritual. El demonio está lleno de soberbia y busca el poder, e intenta que confundamos el servicio con el mando, y para eso nos tienta, para que aspiremos a puestos altos.

Lo que intenta es quitarnos la caridad y para eso busca llenarnos de egoísmo: nos pide centrar nuestra mirada en nosotros, hacer nuestra voluntad, no obedecer a Dios, como él mismo hizo.

Satanás odia a Dios, quiere ocupar su puesto, busca quitarnos el Amor (la Caridad), y para eso empieza por abajo, intentando quitar la confianza en el Señor (la Esperanza), introduciendo la sospecha (que hace que perdamos la Fe).

Esto es lo que hizo con los primeros hombres. También lo intentó con Jesús (pues no estaba seguro de que fuese Dios, como afirman los Padres).


Y precisamente querrá hacer la misma jugada con nosotros. Es lo que vamos a desarrollar a continuación.

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