martes, 15 de enero de 2019

LA BODA



La boda de Dios 
En Cana (Evangelio de la Misa: cfr. Jn 2,1-11), una boda se convierte en una imagen: la boda de Dios con su pueblo (primera lectura de la Misa:cfr. Is 62,1-5).

 Jesús en alguna ocasión se presenta como el «novio» (cf. Mc 2, 18s). Dios y el hombre celebran unas bodas, se hacen uno: eso significa el matrimonio.

Dios y el hombre se hacen uno en Jesús, que es Dios y hombre a la vez. Y el vino nos habla de esta fiesta definitiva que Dios ha preparado. En esta boda en la que Dios se une con el hombre el agua tiene un significado.

El agua además de para beber o lavarse era utilizada por los judíos para la purificación. Juan el Bautista emplea precisamente el agua como signo de conversión. Pues el agua que utilizaban los judíos para la purificación se transforma en un signo de alegría. El agua de nuestra vida se puede convertir en vino. Esta es la enseñanza.

El agua de la purificación, que mandaba la Ley, se transforma en símbolo de la caridad, el amor, que es el mayor don que hemos recibido de Dios (segunda lectura de la Misa: cfr. 1 Cor 12, 4-11).

El amor tiene como efecto –igual que el vino– dar alegría al corazón del hombre. Por eso a los que están en el cielo se les llama “bienaventurados”, felices.

Una niña le preguntaba a un sacerdote que si él sabía por qué los santos están tan contentos... Y la niña siguió diciendo: –Por la gracia de Dios. Y no es solo un chiste, es la realidad. Dios es muy simpático y llena hasta arriba de alegría a sus amigos, como hizo con las tinajas de la boda.

En nuestra vida tenemos que purificarnos, y el agua es también signo de limpieza, del arrepentimiento. Si se lo pedimos a María conseguirá  que las cosas de cada día se conviertan, cambien. Se transformen en cosas alegres, en este vino especial. Porque nosotros estamos invitados a esa boda.

Invitados a la boda
Además de San Juan, otro Apóstol que estuvo presente fue Natanael. Como es sabido, Natanael,  era del mismo Caná de Galilea. Aunque era un hombre muy recto, la verdad es que no tenía muy buena opinión de la gente de Nazaret.

Y su amigo Felipe no quiso contestarle sobre si de Nazaret podía salir algo bueno o no. No se iba a poner a discutir. Lo que hizo su amigo Felipe fue presentarle al Señor para que él juzgara por su cuenta si Jesús de Nazaret era el Mesías.

Como sabemos cuando Natanael se encontró con el Maestro desaparecieron inmediatamente todas sus dudas. Esto es lo que tenemos que hacer con la gente llevarla al Señor.

Pero, por si fuera poco, unos días después del encuentro de Natanael con Jesús, hubo una boda en su pueblo. Ya sabemos lo que pasó. Cuenta una leyenda1 que su amigo Felipe aunque era tímido y con un humor muy fino,  cuando apareció el vino nuevo, le arrimó un vasito a Natanael y le dijo: –Prueba, a ver si te parece que de Nazaret puede salir algo bueno...

Pero fue gracias a María por lo que Caná de Galilea estuvo a punto de llamarse Caná de la Frontera.




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