viernes, 28 de agosto de 2009

DIOS SABE COMO HACERNOS FELICES, NOSOTROS NO



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Unos conocidos míos han ido a Egipto. Los más asombrosos para la gente que iba con ellos en el mismo grupo no eran las pirámides sino el empeño que tenían en a misa los domingos. Sencillamente querían hacer la voluntad de Dios.

Aunque parezca sorprendente la gente quería hacerse fotos con ellos porque querían ir a misa los domingos. No salían de su asombro. Y ellos tan contentos y se lo han pasado de miedo.

Hay gente que busca la felicidad y no la encuentra porque no sabe. La buscan en la ropa, en una fiesta, en caer bien, etc.

Todo el mundo busca disfrutar, por eso, los amigos se dicen unos a otros: vente que lo vamos a pasar en grande.

Si alguien conoce el secreto de la felicidad que, por favor, lo diga. No debería de ser algo tan secreto como la fórmula de la Coca Cola.

¿Qué nos la da? La ¿fama? ¿Ser conocido por todo el mundo? ¿Firmar autógrafos?

EL QUE SABE

Dios sabe cómo hacernos felices, nosotros no. Es nuestro Padre Dios, nos ha creado.

Jesucristo ha venido para eso. Se ha quedado en el sagrario, para darnos fuerzas y alcanzar la felicidad en esta tierra y en la otra. Para eso nos da indicaciones. Esos son sus mandatos.

LA RECETA

Por eso, en el AT nos dice que pongamos por obra lo que él nos manda (1 lectura). La suerte del pueblo de Israel es que tenían a Dios cerca, era como un padre que les iba diciendo lo que tenían que hacer. No ha habido ningún pueblo como él en la historia de la humanidad.

AFORTUNADOS

¡Qué suerte también para nosotros, los cristianos, estar con el Señor en su Casa! (cfr. Sal 14, responsorial). Y no solo vivir en su casa sino que nos vaya enseñando.
Por eso Santiago nos dice hoy: llevad a la práctica la palabra de Dios sembrada en vosotros (cfr Segunda lectura), porque eso es lo que nos va a hacer feliz.

En aquellos tiempos, había gente que no obedecía al Señor sino a sí mismos. Eran los fariseos. El que sigue al Señor siempre acierta.

DE ESPALDAS A DIOS

Un amigo mío cumplió 40 años. No tenía problemas de dinero. Era economista y abogado. Tenía dos hijos un Audi con tapicería de cuero. Trabajaba en un prestigioso despacho de Madrid. Una noche fue a una fiesta de disfraces vestido de negro, con una capa roja, cuernos y dientes de vampiro. Iba conduciendo y por el sueño se chocó contra un árbol. Perdió el conocimiento hasta que vino la ambulancia y escuchó como decían mientras lo sacaban: Parece que tiene sangre en la boca; y otro de los camilleros dijo: no ¡hombre! eso es pintura del disfraz.

Pasó el tiempo y a los 50 años se quedó soltero. Se compró una moto: Harley Davison que le costó 24. 000 euros, y un casco plateado. Se dejó una coleta tan plateada como el casco.

La mitad del año la pasaba en Menorca donde se aficionó a los perros y a los caballos de su moto acuática.

Y como se aburría se trajo un velero de Holanda. Y así estuvo, dando vueltas a turista con su velero hasta que montó un restaurante en terra firme. Luego, le dio un cáncer y se murió.

Y me decía su madre: realmente nada le lleno ¡que dura es la vida sin fe!

¡QUÉ FELICES SOMOS!

También me contaban de un matrimonio, buenos cristianos, que tienen nueve hijos, el mayor de 18 años y el pequeño de meses. La madre les lleva en furgoneta al colegio y la guardia civil les ha parado dos veces para pedirle los papeles porque pensaban que era un transporte público. En verano el matrimonio, a veces se va solo al norte, y descansan mucho porque solo se llevan a los cinco pequeños.

La vida de cada día es una auténtica aventura, siempre hay alguien que llevar al médico. La casa está llena de alegría. A veces se juntan 20 niños en la cocina donde la rumana les da de merendar. Allí van aunque tomen pollo frío porque siempre hay ambiente.

Cuando hay helados, a la pequeña le ponen el bañador, porque no atina a llevárselo a la boca y se acaba perdida.

Al padre que llega cansado del trabajo, un día le dijo el mayor: a ver si le dedicas más tiempo al pequeño porque me está empezando a llamar papá.
Y la mujer un día, cuando la casa estaba en silencio, con todos acostados, le dijo a su marido: qué cansados estamos pero qué felices somos.

LO QUE QUIERE NUESTRO PADRE

Cuando un padre manda una cosa a un hijo no es por egoísmo, sino porque quiere el bien del hijo. Y si no hiciera esto no sería un buen padre.

Un padre tiene experiencia, un hijo no. El hijo más feliz quizá es el más pequeño porque sus padres le hacen todo.

Al querer Dios que sigamos su voluntad, él sabe más y quiere nuestro bien, sabe como hacernos felices. Él es nuestro verdadero Padre.

Por eso lo mejor es cumplir lo que el Señor nos manda. Hacerle caso. Oír su voz. Agradarle.

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