jueves, 19 de febrero de 2009

LO NUNCA VISTO (VII Domingo T.O. Ciclo B)

Isaías habla de que el Señor hará prodigios. Y estos milagros los hizo Jesús. En el Evangelio (de la Misa de hoy: cfr. Mc 2, 1-12) se nos habla de cómo un paralítico empieza a andar: incluso se lleva su propia camilla. Y lo curioso es que el enfermo no tenía fe, sino los amigos que le llevaron.

Pero Jesús también cura a leprosos, resucita a muertos, y da de comer a miles de personas con unos poco alimentos. También en nuestro tiempo el Señor sigue haciendo milagros. Uno de los que más impresionante es el del cojo de Calanda. Está bastante bien documentado este milagro que ocurrió en España: hay libros sobre él.
Se ha dicho que todos los incrédulos habían pedido siempre, como un desafío a los creyentes, el milagro de ver cómo una pierna o un brazo eran reimplantados. Cuando Zola estuvo en Lourdes dijo con ironía: «Veo muchas muletas y ninguna pata de palo. Hacedme ver una pata de palo y entonces creeré en los milagros». Sin embargo eso ya había sucedido, por intercesión de la Virgen, en Calanda.

En ese lugar pobre y remoto, entre las 10,10 y las 10,30 de la noche del 29 de marzo de 1640, al campesino Miguel Juan Pellicer, de veintitrés años, le fue 'reimplantada' la pierna derecha, repentina y definitivamente. Un carro se la había destrozado, luego se le gangrenó y en el hospital público de Zaragoza se la amputaron, por debajo de la rodilla, a finales de octubre de 1637. Cirujano y enfermeros cauterizaron posteriormente el muñón con un hierro al rojo vivo.

Todo esto nos sirve para ver cómo el Señor interviene de forma extraordinaria, cuando Él lo ve oportuno. Pero también es bueno pensar que ordinariamente manifiesta su poder de forma silenciosa. En la vida corriente, los milagros ordinarios de Dios se multiplican: hay que saber descubrirlos para darle gracias al Señor.


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