En la primera lectura de la Misa se leen estas palabras del Señor: Convertíos. Volved a Mí de todo corazón. Necesitamos de Dios porque nosotros no somos nada. En el Génesis, el primero de los libros de la Sagrada Escritura, se narra la creación del hombre. Lo más curioso es cómo lo hizo: Entonces el Señor Dios modeló al hombre del barro del suelo…(Gen 2, 8).
Estamos hechos de barro, es decir, de polvo mezclado con agua, que eso es el barro. Nuestro cuerpo es muy débil. Un simple dolor de muelas o una gripe nos dejan K.O. La imposición de la ceniza nos recuerda esta realidad. Es un rito novedoso. Significa que estamos hechos de barro y que al barro volveremos. El sacerdote, mientras nos pone la ceniza en la frente, dirá estas palabras: Recuerda, hombre, que eres polvo y al polvo volverás (Gen 3, 19). Palabras fáciles de recordar: soy barro y en barro me convertiré.
¿Sabes de dónde sale la ceniza que nos imponen? Está sacada de las palmas que se usaron el Domingo de Ramos del año anterior. Son los restos de algo que estaba vivo unos meses antes.
El Miércoles de ceniza, la Iglesia nos recuerda que somos muy poca cosa. De esta manera nos es más fácil entender que necesitamos del Señor. Él mismo nos lo ha dicho: -Convertíos. Volved a Mí de todo corazón.
Somos tan inconsistentes como el polvo que se lo lleva cualquier viento. Por ejemplo, nuestros propósitos para rezar más se los lleva el viento de la pereza, o del qué dirán los demás. Rezamos solo cuando alguien se ha muerto o está enfermo o cuando tenemos exámenes. San Pablo nos lo dice con claridad: somos vasijas de barro que contienen un tesoro divino.
La Biblia nos explica, después de señalar que estamos hechos de barro, que Dios sopló en el rostro del hombre un aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo. Le dio un alma capaz de conocer y amar, es decir, la capacidad de tener a Dios dentro que es el tesoro de esa vasija. Si no tenemos a Dios, limpiemos el alma, la vasija, en la confesión para recibirlo. Y una vez que lo tenemos disfrutemos con Él hablándole como a un amigo. A esto se le llama oración y no a recitar palabras sin vida mecánicamente. Amén.
Estamos hechos de barro, es decir, de polvo mezclado con agua, que eso es el barro. Nuestro cuerpo es muy débil. Un simple dolor de muelas o una gripe nos dejan K.O. La imposición de la ceniza nos recuerda esta realidad. Es un rito novedoso. Significa que estamos hechos de barro y que al barro volveremos. El sacerdote, mientras nos pone la ceniza en la frente, dirá estas palabras: Recuerda, hombre, que eres polvo y al polvo volverás (Gen 3, 19). Palabras fáciles de recordar: soy barro y en barro me convertiré.
¿Sabes de dónde sale la ceniza que nos imponen? Está sacada de las palmas que se usaron el Domingo de Ramos del año anterior. Son los restos de algo que estaba vivo unos meses antes.
El Miércoles de ceniza, la Iglesia nos recuerda que somos muy poca cosa. De esta manera nos es más fácil entender que necesitamos del Señor. Él mismo nos lo ha dicho: -Convertíos. Volved a Mí de todo corazón.
Somos tan inconsistentes como el polvo que se lo lleva cualquier viento. Por ejemplo, nuestros propósitos para rezar más se los lleva el viento de la pereza, o del qué dirán los demás. Rezamos solo cuando alguien se ha muerto o está enfermo o cuando tenemos exámenes. San Pablo nos lo dice con claridad: somos vasijas de barro que contienen un tesoro divino.
La Biblia nos explica, después de señalar que estamos hechos de barro, que Dios sopló en el rostro del hombre un aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo. Le dio un alma capaz de conocer y amar, es decir, la capacidad de tener a Dios dentro que es el tesoro de esa vasija. Si no tenemos a Dios, limpiemos el alma, la vasija, en la confesión para recibirlo. Y una vez que lo tenemos disfrutemos con Él hablándole como a un amigo. A esto se le llama oración y no a recitar palabras sin vida mecánicamente. Amén.
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