Es una realidad que en esta vida el Señor va con
nosotros. No es cierto que vayamos solos. Jesús vive en estos momentos.
Palestina es un lugar estupendo para ir a ver como
vivió durante treinta y pocos años. Pero después de la Resurrección de Jesús el
resto del Planeta se ha convertido también en la Tierra Santa: donde Jesús se
mueve, escucha, habla... y va con nosotros.
El Señor es mi pastor, nada me falta, dice el Salmo (22. Responsorial de la
Misa)... Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas
conmigo.
Efectivamente, tenemos a Jesús a nuestro lado: va
delante de nosotros como hace un pastor (cfr. Segunda lectura: 1 Pe
2,25).
Así dice el Evangelio (en la Misa de hoy: Jn 10, 1-10). Al hablar a
aquellas personas que trabajaban en el
campo el Señor emplea la figura del pastor, para explicar que el va delante
para facilitarnos el camino.
Hoy vivimos en ciudades y la gente no se hace idea de
lo que representaba un pastor en otros tiempos. Pero es cierto que también hay
un gusto por la naturaleza y el deporte.
Hace unos meses me decía una persona que había subido
a la Sierra (Nevada) para esquiar, y que tuvo la suerte de tener a un profesor
que con mucha paciencia le enseñó a manejarse.
Quizá tendríamos que traducir el salmo, diciendo: el
Señor es mi monitor de esquí, yendo a su lado todo es más sencillo.
Aunque no sea literariamente muy correcto decir esto,
nos puede servir para entender, lo que San Pedro dijo el día del nacimiento de
la Iglesia: «convertios» (Primera lectura: Hch 2, 14ª.36-41).
Eso es lo que debemos hacer «cambiar» y no pensar que
estamos solos, cuando en realidad el Señor nos acompaña hasta a hacer deporte.
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