sábado, 6 de abril de 2019

EL GRANO DE TRIGO QUE MUERE


En la primera tentación el demonio quiere focalizar nuestra mirada en el pan material. Pero, Jesús, con su vida nos habla de otro Pan bajado del cielo. Él mismo es el grano de trigo que tiene que morir para convertirse en alimento. Así es como describe su vida terrena.

En la vida de Jesús el hecho prodigioso de la multiplicación de los panes podría considerarse como un anticipo simbólico de la Última Cena (cfr. Joseph Ratzinger, Ibídem, p. 57 ). En ella se instituye la Eucaristía y se inicia así el milagro permanente de Jesús como pan, como Él ya había anunciado.

Será el grano de trigo que muriendo daría mucho fruto (cfr. Jn 1224), porque la institución de la Eucaristía anticipa la muerte de Jesús en la cruz. A partir de aquel momento Jesús se hizo pan y la multiplicación de ese Pan durará hasta el fin de los tiempos.

De este modo se entiende lo que Jesús dice al tentador, con palabras tomadas del Antiguo Testamento (cfr. Dt 83): No solo de pan vive el hombresino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4, 4). Efectivamente, el hombre no solo vive del pan material, sino del otro Pan, que es la Palabra de Dios. Jesús es precisamente esa Palabra que sale de la boca de Dios, el Pan de vida que ha bajado del cielo.

Satanás no se dio cuenta de esto, su orgullo le cegó para entender la humildad de Dios, que es capaz de hacerse pan material, para que los hombres puedan compartir su divinidad, pero ni siquiera lo sospechaba. Además pensaría que Jesús citaba la Escritura como él lo hacía, de forma interesada, forzando su sentido en beneficio propio, y se equivocó: porque todo lo que Jesús hacía fue hecho por amor y en verdad.

En este mundo hemos de reconocer que no solo vivimos de pan material. Y si a Dios se le diera una importancia secundaria, entonces se fracasaría hasta en aquello que los hombres consideran más importante. Si el hombre pensase en transformar las piedras en pan sin contar con Dios, entonces hasta el mismo pan, que ya se tuviese, se acabaría endureciendo como una piedra.

Me contaba un teniente de navío de la Armada Española – cuando él hacía las prácticas en el buque insignia Juan Sebastián Elcano– que cuando alguien por accidente cae por la borda, los alumnos están entrenados para rescatarle tirándose al mar. Y cierto día el capellán celebraba la Santa Misa en cubierta, y después de la consagración, una ráfaga de aire se llevó la Sagrada Forma, que cayó al mar. Hubo un momento de sorpresa, y enseguida el sacerdote gritó:
–“¡Hombre al agua!”. Inmediatamente unos guardiamarinas se lanzaron y pudieron recuperar la Sagrada Forma para continuar la Misa. Se ve que no solo el Capellán tenía fe, sino también los aspirantes a oficiales.

Y es que el Grano de trigo que muere es el Misterio de nuestra fe. Por eso el Enemigo, en la actualidad, no quiere que nos acerquemos a la Comunión, porque sabe que por la Eucaristía nos llega todo lo bueno. Vemos las cosas con la visión de Dios. Y dejamos de mirar las cosas necesarias de esta vida con una visión simplemente humana.

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