martes, 1 de enero de 2019

LA PAZ




A veces necesitamos resolver asuntos que deberían estar hechos para ayer. No es extraño que a causa del estrés, al que nos vemos sometidos por las prisas, puede hacer que perdamos la paz interior.

Con frecuencia es nuestro ángel custodio quién nos hace recapacitar enviándonos una señal, que sin milagrerías nos hace entender: son luces que quizá solo apreciamos nosotros.

Y es gracias a esas iluminaciones cómo sabemos colocar las cosas en su sitio porque la paz es consecuencia del orden.

En el evangelio de san Lucas aparece la paz como el centro del mensaje del Nacimiento: paz que el mundo no puede dar porque solo la trae Jesús (cf. Jn 14,27).

Recientemente ha escrito Mons. Ocáriz: El mundo está muy necesitado de paz. Cada uno de nosotros... necesitamos de ese Niño al que los ángeles anunciaron como el Salvador (cf. Lc 2,12).

Parece como si el evangelista tratara de decirles a los hombres de aquella época que la paz que el emperador Augusto buscaba realizar se cumpliría de una forma más elevada en ese Niño.

En nuestro caso significa que el trabajo de la política es necesario, a veces urgente, y para muchos cristianos es su campo. Sin embargo es necesario aspirar a más, no solo a una buena gestión que garantice el bienestar.

El reino de Jesús, y por tanto su paz, son  diferentes: el reino de Dios no se ejerce solo en una zona de la tierra, y tampoco se refiere únicamente época; sino que está abierto al hombre de todos los tiempos.

Es evidente que Cesar Augusto pertenece ya al pasado, y Jesus en cambio es el presente y  el futuro (cf. Hb 13,8).

En el tiempo del Nacimiento de Jesús no es que la pax Christi se opusiera a la llamada pax Augusti, sino que la de Cristo superaría a la de Augusto, como el cielo está por encima  de la tierra.

Es cierto, como nos enseña la historia, que ese Emperador estableció años de paz, de seguridad jurídica y de bienestar.

Es cristiano darle a la política su propio espacio y su propia responsabilidad. Pero cuando un gobernante intenta atribuirse cualidades divinas, entonces la política sobrepasa sus límites y promete lo que no puede cumplir.

Por eso ni siquiera en lo humano, en el período más glorioso del Imperio Romano la seguridad jurídica, y la paz  estuvieron libres de peligro, ni se lograron plenamente.

Basta una mirada a  la Tierra Santa de entonces para darse cuenta de los límites de la pax romana.
     
En realidad, lo que el emperador Augusto buscó al tratar de endiosarse, se cumpliría en Jesús, que sin ningún poder aparece como un Niño en la gruta de Belén.

Y tuvo por huéspedes a unos pobres pastores, que no fueron ellos para disfrutar de una cena de Navidad, sino para llevarles alimentos a un Dios Indigente, que necesitaba hasta alimentos, y entonces no había bancos. Pero aquel Niño a cambio de esos regalos los lleno de admiración y de paz. Porque aquellos pastores se sintieron amados por Dios.

Por eso, un propósito para estas fiestas: acércate al Portal, no lo dejes solo para las muñecas de Famosa... Recibe bien dispuesto a Jesús en la Eucaristía: se ha quedado en ese pesebre de metal que es el Sagrario para darnos la verdadera paz, que nadie nos podrá quitar.

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