ADORARON A JESÚS
Después de que los Magos escuchan la
palabra de Dios, que les llega por los sacerdotes, entonces la estrella les vuelve a brillar.
San Mateo utiliza superlativos para
describir la reacción de los Magos: Al ver la estrella, se llenaron de
inmensa alegría (2,10).
Es la alegría de quien ha encontrado a Dios y ha sido
encontrado por Él.
Entraron en la casa, vieron al niño
con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron (Mt 2,11).
Durante la adoración a Jesús encontramos
sólo a María, su madre.
Probablemente san Mateo al no citar a
san José quiere recordar que el nacimiento de Jesús se hizo sin intervención de
varón, y describir a Jesús solo como Hijo de Dios Padre (cfr. Joseph Ratzinger,
ob. cit. p. 40).
Ante el rey Niño, los Magos (adoptan
la proskýnesis) se postran ante él. Éste es el homenaje que se rinde a
un Dios-Rey.
De aquí se explica que los regalos
ofrecidos por los los Magos no fuesen del todo prácticos. Quizá otras cosas
hubieran sido más útiles para la Sagrada Familia.
La tradición de la Iglesia ha visto
representados, en esos tres dones que los Magos entregan, tres aspectos del
misterio de nuestro Señor: el oro haría referencia a la realeza de Jesús,
el incienso al ser Hijo de Dios y la mirra al misterio de su Pasión
(cfr. Jn 19,39).
Muchos vieron en Jesús a un niño
semejante a los demás. Los Magos, en cambio supieron ver en él al Salvador.
Al reconocerle le presentaron los
dones más preciosos del Oriente. También nosotros podemos entregarle los dones mejores que puede
ofrecer un hombre: la fe, la esperanza y el amor.
Estos son los regalos que más le
gustan, pues Él, aun siendo el Señor, no los posee.
Jesús, tiene necesidad de nuestra
fe, que hace posible la oración. Y es el incienso humeante que une
la tierra con el cielo, y que nosotros aportamos para completar su acción de
Sumo Sacerdote.
La mirra de nuestra
esperanza, nos hace ver que las penalidades de esta vida sirven completan
lo que falta a la pasión del Señor.
Pero lo más precioso es el oro de
nuestro amor. Con él, Jesús extiende
su reino espiritual. Lo comenzó con su sacrificio en la cruz, como indicaba la
inscripción, y lo renueva cada vez que se celebra un Misa, ofrecida por
nosotros y por muchos.
Como siempre, Herodes, «quien–no–debe–ser–nombrado»,
intentó engañar a los Magos, pero ellos
se escabulleron por arte de magia.
Buen ejemplo para nosotros que debemos
utilizar los dones de Dios –fe, esperanza y caridad– para vencer al Maligno.
Junto a nosotros está la Virgen para
recoger el oro, el incienso y la mirra que ofreceremos, y ponerlo todo cerca del Niño para que lo
vea. Por eso le decimos hoy:
–Tú eres la Estrella de Oriente,
que surges cuando te necesitamos.
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