lunes, 27 de febrero de 2012

FIARSE DE DIOS. Nunca nos deja completamente a oscuras, siempre nos da una luz.

La fe de Abrahán
Abrahán no dudó en sacrificar a su propio hijo porque Dios se lo pidió (cf. Gn 22,1-2.9-13.15-18: primera lectura de la Misa).
Está claro que Iahveh no quería el sacrificio de Isaac, fue una prueba por la que se descubrió que Abrahán se fiaba de Dios, aunque le pidiese una cosa muy dura.

Una figura de la Pasión
Dios pretendía que esta historia –tan importante para el Pueblo de Israel– fuese el antecedente del sacrificio de Jesús.

Es que Dios entregó a su Hijo único para salvarnos a nosotros (cr. Rm 8,31b-34: segunda lectura). Y Jesús aceptó este sacrificio querido por su Padre.

Una luz en la oscuridad
Jesús, antes de dar su vida, se transfiguró, para anunciar que después de la Cruz vendría la gloria de la Resurrección (cf. Mc 9,2-10).
Quizá la enseñanza pueda ser ésta: Dios nos prueba, pero nunca nos deja completamente a oscuras, siempre nos da una luz.

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