Después de estar cuarenta día rezando y ayunando, el Señor comenzó a predicar el Evangelio (cf. : Mc 1,12-15): la Alianza definitiva que Dios quería hacer con los hombres. Jesús morirá en la cruz, que se convierte así en el nuevo arco iris.
El arco iris
Nos cuenta el libro del Génesis, que después del
Diluvio, Dios quiso hacer un pacto con la Humanidad (cfr. primera lectura de la
Misa: Gn 9, 8-15).
La malicia de los hombres había provocado esa
inundación. Tanto es así que el Señor se arrepintió de haber creado a los
hombres.
Y sólo unas pocas personas se salvaron de la hecatombe:
«ocho personas» (segunda lectura de
la Misa: 1 P 3,18-22). Por eso se puede decir que volvió a comenzar la Historia
del género humano. Se hizo borrón y cuenta nueva.
Y como señal de la promesa que hacía que Dios de que
ya no habría más diluvios que asolaran la tierra nos dejó el arco iris.
Guardar la alianza
Pocas veces los hombres guardaban lo que prometían a
Dios. La historia de la salvación es una historia de la infidelidad de los
hombres.
Pero el Señor perdonaba, y volvía otra vez a hacer
alianza con su Pueblo.
Benditos eran los que guardaban esos pactos. Por eso
dice el salmo (24, Responsorial de la Misa de hoy): «Tus caminos son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza»
El espíritu de la Cuaresma
Consiste la Cuaresma en u tiempo para ganar en
amistad con Jesús, unirnos a Él, que como Hombre haría el pacto definitivo: muriendo en nuestro lugar. Es lo que celebraremos
en Semana Santa.
Por eso la Cruz es nuestro arco iris: la señal del
perdón de Dios por tantos pecado. Y nosotros debemos acompañar al Señor en los momentos de dificultad para
poder estar también con Él en la Resurrección.
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