Pedro no acepta que Jesús tenga que sufrir y morir (cfr. Evangelio de la Misa Mt 16,21-27) Hoy también el sufrimiento es la asignatura pendiente del Estado del bienestar. Este nuevo mesianismo tampoco entiende el valor de la cruz. Mucha gente se enfada con Dios porque permite el sufrimiento: no se entiende el valor de la contrariedad. Indudablemente muchas cosas no salen como Dios querría, pero todas (también las que Él no desea) sabe utilizarlas para el bien. La sabiduría de Dios sabe convertir las situaciones malas en buenas. Así debemos hacer nosotros en vez de quejarnos tanto. Ya se ve que su lógica es distinta a la nuestra. Hay profetas que se han quejado mucho, por ejemplo Jeremías (cfr. 20,7-9: Primera lectura). Y esto nos consuela, porque los santos tenían defectos, como nosotros. Ya se ve que en la tierra nuestra lógica siempre será un tanto difusa: por eso dice San Pablo que tenemos que renovar nuestra mente (cfr. Rom 12,1-2: Segunda lectura). Cada día necesitamos un plan renove del alma. Hemos de hacer como los santos, que aunque no siempre acertaban, hablaban frecuentemente con Dios. Y el Señor les corregía. María meditaba en su corazón las cosas que no entendía, y así se iba haciendo al querer de Dios, que como es bueno siempre acierta.
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