La amistad con el hombre
Hemos oido en el Evangelio el mensaje para
este tiempo, lo importante, el cogollo, es que estemos preparados. Porque de
dos que estén estudiando uno será elegido y otro no. De dos que estén bailando
una será elegida otra no.
Hoy celebramos el primer domingo de Adviento.
Al comenzar la preparación para la Navidad, recordamos la primera venida del
Señor. En este tiempo uno de los personajes destacados es Isaías. Dicen que las
revelaciones suyas son tan claras que serían el quinto evangelio.
En la primera lectura el profeta Isaías nos
dice que el Señor nos va a instruir en sus caminos y marcharemos por sus
sendas. Esto es precisamente lo que Jesús vino a
hacer: enseñarnos con su palabra, pero sobre todo con su vida.
Ayer veíamos que Dios pretende ser amigo
nuestro y quiere que también nosotros hagamos lo mismo con los demás. Así es como nos pareceremos a Jesús, que se
rodeó de amigos.
Porque“la amistad es uno de los
sentimientos humanos más nobles y elevados” (Benedicto XVI, Alocución,
15-IX-2010. “Es
un amor generoso –dice el Papa Francisco– que
nos lleva a buscar el bien del amigo” (Francisco, Ex. ap. Christus vivit, n. 152).
La amistad está estrechamente unida a la
principal virtud. Y el premio que se nos da por vivir la caridad es la
felicidad. Así se comprende que los egoístas son menos felices que los que
buscan el bien de los demás.
Estad en vela
En el Evangelio hemos escuchado esas palabras
de Jesús: estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. (Mt 24, 37-44) Hoy comenzamos
el tiempo de Adviento. En nuestra vida actual estamos como en una parada del
autobús, esperando.
Y es precisamente con la amistad con Dios y con los demás es como nos
preparamos para este tiempo de espera que es nuestra vida en la tierra.
El Señor quiere decirnos hoy que estemos preparados
para los acontecimientos que se avecinan. La iluminación de las calles, las
tiendas con los regalos, las felicitaciones de Navidad todo nos va a recordar
esa idea: Dios está cerca (cfr. Segunda Lectura de la Misa: Rm 13,
11-14).
Vamos alegres a la casa del Señor, hemos repetido en el Salmo
(Responsorial de la Misa:121, 1-2. 4-5. 6-7) El sentimiento que sentían
los israelitas cuando se acercaban a Jerusalén y sobre todo cuando llegaban al
templo: vamos a la casa del Señor... ya estamos aquí, se puede comparar
que experimentamos cuando viajamos a Roma.
Todavía recuerdo cuando una sobrina llamó a
su madre por teléfono desde la plaza de San Pedro, llorando de alegría, porque
le había dado un ataque de belleza como a Sthendall.
Por lo visto el síndrome de Stendhal eleva el
ritmo cardíaco y produce temblor y palpitaciones cuando uno se ve expuesto a
obras maestras de arte. También suele suceder ante escenarios históricos
importantes.
Cuando hace unos días estuve en la Ciudad
Eterna, me alojaba a menos de un minuto de la plaza Navona. Y nada más llegar
lo que hice es dar un paseo por allí y pedirle a un japonés que nos hiciese una
foto.
Entramos en la Iglesia donde están los restos
de santa Inés. El nombre de esta santa significa corderito, está en diminutivo
y verdaderamente la cabeza es pequeñísima. Cuenta los testigos de su martirio
que, al ponerle los grilletes en las manos, las argollas se le caían.
Pretendían llevarla esposada pero no lo conseguían porque sus muñecas eran tan
pequeñas que se le caían. Es que era una preadolescente. Es cierto, pero tenía
la fortaleza de un gladiador.
Aquellos eran tiempos duros. Como los que le
toco vivir a santa Teresa, cuando nos dice que los de su época eran tiempos
recios. Igual podíamos decir nosotros. Precisamente el Evangelio nos habla de los acontecimientos del final
del mundo, que cogerá desprevenidos a los que no estén preparados. El Señor nos
habla de tomarnos nuestra vida en estado de alerta. Esto es lo que han hecho
los santo en cada momento. Porque de alguna forma todos los tiempos son
difíciles.
Tiempos recios
La época de la historia que nos ha tocado
vivir es difícil para los cristianos. Es difícil no dejarse arrastrar por la
ola placentera que nos adormece, mientras que el Señor nos dice : que estemos
despiertos.
Hace unos meses quise ir al pueblo donde
vivía Federico, visitar su casa museo, pero estaba cerrada. Pregunté a un señor
con rostro aceitunado y el pelo con greñas ensortijadas. Me extrañó que llevase
una cadena de la que colgaba una flor de oro.
Y le pregunté qué planta era aquella que llevaba en el pecho. Y me
dijo que era la maría. Que mucha gente vivía allí de cultivarla. Y al ver que
era sacerdote, muy amablemente me presentó un precioso cogollo de marihuana
para regalármelo.
Le dije que muchas gracias, pero que en
realidad no era mucho de liar canutos. A lo que me respondió que no importaba,
que seguro que en mi casa alguien tendría necesidad.
Ante mi negativa, me dijo que no me importase
coger el cogollo que podría venderlo por treinta euros. Como le veía con
muy buena voluntad quise hacerle una foto llevando el colgante y con el cogollo
en la mano. Y así inmortalizar el momento.
Seguro que a vosotros os han sucedido cosas
parecidas, porque si se vende marihuana es porque alguien la compra. Y el que
dice yerba también puede hablar de otras cosas placenteras que nos atontan.
Por eso es más urgente que estemos a la
altura: para vivir bien nuestro trabajo, el noviazgo, la vida matrimonial...
Para que se note que somos cristianos en todo momento, también cuando nos
divertimos.
Este es el verdadero cogollo de las fiestas
que se aproximan y del que tenemos necesidad en cada casa: que Nuestro Señor
está cerca y nos llama. Y el que siga a Jesús encontrará la felicidad en esta
vida y en la otra.
Y el que no quiera seguirle que me pregunte
dónde puede encontrar un sucedáneo de María.
________________________
–Primera Lectura
El Señor congregó a todas las naciones en la paz
eterna del Reino de Dios
Is 2, 1-5
–Salmo Responsorial
Vamos alegres a la casa del Señor.
121,
1-2. 4-5. 6-7. 8-9
–Segunda Lectura
La salvación está más cerca de
nosotros
Rm 13, 11-14
–Evangelio
Estad en vela para estar preparados
Mt 24, 37-44
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