Es
imposible contentar a todo el mundo
Las lecturas de la Misa de este
domingo nos dicen: En aquellos días, los dignatarios dijeron al rey: Hay que
condenar a muerte a ese Jeremías, pues, con semejantes discursos, está desmoralizando
a los soldados que quedan en la ciudad y al resto de la gente (cfr. Jr
38, 4-6.8-10).
Y después en la Carta a los
Hebreos se escribe: Teniendo una nube tan ingente de testigos... fijos los
ojos en... Jesús (cfr. 12, 1-4 ).
Y por último el evangelio cita
unas palabras del Señor: He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto
deseo que ya esté ardiendo!... ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra?
No, sino división (cfr. Lc 12, 49-53).
¿Qué quiere decir todo esto: que
un profeta sea mal entendido, y Jesús
nos diga que no viene a traer la paz
sino la división?
En
argot militar se denomina fuego aliado a
los disparos provenientes del propio bando. Este tipo de incidentes suelen
estar producidos por errores, casi siempre humanos, debidos normalmente a
fallos en la identificación del objetivo.
El cristiano está llamado a ser
una persona pacífica, que no quiera pelearse con nadie. Pero si la gente nos
critica, y piensa mal por algo que en realidad está bien, entonces hemos de
acordarnos de lo dicho por Jesús:
“Vino Juan,
que ni comía ni bebía, y
dijeron: Tiene el demonio dentro. Ha venido el Hijo del hombre, que come y
bebe, y dicen: Este es un comilón y un
bebedor, amigo de publicanos y pecadores”
Y añade el que fuese Papa Juan
Pablo I: “Ni siquiera Cristo logró contentar a todos. No nos desesperemos si
tampoco lo conseguimos nosotros” (en Albino
Luciani, Ilustrísimos Señores).
Efectivamente a Jesús, que es la
Verdad de Dios, lo condenaron por blasfemia; en nuestro caso, que tenemos
sombras, con más motivo seremos perseguidos.
Felices
si sufrimos persecución a causa de nuestra amistad con Dios
Cuando uno recibe continuos
aplausos debemos acordarnos de los gritos que otros cristianos recibieron por
seguir los mandatos de Dios. Hace unos días estuve en la abadía de Montserrat y
me enseñaron la capilla capitular donde está la pintura de unos benedictinos
que sufrieron martirio por su fe.
No es extraño que el profeta
Jeremías se queje (cfr. 38, 4-6.8-10). Y si
todos se confabulan contra nosotros por causa de Jesús, entonces nos viene bien
pedir: Señor, date prisa en socorrerme (Sal 39, 2 ss ).
Para evitar los desánimos, la
Carta a los Hebreos nos habla de la nube de testigos que nos contemplan, y nos
anima a poner nuestro ojos en Jesús, que soportó la oposición de los pecadores
y ha triunfado definitivamente (cfr. 12, 1-4 ). Por eso
seremos felices si sufrimos persecución a causa de nuestra amistad con Dios,
porque mayor será nuestra recompensa.
El Señor siempre nos socorre,
contesta a nuestras llamadas de agobio. Y nos habla, normalmente, a través de
una circunstancia, de la conversación con una persona, o leyendo la sagrada
Escritura. La oración muchas veces consiste en estar receptivos...
Contagiar
el Fuego
Ahora nosotros queremos oír su
voz, como las ovejas que oyen los silbidos del pastor (cfr. Jn 10, 27).
Jesús nos comunica lo que quiere de nosotros a través de su palabra y de su
ejemplo. Pues no solo consiste la cosa en escucharle sino en imitarle, seguir
sus huellas, hacer lo que Él hizo.
Jesús vino a prender fuego. Su
amor era tan ardiente, que estaba en ascuas hasta dar la vida por nosotros. Era
tan irresistible que hasta enemigos declarados pasan a ser amigos. En la pasión
se convierte algún soldado y hasta un asesino. Podemos decir que su amor era
tan indiscriminado como el fuego amigo: en este caso no es peligroso sino que
salva.
Pero un amor tan apasionado de
forma inevitable crea división: estamos con Él o contra Él (cfr. Lc
12, 49-53). Ante Jesús
nadie queda indiferente, más tarde o más temprano uno tiene que decidir: el
tibio acaba siendo arrastrado por el ambiente descristianizado.
El Amor de Dios llegó para
transformar el mundo, fue en Pentecostés cuando se hizo visible, y desde
entonces no ha dejado de arder. Es el Espíritu Santo que habita en nuestros
corazones y nos empuja a escuchar y hablar de las maravillas de Dios: no es
belicoso pues tiene la mansedumbre de los santos, y de forma indiscriminada
sopla donde quiere y desea que le ayudemos a extender este incendio de paz
con ese Fuego Amigo.
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