Esperar en Jesús
Desde hace muchos siglos está escrito en el libro de la
Sabiduría que Dios cumplió las promesas que había hecho anteriormente (cfr. 18,
69). Por su parte, la carta a los Hebreos habla de la confianza que los patriarcas tenían en Dios
(cfr 11, 1-2. 8-12). Así, también podemos repetir con el salmo: Nosotros
aguardamos al Señor ( Sal 32).
Es bueno recordar el ejemplo de los que nos precedieron porque, hoy en día, algunos cristianos se sienten sin esperanza. Debido a que,
después de años, no consiguen tener éxito en sus
planes. Otros dejan de confiar en Dios porque en su familia ha sucedido una
desgracia: desde el fallecimiento de uno de sus miembros dejan de tener relación con Dios. Otros no entienden como les puede ir mal la situación
profesional, con lo eficaz que podría ser su vida si tuviera un trabajo mejor.
Todas estas personas tienen en común una cosa: que piensan que Dios les ha
defraudado. Ya no confían en Dios como al principio. Las cosas no salen como habían previsto en su juventud.
Jesús nos dice que pongamos nuestra confianza en los bienes
del cielo (cfr Lc 12, 32-48 ). Está claro, en nuestra vida hay
dos caminos: confiar en Dios, que puede considerarse un riesgo porque no se le
ve; o buscar la seguridad en las cosas humanas, que siempre se pueden tocar. En
este caso el dinero es la representación de lo tangible y además es el símbolo,
el icono del éxito.
John Henry Newman, de familia de banqueros, conversaba en
una ocasión con un importante hombre de negocios de la City de Londres, que ya
había tomado su opción en la vida de amar al dinero sobre todas las cosas, por
eso era un hombre que presumía de sus riquezas y se declaraba agnóstico... Si
uno no está seguro de la existencia de Dios hay que agarrarse a las riquezas
materiales.
En un momento de la conversación Newman escribió en un
papel la palabra Dios y sacó de su bolsillo una moneda. La puso sobre la
palabra, tapándola, y preguntó:
–¿Ve lo que he escrito?
–No. Solo veo una moneda
–Efectivamente, porque el dinero le
ciega, e impide que vea a Dios.
Según nos cuenta Newman, el banquero había tomado la
decisión de buscar en primer lugar las cosas tangibles y eso le impedía ver lo
importante.
Por qué no actúa Dios?
El enemigo quiere que desconfiemos de Dios. Es como si
dijera: –Tu Padre no es posible que se haga cargo de lo que tú sientes. Él
vive en su mundo, tú en el tuyo, móntatelo por tu cuenta.
Para descubrir quién ocupa el centro en nuestra vida, si es
Dios o nuestro yo, basta con experimentar un fracaso en lucha por mejorar.
Los bajones ante nuestros fracasos suelen indicar que hemos contado mucho con
nuestras fuerzas y poco con la gracia de Dios, y por eso se nos hace difícil
asimilar la propia humillación.
La soberbia, que es la planta que cultiva Satanás en
nuestro corazón, nos hace pensar que Dios no quiere
actuar en nuestras vidas. O es indiferente a nuestros problemas, o es que quizá
no existe.
Para algunos la mejor posición con respecto a la existencia de
Dios es no negar su existencia –no declararse ateo– pero tampoco asegurar lo
contrario, sino quedarse en un punto medio, son agnósticos. No tienen certeza
pero tampoco lo niegan.
El Ancla
El primer Papa argentino ha dicho:“es útil no confundir
optimismo con esperanza. El optimismo es una actitud psicológica frente a la
vida. La esperanza va más allá. Es el ancla que uno lanza al futuro y que le
permite tirar de la soga para llegar a lo que anhela... Además, la esperanza es
teologal: está Dios de por medio”.
(AMBROGETTI, Francesca. El Papa Francisco, Barcelona: Ed. B, 2013)
Y en el escudo del primer Papa Santo del siglo XX se puede
ver un ancla. Él explicaba el motivo por el que la había puesto: "recuerda
la Esperanza 'que tenemos como ancla segura y firme para el alma' (Hebr.,6,19)...
La esperanza, no en los hombres, que solo es ocasión de calamidad y desengaños;
la esperanza en Cristo.
(Monseñor Sarto, 15 de marzo de 1885, en José María
JAVIERRE: Pio X, Barcelona 1952, p. 114)
Así se entiende que en la tumba de los primeros cristianos
aparece en muchas ocasiones esa imagen. El ancla se consideraba un símbolo de firmeza. En medio de la
movilidad del mar, ella es lo que asegura. En el cristianismo primitivo el
ancla se convirtió en símbolo de Cristo, en quien ponemos nuestra esperanza.
En esta vida caben
dos opciones o nos fiamos del amor que Dios nos tiene o nos fiamos de
nuestro amor propio, de nuestro propio criterio. Más tarde o más temprano
tendremos que decidir de quién fiarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario