viernes, 9 de agosto de 2019

ES URGENTE ESPERAR


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Esperar en Jesús

Desde hace muchos siglos está escrito en el libro de la Sabiduría que Dios cumplió las promesas que había hecho anteriormente (cfr. 18, 69). Por su parte, la carta a los Hebreos habla de la confianza que los patriarcas tenían en Dios (cfr 11, 1-2. 8-12). Así, también podemos repetir con el salmo: Nosotros aguardamos al Señor ( Sal 32).

Es bueno recordar el ejemplo de los que nos precedieron porque, hoy en día, algunos cristianos se sienten sin esperanza. Debido a que, después de años, no consiguen tener éxito en sus planes. Otros dejan de confiar en Dios porque en su familia ha sucedido una desgracia: desde el fallecimiento de uno de sus miembros dejan de tener relación con Dios. Otros no entienden como les puede ir mal la situación profesional, con lo eficaz que podría ser su vida si tuviera un trabajo mejor. Todas estas personas tienen en común una cosa: que piensan que Dios les ha defraudado. Ya no confían en Dios como al principio. Las cosas no salen como habían previsto en su juventud.

Jesús nos dice que pongamos nuestra confianza en los bienes del cielo (cfr Lc 12, 32-48 ). Está claro, en nuestra vida hay dos caminos: confiar en Dios, que puede considerarse un riesgo porque no se le ve; o buscar la seguridad en las cosas humanas, que siempre se pueden tocar. En este caso el dinero es la representación de lo tangible y además es el símbolo, el icono del éxito.

John Henry Newman, de familia de banqueros, conversaba en una ocasión con un importante hombre de negocios de la City de Londres, que ya había tomado su opción en la vida de amar al dinero sobre todas las cosas, por eso era un hombre que presumía de sus riquezas y se declaraba agnóstico... Si uno no está seguro de la existencia de Dios hay que agarrarse a las riquezas materiales.

En un momento de la conversación Newman escribió en un papel la palabra Dios y sacó de su bolsillo una moneda. La puso sobre la palabra, tapándola, y preguntó:

–¿Ve lo que he escrito?
–No. Solo veo una moneda
–Efectivamente, porque el dinero le ciega, e impide que vea a Dios.

Según nos cuenta Newman, el banquero había tomado la decisión de buscar en primer lugar las cosas tangibles y eso le impedía ver lo importante.

Por qué no actúa Dios?

El enemigo quiere que desconfiemos de Dios. Es como si dijera: –Tu Padre no es posible que se haga cargo de lo que tú sientes. Él vive en su mundo, tú en el tuyo, móntatelo por tu cuenta.

Para descubrir quién ocupa el centro en nuestra vida, si es Dios o nuestro yo, basta con experimentar un fracaso en lucha por mejorar. Los bajones ante nuestros fracasos suelen indicar que hemos contado mucho con nuestras fuerzas y poco con la gracia de Dios, y por eso se nos hace difícil asimilar la propia humillación. 

La soberbia, que es la planta que cultiva Satanás en nuestro corazón, nos hace pensar que Dios no quiere actuar en nuestras vidas. O es indiferente a nuestros problemas, o es que quizá no existe.

Para algunos la mejor posición con respecto a la existencia de Dios es no negar su existencia –no declararse ateo– pero tampoco asegurar lo contrario, sino quedarse en un punto medio, son agnósticos. No tienen certeza pero tampoco lo niegan.

El Ancla

El primer Papa argentino ha dicho:“es útil no confundir optimismo con esperanza. El optimismo es una actitud psicológica frente a la vida. La esperanza va más allá. Es el ancla que uno lanza al futuro y que le permite tirar de la soga para llegar a lo que anhela... Además, la esperanza es teologal: está Dios de por medio”.

(AMBROGETTI, Francesca. El Papa Francisco, Barcelona: Ed. B, 2013)

Y en el escudo del primer Papa Santo del siglo XX se puede ver un ancla. Él explicaba el motivo por el que la había puesto: "recuerda la Esperanza 'que tenemos como ancla segura y firme para el alma' (Hebr.,6,19)... La esperanza, no en los hombres, que solo es ocasión de calamidad y desengaños; la esperanza en Cristo.

(Monseñor Sarto, 15 de marzo de 1885, en José María JAVIERRE: Pio X, Barcelona 1952, p. 114)

Así se entiende que en la tumba de los primeros cristianos aparece en muchas ocasiones esa imagen. El ancla se consideraba un símbolo de firmeza. En medio de la movilidad del mar, ella es lo que asegura. En el cristianismo primitivo el ancla se convirtió en símbolo de Cristo, en quien ponemos nuestra esperanza. 

En esta vida caben  dos opciones o nos fiamos del amor que Dios nos tiene o nos fiamos de nuestro amor propio, de nuestro propio criterio. Más tarde o más temprano tendremos que decidir de quién fiarnos.

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