No escuchaban a Dios
Nos cuenta la Sagrada Escritura cómo el pueblo de
Israel seguía sin hacer caso a lo que el Señor les decía (cf. Cro 36,14-16. 19-23: primera lectura). Efectivamente, el Señor nos habla porque quiere
nuestra felicidad. Él, mejor que nadie, sabe lo que nos conviene porque nos ha
creado.
Avisos
Pero Dios no abandona a su pueblo. Ni nos abandona
a nosotros. Nos dice el libro de las Crónicas que envió «sus mensajeros» porque le daba pena de lo mal que iban los suyos. El Templo, que era el orgullo del pueblo judío, el
monumento más representativo, fue arrasado, reducido a pavesas. Tuvieron que
dejar todo e irse a Babilonia. Así estaba el pueblo de Israel porque no quiso
oír los avisos de Dios.
Estando allí, lejos de su ambiente, los judíos empezaron
a echar de menos su vida anterior. Se lamentaban de su situación. Como
desgraciadamente también les ocurrió más tarde con el holocausto. Entonces, algunos
pasaron, de la noche a la mañana, de ser los más ricos de Europa a vestir de harapos
en un campo de concentración en Alemania.
Dios te ayudará
Dios nos ayuda estemos como estemos. Pero la mejor
forma de volver es no irse. Por eso podemos repetir el Salmo: «Que se me pegue la lengua al paladar si ahora
no me acuerdo de ti» (136:
responsorial). Escucha la voz de Dios, lo que nos dice san Pablo,
ahora puedes «vivir con Cristo», nuestro
liberador (cfr. Ef 2,4-10: Segunda lectura).
El Liberador
Dios le envió al pueblo elegido un rey, que se
llamaba Ciro, para que reconstruyera el templo y volvieran a su patria.
A nosotros nos ha enviado un liberador, que está
aquí, ahora, con nosotros. Él nos mira desde el sagrario nos dice: La luz vino al mundo y los hombres prefieren
las tinieblas porque sus obras son malas (cf. Jn 3,14-21: Evangelio de la Misa).
El que actúa según la verdad no le importa que sus obras se vean. En cambio quien actúa mal prefiere ocultar lo que hace. No querrá que
se vean sus fallos. Por eso, si buscamos que Dios nos libere, tenemos
que ser transparentes. Acudir a la Luz, ir al Sagrario, y preguntarle
al Señor en qué cosas tenemos que mejorar.
1 comentario:
Yo puedo desear, acudir al sagrario pidiendo la paz, esforzarme por adquirirla, pero siempre queda un rescoldo de cierto mal estar que impide gozar de esa paz deseada. Es como un sentimiento negativo que se tarda en quitar y que molesta. Incluso parece nos cambia el caracter.
¿Cómo superar esa especie de mal estar?. Laura
Publicar un comentario