El paso de Dios
La Pasión, muerte y resurrección de Jesús marcó un antes y un después. Por eso, por poco que nos empeñemos, meditando despacio lo que ocurrió, saldremos de estos días mejor de como estamos ahora. Dios no sólo quiso
hacerse hombre, sino que decidió implicarse en la vida humana. Aunque sabía que, si
se portaba con sinceridad, con Verdad, la malicia de los hombres acabarían con
su vida. Aceptó esa
humillación, sabía que los hombres se portarían así, y no obstante consintió
que los seres humanos lo trataran con saña, con una vileza increíble.
Esto, a simple
vista, no se entiende bien. Incluso, aunque lo
medites en la presencia de Dios, no
es fácil comprender porqué quiso llegar hasta ese extremo y pasarlo tan mal. El paso del Señor por la tierra fue un camino
sangriento, un vía crucis. Y precisamente con su Sangre nosotros nos íbamos a
salvar de la esclavitud de nuestros
pecados.
Como el peor de los esclavos
El profeta Isaías
describe como iba a ser tratado el Mesías, sería un Esclavo, un Siervo, llevado
a una muerte especialmente cruel (cf. Is 50,4-7: Primera lectura). Cuando un animal es llevado al
lugar donde lo van a degollar, de alguna manera se
da cuenta, lo sabe, y se resiste todo lo que puede. Jesús no se resistió. Entró
montado en un borrico sabiendo que lo iban a torturar. Lo
aclaman a su entrada triunfal en Jerusalén, y pocos
días después van a pedir que lo torturen.
Dice el salmo de la
misa: me acorrala una jauría de mastines
(Sal 21: responsorial). El Señor va hacia la
muerte rodeado de gritos en su contra y alaridos de sus enemigos. Como una
presa que corre acorralada por sus asesinos, en medio de ladridos y
dentelladas. No tiene escapatoria. Muere humillado y en medio de un dolor
tremendo.
San Pablo nos habla de la humillación de Jesús, que
siendo Dios fue despojado de toda dignidad, para acabar clavado en un madero
(cfr. Phil 2,6-11: Segunda lectura).
La humillación de Dios
Gracias al
abajamiento de Dios el hombre ha sido salvado. Nada en lo que interviene Dios
acaba en tragedia. Porque de los males saca bienes, y de los grandes males
grandes bienes.
La Semana Santa empieza con la exaltación del Mesías.
Pero esto dura poco: al cabo de unos días el que era aclamado se ve totalmente
en desamparo.
No podemos esperar
nada de este mundo.
Todo lo bueno viene de Dios. Lo que, en principio nos parece rechazable, una
muerte así, en el fondo nos hace mejores.
El triunfo de la fe de una Mujer
Y después de que Dios es humillado por nuestro amor,
vendrá lo que nadie esperaba: la Resurrección.
Sin embargo la
Virgen se fió siempre de Dios. La primera Eva ante un árbol desconfió de Dios.
María ante el madero de la cruz, aceptó ser humillada.
El primer pecado fue iniciado por el orgullo y la
desobediencia de una mujer. La salvación nos vino también por la humildad y la
aceptación de una Mujer: por su hágase.
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