La homilía de hoy se podría titular así: «entra a la gloria»
A lo largo del año, la Iglesia nos propone a algunos santos, para que nos fijemos en el ejemplo que nos han dado.
Y también para que acudamos a su ayuda, pues están en la presencia de Dios.
Pero hoy la Iglesia no quiere que nos fijemos en algunos, sino en todos. Es la fiesta de todos los santos.
En la Primera lectura se nos habla de «una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar» (Ap 7,2-4.9-14).
Millones de santos que no están en el calendario. Y que han llevado una vida de auténticos hijos de Dios. Esto es lo que nos dice San Juan: que verdaderamente somos «hijos de Dios» (Segunda lectura:1Jn 3,1-3) .
De todos esos santos, hoy nos podemos fijar en los de nuestra familia. La Iglesia quiere que miremos el ejemplo de los buenos cristianos más cercanos a nosotros. Hoy nos fijamos especialmente en los santos de nuestra familia, porque si estamos aquí es por ellos.
La prueba está en que sus descendientes estamos reunidos en la Santa Misa, como hemos dicho en el Salmo Responsorial(23):
«este es el grupo que viene a tu presencia, Señor». Porque somos de una familia cristiana, que ha dado y tiene que seguir dando santos.
El Señor, hoy, quiere que aprendamos que la vida de los que nos han precedido encierra lecciones que son para todos los tiempos:
Nuestros padres no fueron felices porque vivían en una época distinta, más ingenua, sino porque intentaron seguir a Cristo.
Y esto se puede hacer en este tiempo que nos ha tocado vivir. El ideal de las Bienaventuranzas que predicó nuestro Señor de palabra, y con su vida, podemos vivirlo siempre (cfr. Evangelio de la Misa: Mt 5,1-12ª).
Especialmente en época de dificultades, en la que ser cristiano no está de moda.
Hay que ser valientes para que Dios esté presente en nuestra familia y en nuestras conversaciones. Que el Señor esté en la educación de los hijos.
Y en nuestra forma cristiana de comportarnos con todo el mundo, pero especialmente con los que tratamos más: aceptando a cada uno como es, pasando por encima de los detalles que nos molestan.
Los santos –como nosotros– tenían defectos pero han vencido porque contaron con Dios, que siempre ayuda a los valientes.
Hay una familia que desciende de un caballero del siglo XIV. Se llamaba D. Pedro González de Lara. Tuvo un papel decisivo en la toma de Toro (Zamora).
Estaban los enemigos del Rey de Castilla escondidos en una peña, y nadie se atrevía a entrar allí.
Y a Pedro González, que debía de ser alto y fuerte –como sus descendientes– le ordenaron que entrase allí. Y Pedro entró, derrotando a sus enemigos. Y por eso, como recompensa, en su apellido empezó a llevar González «Entra a la Peña», que terminó derivando en ENTRALA.
Pues eso nos manda el Señor hoy: –Entra a la Gloria
A lo largo del año, la Iglesia nos propone a algunos santos, para que nos fijemos en el ejemplo que nos han dado.
Y también para que acudamos a su ayuda, pues están en la presencia de Dios.
Pero hoy la Iglesia no quiere que nos fijemos en algunos, sino en todos. Es la fiesta de todos los santos.
En la Primera lectura se nos habla de «una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar» (Ap 7,2-4.9-14).
Millones de santos que no están en el calendario. Y que han llevado una vida de auténticos hijos de Dios. Esto es lo que nos dice San Juan: que verdaderamente somos «hijos de Dios» (Segunda lectura:1Jn 3,1-3) .
De todos esos santos, hoy nos podemos fijar en los de nuestra familia. La Iglesia quiere que miremos el ejemplo de los buenos cristianos más cercanos a nosotros. Hoy nos fijamos especialmente en los santos de nuestra familia, porque si estamos aquí es por ellos.
La prueba está en que sus descendientes estamos reunidos en la Santa Misa, como hemos dicho en el Salmo Responsorial(23):
«este es el grupo que viene a tu presencia, Señor». Porque somos de una familia cristiana, que ha dado y tiene que seguir dando santos.
El Señor, hoy, quiere que aprendamos que la vida de los que nos han precedido encierra lecciones que son para todos los tiempos:
Nuestros padres no fueron felices porque vivían en una época distinta, más ingenua, sino porque intentaron seguir a Cristo.
Y esto se puede hacer en este tiempo que nos ha tocado vivir. El ideal de las Bienaventuranzas que predicó nuestro Señor de palabra, y con su vida, podemos vivirlo siempre (cfr. Evangelio de la Misa: Mt 5,1-12ª).
Especialmente en época de dificultades, en la que ser cristiano no está de moda.
Hay que ser valientes para que Dios esté presente en nuestra familia y en nuestras conversaciones. Que el Señor esté en la educación de los hijos.
Y en nuestra forma cristiana de comportarnos con todo el mundo, pero especialmente con los que tratamos más: aceptando a cada uno como es, pasando por encima de los detalles que nos molestan.
Los santos –como nosotros– tenían defectos pero han vencido porque contaron con Dios, que siempre ayuda a los valientes.
Hay una familia que desciende de un caballero del siglo XIV. Se llamaba D. Pedro González de Lara. Tuvo un papel decisivo en la toma de Toro (Zamora).
Estaban los enemigos del Rey de Castilla escondidos en una peña, y nadie se atrevía a entrar allí.
Y a Pedro González, que debía de ser alto y fuerte –como sus descendientes– le ordenaron que entrase allí. Y Pedro entró, derrotando a sus enemigos. Y por eso, como recompensa, en su apellido empezó a llevar González «Entra a la Peña», que terminó derivando en ENTRALA.
Pues eso nos manda el Señor hoy: –Entra a la Gloria
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