El Señor quería que diésemos fruto (cfr. Aleluya de la Misa de hoy: Jn15,16) y nos ha puesto en la mejor viña.
La primera viña del Señor fue el pueblo de Israel (cfr. Primera lectura: Is 5,1-7). No ha habido una nación como ésta en toda la historia de la Humanidad: tan mimada por Dios mismo (cfr. Salmo responsorial: 79).
En el Evangelio Jesús nos habla de que Dios Padre envió a su Hijo a esta viña. Pero los viñadores del pueblo de Israel lo rechazaron «y lo mataron» (cfr. Mt 21,33-43).
Y ocurrió que a ese pueblo tan querido por el Señor, se le quitó «el reino de Dios», y se le dio a otro pueblo que produciría fruto.
Este nuevo pueblo, esta nueva viña de Dios, es la Iglesia, que ha dado muchos frutos de santidad. Esto es lo que verdaderamente debemos de «tener en cuenta» como decía San Pablo (cfr. Segunda lectura: Flp 4,6-9).
Dar fruto es nuestra obligación. Porque el Señor nos ha enviado a cultivar su viña.
Pero no sólo tenemos que quedarnos teniendo el mejor de los vino: hemos de comercializar nuestros productos. Pues el Señor nos ha enviado para que otras personas también prueben lo que da la verdadera alegría.
Tenemos que llegar hasta la China y exportar allí la doctrina de nuestro Señor. Ahora con motivo de las olimpiadas es lógico que muchas casas comerciales hayan querido hacer negocio.
Por ejemplo, la marca Coca-Cola ha sido traducida al mandarín: se pronuncia como «ke ko ke le» y significa «deliciosa felicidad». Ojala los cristianos llevemos allí nuestro producto.
La Virgen, fue verdadera israelita y primera cristiana. Y adelantó los milagros porque era la Madre del dueño de la Viña. Gracias a Ella Caná de Galilea estuvo a punto de convertirse en Caná de la Frontera.
Ver homilía extensa
La primera viña del Señor fue el pueblo de Israel (cfr. Primera lectura: Is 5,1-7). No ha habido una nación como ésta en toda la historia de la Humanidad: tan mimada por Dios mismo (cfr. Salmo responsorial: 79).
En el Evangelio Jesús nos habla de que Dios Padre envió a su Hijo a esta viña. Pero los viñadores del pueblo de Israel lo rechazaron «y lo mataron» (cfr. Mt 21,33-43).
Y ocurrió que a ese pueblo tan querido por el Señor, se le quitó «el reino de Dios», y se le dio a otro pueblo que produciría fruto.
Este nuevo pueblo, esta nueva viña de Dios, es la Iglesia, que ha dado muchos frutos de santidad. Esto es lo que verdaderamente debemos de «tener en cuenta» como decía San Pablo (cfr. Segunda lectura: Flp 4,6-9).
Dar fruto es nuestra obligación. Porque el Señor nos ha enviado a cultivar su viña.
Pero no sólo tenemos que quedarnos teniendo el mejor de los vino: hemos de comercializar nuestros productos. Pues el Señor nos ha enviado para que otras personas también prueben lo que da la verdadera alegría.
Tenemos que llegar hasta la China y exportar allí la doctrina de nuestro Señor. Ahora con motivo de las olimpiadas es lógico que muchas casas comerciales hayan querido hacer negocio.
Por ejemplo, la marca Coca-Cola ha sido traducida al mandarín: se pronuncia como «ke ko ke le» y significa «deliciosa felicidad». Ojala los cristianos llevemos allí nuestro producto.
La Virgen, fue verdadera israelita y primera cristiana. Y adelantó los milagros porque era la Madre del dueño de la Viña. Gracias a Ella Caná de Galilea estuvo a punto de convertirse en Caná de la Frontera.
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