domingo, 15 de junio de 2008

MI PUEBLO

Todos los que nos conocen saben perfectamente de qué pueblo somos. Esto marca nuestra vida. Nuestra comarca es lo mejor del mundo.


Pero en realidad un pueblo son las personas: Delio el del bar, y su padre Inocente, Aniceto...

Pero nosotros no elegimos a esas personas: nos tocaron en suerte, caímos allí.

Sin embargo Dios ha querido hacerse un pueblo eligiendo Él a sus habitantes.

Los primeros fueron: Pedro Barjonas, y Andrés su hermano, Mateo el publicano... y así hasta doce (cfr el Evangelio de la Misa de hoy: Mt 9,36-10,8).

Estos eran los amigos del Señor, y luego vendríamos otros. Pues también nosotros somos de su pueblo (cfr. Sal 99, responsorial de la Misa).

Como nos cuenta el libro del Exodo (cfr. 19,22-6ª: Primera lectura de la Misa): el Pueblo hebreo fue elegido por Dios.

Y desde luego no hay otra nación de estas características en toda la Historia de la Humanidad. Tiene algo especial: tan especial que el Señor nació en él, y no lo abandonará.

Pues nosotros los cristianos somos Pueblo de Dios no por genética. Sino porque el Señor ha querido morir por nosotros (cfr. Segunda lectura: Rom 5,6-11).

Y ya somos de su Pueblo. El Señor derramó su sangre hebrea para fuésemos elegidos.

Es la misma sangre que llevaba la Virgen, porque el cuerpo del Señor, que vamos a recibir se formó en su interior.

También María es nuestra madre, que nos está engendrando para la eternidad.

Ella sabe de la alegría de tener hijos, y en cielo es ministra del ejercito en la intimidad.

Sabe hacer compatible su labor de Jefa de San Miguel y de madre de cada uno: Ella nos enseña el idioma de nuestro Pueblo.

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