Miedo a Dios
Una de las cosas más típicas que le
ocurren a una persona que tiene sensibilidad es que le puede coger miedo a
Dios. Hay gente que le coge miedo a Dios porque la idea que se han hecho de
Dios es un reflejo de lo que son ellas. Si una persona es dura e intransigente,
acaba pensando que Dios es así.
La idea de que Dios es muy duro, poco
compresivo está muy extendida. Por eso, el Señor en el siglo pasado quiso
comunicar a algunos santos que una de sus características principales es la misericordia. Y san Juan Pablo II
inauguró el domingo de la Divina Misericordia, y murió la Víspera de ese
domingo. El papa quiso canonizar a una santa polaca que recibió del Señor esa
misión: –Habla de que soy misericordioso.
Hablando de este tema escribió el Papa
Juan Pablo una encíclica que se titula «Rico en misericordia», porque Dios no
es que sea misericordioso es que está lleno, «forrado» de misericordia.
Divina Misericordia
La gente poco cristiana piensa que Dios es tan bueno que
permite todo. Que da igual lo que se haga, porque la bondad de Dios es infinitamente
blandengue. Sin embargo hay
cristianos cumplidores que piensan que el Señor es tan justo, que da
miedo. Les asuntaría encontrarse con Él, porque lo imaginan temible: un «Ser tan Perfecto», que no admite
fallos.
Esas buenas personas, al pensar en Dios, lo ven como un ser duro, que «no pasa
una».
Por eso se ha considerado al santo
como a la persona que ha alcanzado la perfección. Indudablemente los santos
alcanzaron un tipo de perfección, pero no toda la perfección. El Salvador nos
dice que busquemos la perfección del Padre. Ser perfecto como vuestro Padre
celestial. La virtud más característica de Dios con respecto al hombre, es
comprender al hombre. Tanto comprende Dios al hombre, que se hace como el mismo
hombre, más aún, se hizo hombre.
Pero no solamente llegó Dios a la
humillación de hacerse material, sino incluso ha cargado con los pecados de los
hombres, la basura del hombre, lo que más se opone a Dios que es Santidad. El
Señor tiene un corazón misericordioso capaz de llevar las miserias de los
hombres. Y el hombre si quiere parecerse a Dios, ser como Dios, tendrá que
llevar las miserias de los otros hombres, comprenderlas y también intentar
sanarlas.
El cristiano no es el que vive una
serie de virtudes, y alcanza con ello el grado de perfección y de felicidad. El
cristiano es el que sigue a Cristo, se identifica tanto con Él, tiene una
amistad tan grande, que llega a vivir su misma vida. La felicidad y la perfección
vendrán después como consecuencia de lo primero, la identificación con Cristo,
con su voluntad.
Dios quiere misericordia
Como es sabido el Evangelio de San
Mateo está dirigido a los judíos principalmente. Tiene especial relieve en este
sentido las palabras que nuestro Señor dedica a los escribas y fariseos hablándoles
sobre la Ley.
En ese Evangelio aparece repetido un
versículo del profeta Oseas, cosa curiosa pues en un texto tan corto llama la
atención esa insistencia, poco frecuente. El versículo del Profeta en cuestión
es el número 6 del capítulo 6, y dice así:
Misericordia quiero y no sacrificio (en Mt 9, 13 y en Mt 12, 7).
Dios prefiere la misericordia
de los judíos más que los sacrificios. Jesús actúa con misericordia con
respecto a los pecadores, porque eso es lo agradable a Dios. Y también Jesús
como Dios, dice que el quiere lo mismo que su Padre: misericordia quiero y no
sacrificios porque yo no he venido a llamar a los justos sino a
los pecadores.
Lo más propio de Él es la
misericordia: un Dios que es tierno hasta abajarse y tomar la miseria de sus
criaturas más débiles. Jesús decía que nuestro Padre Dios hace salir el sol sale para todos
(cfr. Mt 5, 45). Así debe ser el cristiano que aspira a la santidad: una
persona con defectos, pero que sabe querer a todos, con las miserias que
ellos tengan. A nosotros, muchas veces nos cuesta actuar así, pero no a Dios,
que es más humano que nosotros. El nos ayudará, si se lo pedimos, a través del corazón misericordioso de su Madre.
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