La palabra adviento significa «venida». Durante este tiempo nos preparemos para la llegada del Señor.
Los cristianos de todos los tiempos han pedido: –Ven Señor, no tardes.
No sabemos cuándo vendrá Jesús y por eso tiene interés para nosotros seguir el consejo que él nos dio: «velad» ( Mc 13, 37).
Hay llegadas diarias del Señor, y esas son las que tenemos que vigilar que no se nos escapen.
Sobre todo llega en la Santa Misa: allí se hace presente con su cuerpo. Y se queda en el sagrario. Nos puede ayudar a prepararnos para la Comunión decirle: –¡Ven, Señor, Jesús, acompañado de tu madre!
Quizá hayamos tenido la experiencia (2) de lo que es caminar en la noche durante kilómetros, alargando la vista hacia una luz en la lejanía.
¡Qué difícil resulta apreciar en plena oscuridad las distancias!
Lo mismo puede haber un par de kilómetros hasta el lugar de nuestro destino, que unos pocos cientos de metros.
En esa situación se encontraban los profetas cuando miraban hacia adelante, en espera de la redención de su pueblo.
No podían decir, con una aproximación de cien años ni de quinientos, cuándo habría de venir el Mesías.
Sólo sabían que en algún momento la estirpe de David retoñaría de nuevo, que en alguna época se encontraría una llave que abriría las puertas de la cárcel;
que la luz que sólo se divisaba entonces como un punto débil en el horizonte se ensancharía al fin, hasta ser un día perfecto.
El pueblo de Dios debía estar a la espera.
Esta misma actitud de expectación desea la Iglesia que tengamos sus hijos en todos los momentos de nuestra vida.
Considera como una parte esencial de su misión hacer que sigamos mirando al futuro.
Cuando el Mesías llegó, pocos le esperaban realmente. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron (3).
Muchos de aquellos hombres se habían dormido para lo más esencial de sus vidas y de la vida del mundo.
Estad vigilantes, nos dice el Señor en el Evangelio de la Misa. Despertad, nos repetirá San Pablo (4).
La Iglesia nos alerta con cuatro semanas de antelación para que nos preparemos a celebrar de nuevo la Navidad
«Ven, Señor, y no tardes».
Preparemos el camino para el Señor que llegará pronto.
Cercana ya la Navidad de 1980, el Papa Juan Pablo II estuvo con más de dos mil niños en una parroquia romana.
Y comenzó la catequesis:
–¿Cómo os preparáis para la Navidad?
Con la oración, responden los chicos gritando. Bien, con la oración, les dice el Papa, pero también con la Confesión.
Tenéis que confesaros para acudir después a la Comunión.
¿Lo haréis?
Y los millares de chicos, más fuerte todavía, responden: ¡Lo haremos!
Sí, debéis hacerlo, les dice Juan Pablo II.
Y en voz más baja: El Papa también se confesará para recibir dignamente al Niño Dios.
(1) Colecta de la Misa del día. - (2) Cfr. R. A. KNOX, Sermón sobre el Adviento, 21-XII-1947. - (3) Jn 1, 11. - (4) Cfr. Rom 13, 11. -
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