Comenzamos esta Semana que los cristianos llamamos Santa. Son los siete días más importantes de la Historia de la Humanidad.
La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús marcó un antes y un después. Por eso, por poco que nos empeñemos, meditando despacio lo que ocurrió, saldremos de estos días mejor de como estamos ahora.
EL PASO DEL SEÑOR
Dios no sólo quiso hacerse hombre, sino que decidió implicarse en la vida humana.
Aunque sabía que, si se portaba con sinceridad, con Verdad, la malicia de los hombres acabaría con su vida.
Aceptó esa humillación, sabía que los hombres se portarían así, y no obstante consintió que los seres humanos lo trataran con saña, con una vileza increíble.
Esto, a simple vista, no se entiende bien. Incluso, aunque lo medites en la presencia de Dios, no es fácil comprender por qué quiso llegar hasta ese extremo y pasarlo tan mal.
El paso del Señor por la tierra fue un camino sangriento, un via crucis. Y precisamente con su Sangre nosotros nos íbamos a salvar de la esclavitud de nuestros pecados.
COMO EL PEOR DE LOS ESCLAVOS
El profeta Isaías describe cómo iba a ser tratado el Mesías: sería un esclavo, un siervo, llevado a una muerte especialmente cruel (cfr. Is 50,4-7: Primera lectura).
Cuando un animal es llevado al lugar donde lo van a degollar, de alguna manera se da cuenta, lo sabe, y se resiste todo lo que puede. Jesús no se resistió. Entró montado en un borrico sabiendo que lo iban a torturar.
Las masas que lo aclamaban a su entrada triunfal en Jerusalén, pocos días después iban a pedir que lo torturaran.
Dice el salmo de la Misa: me acorrala una jauría de mastines (Sal 21: responsorial).
El Señor va hacia la muerte rodeado de gritos en su contra y alaridos de sus enemigos. Como una presa que corre acorralada por sus asesinos, en medio de ladridos y dentelladas. No tiene escapatoria. Muere humillado y en medio de un dolor tremendo.
San Pablo nos habla de la humillación de Jesús, que siendo Dios fue despojado de toda dignidad, para acabar clavado en un madero (cfr. Phil 2,6-11: Segunda lectura).
LA HUMILLACIÓN DE DIOS
Gracias al abajamiento de Dios el hombre ha sido salvado. Nada en lo que interviene Dios acaba en tragedia. Porque de los males saca bienes, y de los grandes males grandes bienes.
La Semana Santa empieza con la exaltación del Mesías. Pero esto dura poco: al cabo de unos días el que era aclamado se ve totalmente en desamparo.
No podemos esperar nada de este mundo. Todo lo bueno viene de Dios. Lo que, en principio nos parece rechazable, una muerte así, en el fondo nos hace mejores.
EL TRIUNFO DE LA FE DE UNA MUJER
Y después de que Dios es humillado por nuestro amor, vendrá lo que nadie esperaba: la Resurrección.
Sin embargo la Virgen se fió siempre de Dios. La primera Eva ante un árbol desconfió de Dios. María ante el madero de la cruz, aceptó ser humillada.
El primer pecado fue iniciado por el orgullo y la desobediencia de una mujer. La salvación nos vino también por la humildad y la aceptación de una Mujer: por su hágase.
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