Abrahám no dudó en sacrificar a su propio hijo porque Yahveh se lo pidió (cfr. Gn 22,1-2.9-13.15-18: primera lectura de la Misa).
LA PRUEBA DE LA FE
Está claro que Yahveh no quería el sacrificio de Isaac, fue una prueba por la que se descubrió la fe de Abrahám: se fiaba de Dios aunque le pidiese una cosa muy dura.
UNA FIGURA DE LA PASIÓN
Dios pretendía que esta historia –tan importante para el Pueblo de Israel– fuese el antecedente del sacrificio de Jesús.
LA ENTREGA DEL HIJO ÚNICO
Dios entregó a su Hijo único para salvarnos a nosotros (cfr. Rm 8,31b-34: segunda lectura). Y Jesús aceptó este sacrificio querido por su Padre.
LA RESURRECIÓN SE ADELANTA
Jesús, antes de dar su vida, se transfiguró, para anunciar que después de la Cruz vendría la gloria de la Resurrección (cfr. Mc 9,2-10).
Quizá la enseñanza pueda ser ésta: Dios nos prueba, pero nunca nos deja completamente a oscuras, siempre nos da una luz.
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