Hoy, 6 de enero, es la fiesta de Magos. Eso es lo que dice la Sagrada Escritura que aquellos hombres eran magos. Ahora están de moda los magos. El libro más conocido es el de Harry Potter.
Allí a los que no son familia de Magos les llaman sangre sucia. Harry Potter es un niño que es perseguido por el maligno, que lo hiere y le deja una cicratriz que le recordará su fracaso porque no pudo derrotar a ese niño.
Ya sabemos que los magos aparecen y desaparecen. Cuando hablamos de ellos hablamos de trucos de magia. Un buen mago es el que sabe hacer aparecer y desaparecer y también cómo se hace cada truco.
Hoy celebramos que Dios «se nos ha aparecido». Epifanía significa «hacerse presente».
En realidad todos podemos ser un poco Magos, porque todos podemos «descubrir ese algo santo» que es el truco final de nuestra vida.
Ese algo santo que está escondido para los que no han sido purificados, por la «sangre limpia» de Jesucristo.
Dios se oculta en la Eucaristía. Los que no son cristianos no descubren el poder que tiene la sangre de nuestro Señor.
Precisamente la palabra «santidad» en griego, viene de «a-gios»: limpieza; y en latín de sanguine tinctus: sanctus. Teñido de sangre.
La «sangre limpia» de nuestro Señor, oculta en la Eucaristía, hace que nosotros descubramos la estrella de nuestra vida.
En la vida de los Magos por un momento la estrella desapareció. Y volvió a aparecer de nuevo, como si Dios hiciera un truco. Y los Magos al verla de nuevo se sonrieron, como si aplaudieran.
Muchos vieron en Jesús a un niño semejante a los demás. Los Magos, en cambio supieron ver en él al Niño, que vencería al Maligno con el amor: y así lo hizo con su cicatriz en forma de cruz.
Al reconocerle le ofrecieron sus presentes, los dones más preciosos del Oriente. También nosotros podemos ofrecerle nuestros dones más mágicos: la fe la esperanza y la caridad.
El oro de nuestra fe, que cree en la realeza de ese Niño; el incienso de nuestra esperanza, que es el buen perfume que notan los que nos tratan; y la mirra de nuestro amor, que es bálsamo para aliviar el sufrimiento de los demás.
Como siempre, Herodes, Quien–no–debe–ser–nombrado, intentó engañar a los Reyes, pero ellos se escabulleron por arte de magia. Buen ejemplo para nosotros que debemos utilizar la magia de Dios en nuestra vida.
Allí a los que no son familia de Magos les llaman sangre sucia. Harry Potter es un niño que es perseguido por el maligno, que lo hiere y le deja una cicratriz que le recordará su fracaso porque no pudo derrotar a ese niño.
Ya sabemos que los magos aparecen y desaparecen. Cuando hablamos de ellos hablamos de trucos de magia. Un buen mago es el que sabe hacer aparecer y desaparecer y también cómo se hace cada truco.
Hoy celebramos que Dios «se nos ha aparecido». Epifanía significa «hacerse presente».
En realidad todos podemos ser un poco Magos, porque todos podemos «descubrir ese algo santo» que es el truco final de nuestra vida.
Ese algo santo que está escondido para los que no han sido purificados, por la «sangre limpia» de Jesucristo.
Dios se oculta en la Eucaristía. Los que no son cristianos no descubren el poder que tiene la sangre de nuestro Señor.
Precisamente la palabra «santidad» en griego, viene de «a-gios»: limpieza; y en latín de sanguine tinctus: sanctus. Teñido de sangre.
La «sangre limpia» de nuestro Señor, oculta en la Eucaristía, hace que nosotros descubramos la estrella de nuestra vida.
En la vida de los Magos por un momento la estrella desapareció. Y volvió a aparecer de nuevo, como si Dios hiciera un truco. Y los Magos al verla de nuevo se sonrieron, como si aplaudieran.
Muchos vieron en Jesús a un niño semejante a los demás. Los Magos, en cambio supieron ver en él al Niño, que vencería al Maligno con el amor: y así lo hizo con su cicatriz en forma de cruz.
Al reconocerle le ofrecieron sus presentes, los dones más preciosos del Oriente. También nosotros podemos ofrecerle nuestros dones más mágicos: la fe la esperanza y la caridad.
El oro de nuestra fe, que cree en la realeza de ese Niño; el incienso de nuestra esperanza, que es el buen perfume que notan los que nos tratan; y la mirra de nuestro amor, que es bálsamo para aliviar el sufrimiento de los demás.
Como siempre, Herodes, Quien–no–debe–ser–nombrado, intentó engañar a los Reyes, pero ellos se escabulleron por arte de magia. Buen ejemplo para nosotros que debemos utilizar la magia de Dios en nuestra vida.
Ver homilía extensa
1 comentario:
Me parece corto, original, y el tema de la magia tiene su juego, usted lo ha relacionado con encontrar el algo santo que hay escondido en las cosas y que sobre todo en la S. Eucaristía se encuentra para quien pueda ver.
Javier de melegis
Publicar un comentario