Jesús dice: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco, y ellas me siguen» (Evangelio de la Misa).
En el Apocalipsis se dice que el Señor es el pastor de los santos y que los conduce hacía la felicidad (cfr. Ap. 7,9s: Primera lectura).
Jesús con su voz nos indica el camino, pero como pastor también nos lleva personalmente hasta el sitio mismo. Además, en el caso de que lo necesitemos, no le importa subirnos a sus hombros.
Nos viene a la cabeza la figura del Buen Pastor con una oveja que lleva alrededor del cuello. La lleva de la misma manera que un padre lleva a su hijo pequeño, cuando algunas veces sale de paseo.
Dios cuida especialmente de nosotros, que somos sus hijos. Y si confiamos en el Señor tendremos siempre paz.
Por eso, los acontecimientos de nuestra vida hay que preverlos con mucha esperanza. El Señor nos ha protegido hasta este momento y cuidará también de nosotros en todas las ocasiones.
Él nos llevará. ¿Por qué vamos a temer? Dios nos ha asegurado que todo contribuye al bien de los que le aman. Pues el mismo Padre que nos cuida hoy, nos cuidará mañana.
Y si en nuestra vida viene algún mal, nos dará también el valor para soportarlo.
Por eso hemos de permanecer siempre en paz, y arrancar de nuestra imaginación lo que pueda angustiarnos y decir con frecuencia a Nuestro Señor: «Confío en ti» ¿Qué puede temer un hijo en brazos de semejante Padre?
Los niños no piensan tanto en sus asuntos porque tienen quien piense por ellos, y sin están junto a su Padre siempre serán fuertes. Si lo hacemos estaremos continuamente en paz.
Eso nos ocurrirá si confiamos en Dios de un modo pleno, invariable. Pero los medios para servir al Señor hemos de desearlos serenamente y sin aferrarnos a ellos. Porque podría pesar que en un momento determinado Él nos impidiera utilizarlos, y entonces nos sintiésemos muy afectados.
«Señor, yo, lo que Tú quieras. Lo que Tú quieras»
Hace unos días me dijo un taxista:
–«Aunque no se lo crea, yo cuando salgo de mi casa le digo al Señor: conduce Tú».
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