Jesús les dice a los discípulos que estaba profetizado que el Mesías padecería, resucitaría al tercer día, «y en su nombre se predicara la conversión» (Lc 24,47: Evangelio de la Misa de hoy).
HABLAR DE CONVERSIÓN
Por eso nosotros los cristianos después de la Resurrección hablamos de «conversión». Así lo hace San Pedro: «arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados» (Hch 3,19: Primera lectura de la Misa).
¿PECADOS?
¿Es que en pleno siglo XXI se puede hablar de pecados? Nosotros estamos acostumbrados a oír –en los medios de comunicación– las cosas que los demás hacen mal, pero al parecer nadie se arrepiente de nada. El mal es lo que hacen los otros.
EN NUESTRO CORAZÓN
Duele decirlo pero el mal habita en nuestro corazón. La línea divisoria entre el bien y el mal no está fuera de nosotros. No es que haya «buenos y malos»: sino que en ocasiones actuamos bien y otras veces no.
A veces seguimos los mandatos del Señor, pero otras somos mentirosos, como dice San Juan (cfr. 1Jn 2,1–5: Segunda lectura de la Misa).
NO PASAR PÁGINA
Se trata de que no pasemos página. Como si el mal se arreglara ignorándolo. Lo que hemos de hacer es borrar la página acudiendo al Sacramento de la Misericordia de Dios: con el agua que brotó de su corazón traspasado Jesús nos limpia mediante la Confesión.
Entonces podremos decir con el Salmo (4,9: Responsorial de la Misa): «en paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo»
REFUGIO DE LOS MENTIROSOS
Al rezarle a la Virgen podemos decirle: ruega por nosotros, mentirosos, para que nos convirtamos.
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