Sus paisanos le conocían
La gente que había convivido con Jesús
en su pueblo no tenía duda. Por eso, aquellos que le conocían bien, porque eran
sus vecinos, le rechazaron cuando el Señor les dijo que venía del cielo, del Padre,
de allá arriba (Jn 8,23).
Sería la misma impresión que nos haría
en la actualidad, si una persona que realiza los trabajos de conservación de las instalaciones de un hotel
o de un colegio, de buenas a primeras se creyese con más autoridad que el Papa.
Y saliese en televisión pontificando sobre asuntos de teología.
Es lógico que dijéramos: Pero si
este es Paco, ¿qué hace ahí hablando de esas cosas?... Todavía la impresión
sería más fuerte si notásemos que ese hombre al que vemos diariamente –sin estar
loco– se cree Dios.
Por eso no es de extrañar que se
preguntaran, como dice el evangelio de la Misa de hoy: ¿No es este Jesús, el
hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha
bajado del cielo (Jn 6,42).
En la sinagoga de Nazaret, Jesús no
predica como lo hacía todo el mundo,
sino que dice, como acabamos de oír, que lo que allí está escrito se está refiriendo
a Él (cf. Lc 4,21).
Entonces se ponen tan furiosos que
intentan despeñarlo por un barranco, como hemos leído hace un momento (cf. Lc 4,29).
Sus paisanos no le conocían
Los de su pueblo sabían que Jesús era
uno como ellos, pero curiosamente alardeaba de ser algo grande.
La gente de Nazaret no salía de su
asombro, decían algo así como: ¿Pero este quien se ha creído que es? Está convencido
de que es el gran Profeta esperado.
El desconcierto sería mayor porque sabían
perfectamente que la aldea de Jesús no había recibido ninguna promesa de parte
de Dios, como era el caso de Belén.
Se sabe que un pescador llamado Felipe
le dijo a un colega suyo, de nombre Natanael: Hemos encontrado a Aquel de de
quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas: Jesús, hijo de José, de
Nazaret. La respuesta de Natanael es bien conocida: ¿De
Nazaret puede salir algo bueno?(Jn 1,45s).
Y los fariseos, que no veían con
buenos ojos a Jesús decían: Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios,
pero ése [Jesús] no sabemos de dónde viene (Jn 9,29).
Buscar a Jesús
Hay personas que pueden haber oído
hablar de Jesús durante años y no conocerlo realmente (cf. Mc 6,2).
Cuentan que hace
unos años un rabino anciano le dio un consejo sorprendente un chico joven. Le
dijo el rabino: «Busca a Cristo. Yo ya soy viejo; si tuviera tu edad buscaría
al Jesús de los cristianos».
Lo que le sucedió
a este chico también nos sucede a todos, pues la Palabra de Dios se ha hecho
Hombre y quiere una respuesta de nuestra parte.
En esta historia
podemos actuar como los de Nazaret que pesaban conocer a Jesús perfectamente,
como los apóstoles que le seguían pero con muy poca fe.
O podemos
actuar como María, su Madre...
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