domingo, 12 de agosto de 2007

XX DOMINGO CICLO C

EL FUEGO DEL AMOR DIVINO
El fuego aparece frecuentemente en la Sagrada Escritura como símbolo del Amor de Dios. El amor, como el fuego, nunca dice basta, tiene la fuerza de las llamas.

Jesús nos dice hoy en el Evangelio de la Misa: Fuego he venido a traer a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda?. En Cristo alcanza su expresión máxima el amor divino: Jesús entrega voluntariamente su vida por nosotros.

El Señor quiere que su amor prenda en nuestro corazón y provoque un incendio que lo invada todo. Él en ningún momento ha dejado de querernos; ni siquiera en los momentos de mayor ingratitud por nuestra parte, o en los que cometimos los pecados más grandes.

La persona que se ha contagiado más del amor de Dios es la Virgen. Por eso, María, es el espejo donde debemos mirarnos nosotros. Ella vivió una vida normal, de tal manera que sus paisanos y familiares nunca pudieron imaginar lo que ocurría en su corazón.


Santa María nos enseña a creer en el amor sin límites de Dios. Porque Dios no es un ser justiciero sino un Dios que nos quiere hasta morir por nosotros. Todavía hay gente que no se ha enterado de lo bueno que es Dios.

El amor se demuestra en las obras. La Segunda lectura nos anima a esa pelea diaria, sabiendo que estamos rodeados de una nube tan grande de testigos, los santos, que presencian nuestro combate. Y también tenemos de espectadores a quienes están a nuestro lado, a los que tanto podemos ayudar con el ejemplo.

Muchas veces hemos de decir sí al Amor de Dios. Él Señor nos lo pide a través de los pequeños acontecimientos diarios: al negarnos a nosotros mismos para servir a quienes están junto a nosotros, en cosas muchas veces menudas; en la puntualidad a la hora de comenzar nuestros deberes; en el orden en que dejamos nuestras cosas.

No hay que perder de vista que el amor a los demás, igual que el fuego no se tiene, sino que se hace.

Y como ha dicho el poeta:

Más que una inteligencia prodigiosa.
Más que una voluntad de hierro puro.
Más.
Lo que puede en este mundo más:
un corazón enamorado.

Precisamente el amor es ese fuego que Dios ha venido a traer a esta tierra, que se manifiesta en cosas concretas cada día.

1 comentario:

Yago Martínez Bermejo dijo...

Antonio cada vez me gusta más el blog. La homilía bien. Es animante porque como bien dice, el fuego no nace, se hace, se provoca... con lo cual todos podemos más...

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