sábado, 19 de julio de 2025

AMIGAS DE JESÚS




Jesús tiene amigos íntimos, también parientes, y conocidos. Nos cuenta el Evangelio que cuando Jesús iba a Jerusalén iba a Casa de un amigo suyo, Lázaro, que vivía en Betania, con sus dos hermanas, Marta y María, 


No es infrecuente que los hermanos se parezcan y al mismo tiempo sean muy distintos. Cada uno es cada uno. Marta es activa, diligente, hacendosa, está en todo, una buena ama de casa. Con ella se puede encontrar una casa que es un hogar donde todo está en su sitio. María es más apasionada, todo corazón, sensible, en su vida no caben medias tintas sino entrega sin condiciones, sabe querer.


Según nos cuenta el Evangelio María en una ocasión estaba sentada a los pies del Señor escuchándole embobada, mientras que Marta estaba atareada en un montón de cosas de la casa. 


Es fácil comprender a Marta. Es una mujer responsable. Está en los detalles, se ocupa en algo muy necesario que alguien tiene que hacer: dar de comer y beber a mucha gente, procurar que descansen. Se la vería subir y bajar, mandar y ordenar. Y en medio de esa actividad una inquietud le empieza a pasar por la cabeza. Primero sería una mirada a su hermana pequeña: Yo aquí haciéndolo todo y ésta tan tranquila.

Poco a poco iría juzgando a su hermana María con severidad. Hasta que llegó un momento que no comprendía nada. Claramente tenía razones, pero le faltaba darse cuenta que la inactividad de María era sólo aparente. No se dio cuenta que su trabajo de servicio permitía a los otros gozar de las palabras del Señor. Hasta que llega un momento en que no puede más, se planta delante de Jesús, le interrumpe, y se queja.


La sencillez de la queja de Marta es comprensible aunque revela falta de caridad. Con toda espontaneidad le dice al Señor: ¿nada te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile que me ayude.


La gente diría:  ¡Uh!... hija mía, como está ésta. Vaya genio que tiene.


Su queja va en contra de María, pero también afecta al mismo Jesús, por no darse cuenta de que ella era una mártir, y su hermana una comodona. Era la explosión de algo que había ido incubándose y que estalla de repente. Está realmente enfadada.


Gracias a la sencillez de Marta, y su queja explosiva, tenemos una de las enseñanzas más bonitas de Nuestro Señor. Jesús empieza a hablarle con cariño, repitiéndole el nombre, como si le dijese: —Mujer calma, claro que te comprendo, pero te has puesto nerviosa. 


No la riñe sino que la hace reflexionar: —tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas.

La diferencia entre ocuparse y preocuparse es enorme. Ocuparse es trabajar bien, sin pensar en uno. Preocuparse es dejar que se altere la imaginación, y se jalee al orgullo.


Sigue diciéndole el Señor: —En verdad una sola cosas es necesaria. 


Cosas importantes hay muchas en la vida, y Marta estaba haciendo una de ellas: procurar servir alimento y descanso. Pero conviene tener bien puesto el orden de los valores. Lo necesario siempre será lo más importante. Y sólo amar a Dios sobre todas las cosas es lo verdaderamente necesario. Hacer su voluntad.


No sabemos que parábola le estaría contando Jesús a los invitados, cuando Marta interrumpió la tertulia. Pero sabemos por el Evangelio que el Señor siempre hablaba en parábolas, era su forma de predicar. 


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